“Es la economía, estúpido”
Cuarenta años de comunicar malas noticias
tral que buscamos responder es por qué en cuarenta años de democracia no fuimos capaces de encontrar una narrativa para que, como sociedad, pudiésemos comprender la ecuación básica de la economía, para de alguna manera forzar a los tomadores de decisiones a ir por la dirección que evite catástrofes y construya futuro. ¿Por qué los radicales no cuidaron el austral y la sociedad no reclamó? ¿Por qué no hubo un grupo en la sociedad, que le dijera a Menem que la deuda en la convertibilidad era una pastilla de veneno? Y cuando los Kirchner duplicaron el tamaño de la administración nacional, el relato del Estado presente y toda la cultura Nac & Pop se llevaron puesto cualquier intento por hacer una política económica consistente, que pasó a ser un discurso de economistas aburridos y sobre todo ortodoxos y neoliberales, como si esas dos características fueran ex ante malas palabras. Un economista con mucho predicamento en los medios como Carlos Melconian se pasaba diciendo allá por 2011 que el modelo económico necesitaba un service. Pero ese mensaje nunca pasó del círculo rojo. No pedimos que la gente entienda las ecuaciones técnicas relacionadas a cantidad de dinero, elasticidades o multiplicadores fiscales, sino el proceso de inversión que hay que hacer en términos de sacrificio presente a cambio de bienestar futuro. No hay que ser especialista ni académico para entender que las expectativas son una pieza central de la política económica. Entonces, ¿por qué nadie pudo “vender bien” la economía? ¿Por qué nadie se cuestionó que aumentar el número de jubilados de tres a siete millones era impagable (por más bienintencionada que fuese la moratoria previsional)? Los políticos no son tan ingenuos con estas cosas. En las conversaciones privadas entre Cristina Kirchner y Oscar Parrilli filtradas a la prensa, la expresidenta menciona que su sucesor no va a poder pagar las jubilaciones. Es decir que la doctora sí entiende la restricción presupuestaria, contra lo que normalmente comunica el kirchnerismo duro.
Hubo relatos, claro. En el alfonsinismo todo giraba alrededor de recuperar la democracia y luego preservarla cuando azotaban las asonadas militares. En la mitad estuvo ese discurso hegemónico de la Segunda República (más conocido como “Parque Norte”), el traslado de la Capital a Viedma y otras iniciativas que se quedaron sin nafta por culpa de la economía. Si bien la economía fue una buena herramienta para ganar una elección (la de 1985, cuando el alfonsinismo arrasó), siempre fue una especie de patito feo dentro del aparato de comunicación del gobierno.
En el menemismo fue todo a partir de la economía. Bunge & Born y luego Cavallo, que era una máquina de comunicar. Obviamente, había contenido. La inmensa mayoría de las reformas tenían sentido económico: privatizaciones, desregulación, apertura, Mercosur. Como señala Cavallo: “La comunicación siempre es muy importante y yo tuve suerte, porque Menem era mejor que yo comunicando”. Menem, además, le sacaba toda la solemnidad que Alfonsín y Juan Vital Sourrouille le ponían. No es que esté mal, pero el riojano interpretó bien el modo más tinellista de comunicar cosas importantes.
El relato fue la obra maestra del kirchnerismo. Lo económico, lo político, el manejo de redes sociales. Una vuelta de rosca sobre el menemismo, pero con uso de Facebook y después Twitter y lo que fuera. El Estado presente, vivir con lo nuestro, lo nacional y popular, amigos y enemigos, la restricción externa. Pero ese relato no estaba basado en una idea económica, sino que se parecía al discurso de campaña de Menem. Era poner mucho en el corto plazo a expensas del bienestar de largo plazo. Agran
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2023-09-17T07:00:00.0000000Z
2023-09-17T07:00:00.0000000Z
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