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La comunicación de Alberto: los yerros discursivos del Presidente y la impotencia de su equipo por no poder a

La impotencia de su equipo ante la verborragia del Presidente. Barcos y otros yerros. Por qué no se “coachea”. Los antecedentes.

CARLOS CLAÁ @carlosclaa

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sobran las oportunidades de dar buenas noticias en pandemia. Y tras un año y medio de convivir con el coronavirus, que produjo más de 85 mil muertes en Argentina hasta el momento, la visita de un mandatario extranjero podía significar un título positivo para Alberto Fernández. No pudo ser.

Es que sobre el final de la gira del español Pedro Sánchez por el país, el Presidente quiso hacerle un cumplido que terminó en escándalo internacional. La impactante frase de los argentinos que salen de los barcos y los brasileños que lo hacen de la selva, que él citó como de Octavio Paz, le valió la reprimenda de sus pares latinoamericanos y el enojo de propios y ajenos. El blooper de Alberto Fernández se instaló en los medios y su estilo verborrágico quedó en la mira.

En los pasillos de la Casa Rosada, otros funcionarios se lamentaron por la oportunidad perdida. El Presidente no terminó de entenderlo: cree que lo castigaron demasiado por un error que considera ínfimo. Del tamaño que sea, se suma a una larga lista de yerros que evidencian los problemas que tiene para comunicar.

AISLADO. Tras el último exabrupto, a Alberto Fernández le hicieron sentir

EN SU ENTORNO DICEN QUE SU MODO IMPROVISADO ES UNA REACCIÓN AL MACRISMO, EN EL QUE TODO ESTABA MEDIDO.

la soledad. Más allá de la mesa chica, acostumbrada ya a intentar calmar las aguas tras las polémicas iniciadas por el Presidente, fueron pocos los funcionarios que lo bancaron públicamente. Y muchos más los que se reenviaron los innumerables memes que se produjeron.

“El Presidente de la República está siendo acusado de racista. Nada más forzado desde la lógica y nada más alejado de la realidad”, indicó en un comunicado Magdalena Odarda, la presidenta del Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI). Y agregó: “Los argentinos tenemos un líder que ha pedido expresamente que cuando sientan que se equivoca, se lo hagan saber. Sin pérdida de tiempo. Para corregir, para reparar, para mejorar”.

La de Odarda, claro, no era una defensa desinteresada. La ex senadora por Río Negro ocupa ese sillón desde que Alberto es Presidente. Si bien había hecho gran parte de su carrera política como afiliada a la Coalición Cívica, en 2019 se unió al Frente de Todos e hizo campaña por Fernández. Por eso sus palabras no fueron demasiado objetivas.

Tampoco las de Victoria Donda, la titular del INADI, que recibió una carta del Presidente, la noche posterior al blooper sobre el origen de brasileros, mexicanos y argentinos, para que ponga a “consideración” del organismo contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo sus dichos. “Me parece histórico que salga a disculparse por algo que hizo y pudo haber ofendido a muchas comunidades”, dijo la funcionaria en declaraciones mediáticas.

Del resto, poco y nada, mientras las críticas de la oposición y de los expertos en comunicación arreciaban. “La política de la improvisación siempre se veneró en nuestro país, incluso desde la prensa. Se festejaba a los líderes que dan discursos sin leer, de la gracia que daba romper un protocolo”, le dice a NOTICIAS la doctora en Ciencias Sociales e investigadora de medios, Adriana Amado. Y agrega: “En el debate presidencial, uno de los méritos que esgrimía el Presidente era no haber sido ‘coacheado’, como si prepararse fuera un desmérito”.

Incluso en los medios más amigables para Alberto Fernández, le hicieron saber su error. En Página/12 hablaron de los “goles en contra cometidos por la comunicación política”. El periodista y escritor Mario Wainfeld dejó una lección básica en su columna: “Jamás se habla solo para el auditorio presente ni el interlocutor cercano”.

INCENDIOS. La administración de la pandemia acentuó la seguidilla de tropiezos del Presidente. En las sucesivas extensiones de la cuarentena, Alberto Fernández explicaba cual profesor la situación argentina. Y la comparaba con otros países, dejando un reguero de conflictos diplomáticos a su paso. En cuestión de meses sumó problemas con España, Suecia, Chile, Brasil y Finlandia.

“La verdad que lo que veo es que Suecia cuenta 3.175 muertos por el virus. Es menos de la cuarta parte de lo que Argentina tiene”, dijo el Presidente en mayo del 2020. El embajador Anders Carlsson le contestó que “pasará el tiempo para saber qué modelo funciona mejor”. A esta altura, los escandinavos tienen 14.500 fallecidos por Covid contra los 85 mil argentinos. Uno de los tantos ejemplos.

Su último yerro también se hizo sentir en el exterior. Jair Bolsonaro tuiteó una foto burlándose de los dichos de Alberto Fernández y el periodismo mexicano también le hizo sentir el rigor. La improvisación, otra vez, costó caro.

Ser repentino es un arte peligro

so, que Alberto supo cultivar en sus años de jefe de Gabinete. Pero al mando del Ejecutivo, sus acciones tienen una repercusión que aún no puede dimensionar. A pesar de las recomendaciones, el Presidente nunca cambió su número de teléfono celular, una vez electo. Por lo que no puede filtrar los mensajes que le llegan. De hecho, es él mismo quien arregla entrevistas con algunos periodistas o suministra información que podría delegar.

En su entorno confiesan que su modo directo e improvisado es una reacción al macrismo, donde todo estaba medido y había una completa falta de naturalidad. Como siempre renegó del marketing PRO, quiere mostrar otro tipo de conducción, pero eso tiene sus riesgos.

Por ejemplo, el del manejo de su propia cuenta de Twitter. En más de una oportunidad, algún interlocutor le envía por WhatsApp un tuit que Alberto considera importante o gracioso y él mismo lo comparte, como si fuese un usuario más. Así, por ejemplo, retuiteó una caricatura de él y Vladimir Putin vacunando en el trasero a un gorila. Otro error no forzado.

El Presidente tiene un equipo de comunicación, pero que suele correr de atrás con estos tropiezos. Son los encargados de buscarle explicación a las ocurrencias de Alberto, más que de opinar sobre lo que va a decir. Y tiene a dos especialistas como Alejandro Grimson y Ricardo Forster para darle forma a sus discursos, pero confía más en sus palabras.

Algo parecido le pasa a Axel Kicillof, el gobernador de Buenos Aires, que ya es un abonado a los bloopers discursivos. Como cuando se quejó del machismo que reinaba en la provincia, porque “llaman a los intendentes los varones del Conurbano”, cuando en realidad se les dice “barones”. O cuando, en una borrachera de lenguaje inclusivo, saludó a jóvenes y a “jóvenas”. Los efectos secundarios de la verborragia.

Ante la inminencia de las elecciones legislativas, los errores discursivos son puñales en el Frente de Todos. Con una situación económica en jaque y una segunda ola que no cesa, lo que menos necesita el partido gobernante es sumarse problemas. Pero Alberto Fernández no para de darse tiros en los pies.

SUMARIO

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2021-06-19T07:00:00.0000000Z

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