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El gobierno admite que no hay ni habrá plan

Por qué es inconsistente la promesa oficial de bajar la inflación al 3% por ciento mensual. La dura herencia que recibirá el próximo gobierno. Qué habría que hacer para salir de la crisis.

Luis secco*

Luis Secco explica por qué es inconsistente la promesa oficial de bajar la inflación al 3% por ciento mensual. La dura herencia que recibirá el próximo gobierno.

cambio es sinónimo de conflicto. Lo es en nuestra vida personal, laboral o en comunidad. Y el próximo gobierno tendrá que tener vocación por el conflicto y tendrá que mostrar un claro compromiso por enfrentar los problemas y resolverlos. Si no los tiene no hay cambio posible y la Argentina que queremos una gran mayoría de argentinos seguirá habitando en el mundo de los deseos. No se pueden seguir posponiendo decisiones, por más difíciles que resulten, barriendo los problemas abajo de la alfombra, esperando o rezando que el tiempo (u otro gobierno) los resuelva.

Lamentablemente, está claro que la Administración Fernández ha optado por esto último. Los sincericidios públicos recientes del ministro de Economía, Sergio Massa, y su viceministro, Gabriel Rubinstein, terminaron con las especulaciones: no hay ni habrá un programa económico. Es lo que hay y no hay condiciones para algo mejor (o “más profundo”, como dijo Rubinstein). No podemos esperar, por lo tanto, una reversión de las dinámicas de crisis. La inflación, la falta de dólares, el deterioro del balance del BCRA y las dificultades para

refinanciar los vencimientos de la deuda en pesos seguirán a la hora del día. Y así, las chances de un aguante exitoso se irán reduciendo cada día un poco más.

Es muy impresionante que quienes deberían ocuparse todos los días por cambiar el curso de las expectativas sean los que desalientan dicho cambio. El ministro intenta de tanto en tanto esbozar mejores perspectivas. Pero el recurso de los dólares con nombre (Soja, Malbec, Turista, Qatar, etcétera) se va tornando cada vez menos efectivo para anabolizar las reservas; mientras que las promesas de nuevos financiamientos (de China, de Brasil, de Organismos) siguen, por el momento, en el terreno de las promesas. Ante empresarios, Massa sostuvo que no cree en la magia, pero el núcleo de su política antiinflacionaria pasa por un nuevo acuerdo de precios.

La consolidación fiscal es precaria y relativa, y la disciplina monetaria se ve contradicha en la práctica, con un pasivo del BCRA que creció en lo que va de su gestión un 24% (al 23/11), lo que anualizado arroja una tasa del ¡98.8%!, un ritmo incompatible con cualquier atisbo de estabilización nominal. No estamos seguros de que el ministro no crea en la magia porque parece apelar a ella para bajar la inflación a su objetivo de un 3% mensual hacia fines del año que viene. Pero de lo que sí podemos estar seguros es que para el próximo gobierno la austeridad fiscal no es optativa, ni puede limitarse a una “puesta en escena” ni quedarse en el terreno de las promesas. Estamos acostumbrados al falso dilema de la austeridad: la idea de que no se puede hacer un ajuste fiscal porque la sociedad argentina no lo toleraría. El presidente Alberto Fernández viene expresando ese falso dilema de diversas maneras cada vez que le dice no al ajuste. Por qué es un falso dilema: porque sin austeridad fiscal a la sociedad argentina tampoco le está yendo nada bien. Y está claro que ha llegado el momento de ir por algo diferente. Ser progresista en la Argentina de hoy pasa por erradicar la inflación y, por lo tanto, no hay que tenerle miedo a las palabras ajuste y reformas.

Una economía estable, que favorece la productividad y las inversiones es sinónimo de creación de empleo privado bien remunerado. Sin inversiones no hay productividad y sin productividad no se pueden generar nuevos puestos de trabajo

La estrategia del aguante se va quedando sin aire mientras la macro sigue urdiendo su venganza.

ni pagar buenos salarios. La falta de ese marco favorable a la producción hizo lugar a las políticas sociales que hoy conocemos. Las cuales no podrán desaparecer de un día para otro. Pero ello no significa que no podamos pensar en una Argentina sin ellas porque no hay política social o de gasto social capaz de compensar los efectos de malas políticas económicas. Y el foco debe estar puesto, precisamente en el eliminar esas malas políticas y cambiarlas por otras que favorezcan la estabilidad, el crecimiento y el desarrollo del sector privado.

La estabilidad y la sustentabilidad macroeconómica, la ausencia de distorsiones de precios relativos, un menor peso muerto del Estado y cero volatilidad normativa pueden allanar el camino hacia la recuperación del sector privado producti-

Sumario

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