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Los sujetos contemporáneos consideran que son libres, exentos de condicionamientos.

de la importancia de la “máquina de influencia” en las psicosis. Es que en estos cuadros los aparatos tecnológicos pueden ser vividos como capaces de alterar el cuerpo de los sujetos. Así, una paciente paranoica sentía que el televisor emitía imágenes y voces sarcásticas dirigidas a ella. Otro paciente decía que de la radio emanaban mensajes destinados a su persona e internet irradiaba luces que lo penetraban. Se dirá que se trata de una locura y esto es cierto, pero cabe encontrar que esa locura habla de la influencia, que sin llegar a este plano delirante, tiene el mundo virtual sobre nosotros y que es desapercibida. Freud utiliza la metáfora del cristal para explicar la diferencia entre neurosis y psicosis ya que cuando el cristal se rompe –la psicosis- lo hace siguiendo sus articulaciones normales. Su idea es que desde las desfiguraciones y exageraciones de lo patológico, se puede colegir la simplicidad aparente de lo normal. Tausk observa que, en la psicosis, los aparatos que ejercen influencia están íntimamente relacionados con el cuerpo del paciente, y que la dimensión exterior-interior se esfuma.

Sin ir a esos extremos patológicos, cabe reflexionar en la manera en la que nombramos los cuerpos: cuando se quiere dar cuenta de un gran estado de excitabilidad se dice que alguien está “eléctrico” aludiendo así a un cuerpo que ya no semeja lo humano, también cuando se alude a un máximo rendimiento se dice de alguien que es “una máquina” , un “avión” o “un motor”. Ponerse en carrera es tener “pilas” y ponérselas, la demanda dirigida a aquel que “se cuelga”, como se dice de la computadora. “Bajar un cambio” es un dicho corriente de alguien que está muy acelerado como un motor, “desacelera” va en la misma dirección. “Repone el motor” es una frase empleada como consejo de descanso y “es hora de que arranques” cuando se descansa demasiado. Los alimentos de consumo y los medicamentos vitamínicos no acentúan tanto el bienestar sino la potencia en términos de energía. Detengamos en los mensajes publicitarios, en las ofertas de consumo, en el marketing de nuestros días, para observar de qué manera todo está orientado, no tanto a vivir mejor sino a hacerlo más intensamente. Paul Virilio nos muestra que ello equivale a tratar lo viviente como motor, máquina de acelerar constantemente. El poder tecnológico afecta la manera de vivir el cuerpo y la psicosis, bajo la forma delirante, así como los prejuicios precientíficos hablan de esa afectación. Ciertos aborígenes también captan -aún de manera supersticiosa- el poder tecnológico cuando se niegan a ser fotografiados ya que la cámara no solo toma la imagen, sino que arrebata el alma.

En definitiva, los aparatos tienen incidencia en nosotros sin que podamos advertirlo como sí lo perciben, aunque de manera delirante, los psicóticos y los sujetos de otras culturas particularmente en

el siglo XXI. Actualmente sigue vigente la idea que concibe la cámara como aparato diabólico, en algunas zonas indígenas como la de Altos de Chiapas, México. Pero sin ir a otras culturas ni cuadros psicopatológicos una anécdota será más que ilustrativa de la influencia tecnológica en nuestras vidas: Alphonse Allais, escritor y humorista francés, cuenta que un amigo lo invita a su casa para que descubra su nueva adquisición: el teléfono. El amigo le explica lo que es un teléfono, el maravilloso instrumento que es: “Basta que suene el timbre, puedo inmediatamente responderle”. A lo cual Allais replica: “¡Qué horror, respondes como un criado!”. ¡En su humor destacaba la pérdida de libertad que conllevaba ese invento tan maravilloso! Paradójicamente, los sujetos contemporáneos consideran que son absolutamente libres, empresarios de sí mismos, exentos de condicionamientos

Agamben se refiere a una paulatina destrucción de la experiencia con el desarrollo tecnológico. Una visita a un museo o a un lugar de peregrinaje turístico es instructiva. La aplastante mayoría de la humanidad hoy se niega a hacer la experiencia de ello: prefiere que la experiencia la haga la máquina fotográfica. Pero la novedad es que actualmente los instrumentos no son tan externos al sujeto como otrora, sino cada vez más incorporados a su cuerpo que pasa a tener sus características.

EL AMOR AMENAZADO. Una mujer conoce a un hombre con quien comienza a salir, la relación prospera al punto de imaginar una vida en común. Un día se produce un malentendido y surge una discusión ocasionada por diferentes puntos de vista respecto a ese proyecto, nada insalvable, solo una divergencia. Se despiden y él llega a su casa. Con avidez inspecciona una por una las fotos de Facebook y sin que exista ninguna evidencia, comienza a sospechar de una relación de ella con un ex novio. En su desvelo se dirige a WhatsApp para detectar con angustia que la mujer lo usó pasada la trasnoche. Ya casi tiene la certeza de un engaño, ahora basta tomar su celular para, al revisar las llamadas y los contactos, encontrar la pista que falta. Aquella “revelación digital” instaurará el eje de la desconfianza en el vínculo, ya no se profundizará sobre la diferencia puesta en juego en ese diálogo y en esas palabras: el celular, el ordenador tomarán su relevo. Este ejemplo se extiende -aún con sus variantes- en muchos casos en los que en lugar del “malentendido” entre los sexos se impone el “sobrentendido” digital. ¡Y cuántas rupturas se producen!

Los rasgos paranoicos de determinados sujetos se acentúan en el “panóptico digital” sin que necesariamente sea la paranoia su estructura. ByungChul Han dice que la transparencia es un estado en el que se intenta eliminar todo no saber y donde ella domina es que ha desaparecido la confianza. Así, en

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2022-01-22T08:00:00.0000000Z

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