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“Siempre pude vivir de la música”

Director de la Orquesta Nacional de Música Argentina "Juan de Dios Filiberto", repasa sus comienzos como músico y sus proyectos.

SISSI CIOSESCU @sissiciosescu

Inquieto y locuaz, se define como un músico versátil, todoterreno: “Porque hice muchas cosas”, dice Gustavo Fontana dándole cierta altitud a su perfil bajo. Como cantar en el Coro de niños del Teatro Colón, tocar la trompeta, dirigir, producir y gestionar en el ámbito público —como director de estudios del Teatro Argentino de La Plata, por ejemplo, o como titular de la cátedra de Dirección Orquestal en la Universidad Nacional de las Artes— y, en el privado, con la productora Sinfónico. AR”. A su trayectoria artística ha de sumarse un complejo detrás de la escena. No fue fácil quedarse viudo con tres hijos chiquitos y reconstruir las piezas del hogar, conteniendo a los chicos y proveyendo el sustento. En su caso fue literal: “El show debe continuar”. Y aquellos niños que hoy son adolescentes entran y salen de la casa de Belgrano, mientras empieza esta entrevista. Fontana nació en Buenos Aires, estudió en el Colegio Comercial Carlos Pellegrini e ingresó a la Universidad Nacional de las Artes (UNA).

NOTICIAS: Del Pellegrini a la UNA. Parece raro…

Gustavo Fontana: En verdad, el inicio de mi carrera musical fue a los 8 años. Mi mamá descubrió que tenía una gran disposición para la música; cantaba todo el tiempo, tocaba la flauta, sacaba temas de oído. Le consultó a mi profesora de música y ella le dijo que no me mandara a un conservatorio —era muy chico— sino al Coro de niños del Teatro Colón. Di una prueba muy exigente, entré en 1978 y estuve hasta 1983. Canté con Plácido Domingo, con Luciano Pavarotti… Hicimos óperas, ballets, giras por el país, grabamos un disco que compitió con el de Los niños cantores de Viena… Pero mi vieja, Elisabeth, aceptó lo de la música sumada a otra carrera. Papá, Luis, también me apoyó. Ambos fallecieron.

NOTICIAS: ¿Sus padres estaban vinculados a la música?

Fontana: No. Papá era jugador de fútbol. Jugó en San Telmo, Atlanta, Defensores de Belgrano, después en la cuarta especial de River; luego se fue a jugar a la liga mendocina, tuvo una lesión importante y dejó. Pero el fútbol fue mi otra pasión. Él me inculcó lo de ver fútbol no desde la óptica del hincha porque de hacerlo así me iba a perder un lindo espectáculo. Me llevó a ver jugar a Maradona, cuando estaba en Argentinos Juniors y me desalentó del fútbol, porque yo jugando soy un tronco (risas). Tenía la posibilidad de comprarme un auto o de regalarme una trompeta. Obviamente me dio la trompeta. Y es la única que conservo de las doce que tuve.

NOTICIAS: Entonces aquel niño coreuta fue convirtiéndose en trompetista.

Fontana: Sí. Me regaló la trompeta en 1984, cuando gastar 2 mil dólares era una fortuna. Me llama mucho la atención las infinitas posibilidades del instrumento, en tantas estéticas. Se usa en música popular, en jazz, salsa, pop, todo lo clásico… y de ahí deriva mi gran interés en cruzar estos géneros musicales. Estudié en el Conservatorio Nacional con mi primer maestro Osvaldo Lacunza y me perfeccioné luego en el exterior. Mi primera presentación profesional fue con la orquesta juvenil de Radio Nacional. Y continué tocando en USA y los mejores teatros de Europa. Fueron más de 20 años.

NOTICIAS: ¿Cobraba un salario?

Fontana: Como coreuta me daban un viático. Como trompetista amateur estaba sostenido por mis viejos con quienes vivía. A los 16 ya tocaba en fiestas y cobraba. Daba clases. Formé un grupo de música celta en el Centro Galicia de Buenos Aires. Allí conocí a mi mujer María Eugenia, la madre de mis hijos. Yo tocaba el tambor, la gaita y bailaba. Me puse de novio a los 20, nos casamos. Ella se dedicó a la abogacía y se orientó a la mediación. Cuando consiguió un cargo importante, se enfermó de cáncer y murió en 2011. Tuvimos tres hijos, Santiago (21) que estudia arte dramático y baile, Juan Manuel (16) toca batería y bajo y María Laura, Lala (14) que heredó la otra pasión, el fútbol. Cuando enviudé los chicos eran muy chiquitos. Fue complicado. Pero fuimos reconstruyendo la familia. Hoy estoy en pareja con una mujer excepcional, concertista de piano, polaca, Anna Miernik, a quien le llevo 20 años. Ella vive en su casa, cerquita; es lo mejor para ella, para ambos, para todos. Tenemos nuestros espacios.

NOTICIAS: ¿Atesora algún recuerdo que implique un antes y un después?

Fontana: Sí, en 1981. Cantábamos la ópera Pagliacci, que normalmente va con Cavalleria Rusticana. Llegamos con papá temprano al Teatro Colón, nos sentamos en la platea y estaban ensayando Cavalleria. De pronto se escuchó el famoso intermezzo sinfónico y me puse a llorar de una manera desconsolada. Papá me preguntó qué me pasaba y le dije que no sabía. Pero enseguida me di cuenta que era algo que quería hacer el resto de mi vida, dirigir una orquesta.

NOTICIAS: ¿Cuándo empezó a estudiar dirección?

Fontana: Admiraba a los directores cuando era trompetista, pero fui muy crítico de varios. Hay algunos con gesto coreográfico, banal, para el público y no para los músicos. Y me dije, voy a formarme como el tipo de director que a mí me gusta ver en el podio. Empecé a estudiar en 1996. Mi experiencia como músico me sirvió mucho. No sólo para el manejo del grupo, sino en otras cuestiones como la empatía, el humor. Los grupos artísticos son peculiares. Pensá que somos 80, 90, 100 artistas juntos. Hoy dirijo la Orquesta Nacional de Música Argentina "Juan de Dios Filiberto".

NOTICIAS: ¿Con quiénes estudió dirección orquestal?

Fontana: Con el español Cristóbal Soler, con Milen Nachev en Bulgaria y Charles Dutoit en Suiza. Trabajé como director artístico de las orquestas Filarmónica de Mendoza (hasta el 2018) y Sinfónica de Bahía Blanca (hasta el 2014) y también de las bandas sinfónicas de Córdoba y de Buenos Aires. En el exterior, dirigí las Filarmónicas de Kielce y Walbrzych en Polonia; en Brasil, la Sinfónica de Belo Horizonte, Salvador de Bahía, Brasilia, Porto Alegre y la Banda Sinfónica del Estado de San Pablo; las Filarmónicas de Montevideo, Venezuela y Burgas (Bulgaria) y la Sinfónica del Festival de Mallor

Admiraba a los directores cuando era trompetista, pero fui muy crítico de varios. Hay algunos con gesto coreográfico, banal, para el público y no para los músicos.

ca, España. En un momento decidí que tenía que dejar de viajar por mis hijos; María Eugenia había sido el pilar y, el nuestro, un amor de 20 años… Fue difícil seguir viviendo. Y aunque recibí mucha ayuda de la familia de mi mujer, decidí quedarme en Buenos Aires. Tuve la certeza de que el trabajo iba a venir. Y vino. Empecé a trabajar con la Sinfónica Nacional y en muchos conciertos como invitado.

NOTICIAS: ¿Siempre vivió de la música?

Fontana: Sí. Primero fue trompeta y docencia, después dirección y trompeta, luego dirección y docencia. Hace 3 años gané por unanimidad uno de los cargos de dirección de orquesta en la UNA. Sigo siendo trompetista de la banda sinfónica de la Ciudad. Estos son ingresos fijos. Y todo lo que surja de manera freelance. Alguien me definió como un músico todoterreno porque soy muy versátil. Dirigí mucha música sinfónica, ópera, ballet y me gustan los cruces con Ricardo Mollo, Pedro Aznar,

Elena Roger, Pipi Piazzolla, el Chango Spasiuk…

NOTICIAS: ¿Cómo concreta esos cruces?

Fontana: Soy cuidadoso de mis formas. Nuestra actividad da mucho para el narcisismo y la megalomanía, algo que aborrezco desde el atril, como músico. Por eso no soy un director omnisapiente. Me considero parte del equipo aunque me toque liderarlo. Uno depende de los músicos a los que dirige, no puede destratarlos.

NOTICIAS: ¿Proyectos?

Fontana: Las grabaciones del Himno Nacional Argentino y de las canciones patrias están en pleno proceso. Intervienen los elencos estables de la Nación. Además, fundé tres orquestas. La banda sinfónica de la Facultad de Filosofía y Letras, una orquesta juvenil Buenos Aires Moderna, que duró poco, y acabo de fundar la orquesta Solistas de Buenos Aires, integrada por los más destacados de la Sinfónica nacional, la Filarmónica de Buenos Aires y de la orquesta estable del Teatro Colón. Somos 23 y estamos proyectando presentaciones en el CCK, en General Pico, La Pampa. Me ayuda María Cristina López, un ángel de la guarda, que es jefa de archivo del Teatro Colón. Pronto viajo a Campinhas, San Pablo, 3 días, a dirigir una orquesta a la que no vi nunca. Después a Medellín, donde tengo conciertos con la Sinfónica Nacional… Con la productora Sinfónico. AR 3x8. hacemos un espectáculo que recorre desde Gardel hasta Rodrigo, pasando por Spinetta, Virus, Soda Stereo, León Gieco, Atahualpa… todo con orquesta, banda, y tres cantantes. El año próximo daré un curso de dirección en Panamá y otro en Valencia, en la Escuela Musical de Alto Rendimiento.

NOTICIAS: ¿Cómo lo afectan los vaivenes de la realidad argentina?

Fontana: Intento que no me atraviesen, porque en 54 años he visto muchas de éstas. Lo que trato de inculcarles a mis hijos es esto de no sufrir a cuenta. La mayoría de las cosas que uno teme terminan no sucediendo. Nosotros vivimos una muerte, fue durísimo. A partir de eso, el solo hecho de estar juntos y poder compartir un viaje, es para celebrar. Pero estamos bombardeados de malas noticias. El dato reemplazó al relato. Y no hay tiempo para reflexionar. Muchos están conectados con datos no confirmados y por inmediatez. El mundo musical requiere demora. Que la gente vaya al teatro, se siente, escuche, interprete, disfrute…

Dirigí orquestas en todo el mundo, pero en un momento decidí que tenía que dejar de

viajar por mis hijos. Mi mujer había sido el pilar y cuando falleció fue difícil seguir viviendo.

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