Mala estrategia teen

Los estudiantes secundarios han tomado 16 colegios de la ciudad de Buenos Aires durante más de una semana, al cierre de esta edición. Es una historia recurrente, que se repitió durante varias gestiones locales y que los jóvenes -y muchos adultos- justifican en una especie de necesidad de “práctica política” de los adolescentes. Está claro que se trata de eso, de una discusión política con el gobierno de la ciudad, ya que el reclamo de una vianda no parece tener la entidad necesaria como para poner candado en una escuela y atribuirse el derecho de decidir quién entra y quién sale.

Quienes buscan tintes épicos en estos gestos, los comparan con las protestas de los jóvenes europeos que, en los últimos años reperfilaron la mirada de los partidos tradicionales hacia esa porción del electorado que se les escapa por izquierda o por derecha. Lo que omiten estos argumentos es que esos j jovenes no tomaron colegios sino que marcharon por las calles para hacerse escuchar.

Siempre es bienvenido el esfuerzo de los estudiantes por hacer oír su voz e influir en la toma de decisiones, tanto en términos sociales como políticos. El problema aquí son los métodos poco imaginativos, e incluso para algunos en la frontera con lo contravencional, que no solo eximen a los jovenes de la responsabilidad de estudiar sino que también contribuyen al caos social del “vale todo”. En tiempos de redes podría ser mucho más eficaz una campaña digital para difundir la problemática planteada en lugar de cerrar las puertas de las escuelas, lo que, en definitiva, termina desviando el foco de la discusión.