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La invención de Morelli

LAURA ISOLA

“Dios está en los detalles” es la frase de Aby Warburg que usa Carlo Ginzburg como epígrafe para deslumbrar con “Indicios. Raíces de un paradigma de las inferencias indiciales”. En ese artículo de 1986, el historiador italiano le presta atención el método de Giovanni Morelli que, si bien había caído en desuso y con bastante desprestigio, en el siglo XIX había servido bastante para corregir atribuciones a cuadros que eran inexactas.

El estudioso del arte firmó los artículos sobre pintura italiana con un pseudónimo ruso, Iván Lemolieff, que era más o menos un anagrama de su nombre verdadero. Para saber quién es el autor de una obra, muchas veces sin firma, en mal estado de conservación o repintada, Morelli recomendaba desechar los rasgos evidentes de un pintor y fijarse en los detalles. Los lóbulos de las orejas, las uñas, la forma de las manos y los pies serán, para el historiador-detective, los lugares privilegiados para reconocer al autor.

“A la personalidad hay que buscarla en allí donde el esfuerzo personal es menos intenso”, recomendaba Morelli y con esto cautivó a Freud que leyó sus trabajos, cuando era el falso historiador ruso y luego se enteró que era un médico italiano que murió en 1891. Morelli, como Freud y como Sherlock Holmes, prestaron atención a lo que pasa inadvertido, a lo insignificante, pero que para ellos es de significación plena. También, sabemos por Ginzburg, que esta tríada tiene un común denominador: todos fueron médicos y aplicaron un sistema semiótico para diagnosticar las enfermedades que muchas veces no están a simple vista.

CULTURA

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2022-06-19T07:00:00.0000000Z

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