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Las adicciones virtuales:

La tecnología tiene hoy más supremacía que muchos otros poderes que se denuncian. Domina nuestros consumos, cuerpos e ideologías. Un análisis de la situación actual a partir de Freud y los principales filósofos del último siglo.

Por SILVIA ONS*

la tecnología tiene hoy más supremacía que muchos otros poderes que se denuncian. Domina nuestros consumos, cuerpos e ideologías. Un análisis de la situación actual a partir de Freud y los principales filósofos del último siglo. Por Silvia Ons.

Ala mañana nos levantamos y chequeamos de inmediato los mensajes del celular, seguramente alguna otra información no buscada se filtra y hace que nos detengamos incluso en algo poco interesante y que, sin embargo, nos captura. Luego la computadora, y así en más pasamos la mayoría del tiempo frente a la pantalla. Como si lo virtual ejerciese una suerte de atracción que va más allá de lo necesario, un imán poderoso que nos priva de la lectura, del encuentro con amigos, de todo aquello que podría sustraernos de su influencia. En decir, nos hemos transformados en adictos de lo virtual.

Tradicionalmente se consideró que el sujeto dirige su intencionalidad al campo de los objetos, en una suerte de direccionalidad que va desde el interior al exterior. El mundo permanece en su lugar como un afuera y es la conciencia la que se orienta a lo que habita en el mundo, así Jean Paul Sartre recuerda las palabras de Edmund Husserl: “la conciencia es conciencia de algo”. Jacques Lacan combate la concepción de que el sujeto tiene por delante un objeto al que apunta, ya que tal idea oculta que es el objeto mismo el que puede causar tal orientación allí donde el sujeto se cree dueño de la percepción. Así, las imágenes televisivas, el celular, la computadora captan nuestra mirada y si en algunos casos producen adicción, es porque allí el sujeto queda tomado al modo de lo que Baudelaire decía de su dependencia: “soy fumado por la pipa”. Se refería a la adicción al opio, poniendo el acento no tanto en su voluntad de ir hacia el opio sino en la manera en la que el opio lo tomaba a él.

Anticipando el dominio que podía tener la técnica en nuestros días, Martin Heidegger escribió un trabajo llamado “Serenidad” (“Gelassenheit”) refiriéndose a un temple necesario para poder decir sí y no. Veía que se avecinaba una época caracterizada por la “huida del pensar” y sin rechazarla proponía un estar, pero también un retiro necesario. ¿Sería hoy posible ese movimiento que supone un margen de libertad frente a la técnica? ¿Acaso advertimos el influjo que tiene en nuestros cuerpos? Un psicoanalista llamado Víctor Tausk, discípulo de Freud, habló

SUMARIO

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2022-01-22T08:00:00.0000000Z

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