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Desde hace años advertimos la debilidad de los gobiernos después de la pandemia

de prensa todos los días, a las siete de la mañana que dura mucho, sin solemnidad ni prepotencia.

México fue un gran imperio, y conservó ritos que alejaron a sus mandatarios de la gente, como se pudo ver con los que practicó Enrique Peña Nieto, encerrado siempre en Los Pinos, el símbolo del poder. AMLO desde el primer día abrió Los Pinos a la gente, rara vez protagoniza ceremonias grandiosas, con ropas estrafalarias. Decimos siempre que la política se ve y a él se le ve como un tabasqueño más, un mexicano que quiere servir a los demás.

Desde hace años advertimos en esta columna sobre la debilidad de los gobiernos en la tercera revolución industrial y sobre todo después de la pandemia. En países con instituciones débiles como Argentina, Perú, Ecuador, Venezuela, Bolivia, la inestabilidad política es extrema, puede pasar cualquier cosa, en cualquier momento. Pero también en países con alta institucionalidad como Chile, Colombia, Brasil, Uruguay, Paraguay se han producido hechos que ponen en riesgo la democracia representativa.

En los últimos años hablamos sobre esto con mandatarios que en los primeros meses de gobierno lograron una excelente evaluación y después se desplomaron por un tobogán del que no pudieron volver.

Algunos renunciaron, otros quedaron como patos rengos que chapotean contando

La patria grande y las vacunas. Algunos legisladores argentinos se sintieron marineros del Acorazado Potemkim. Pusieron una cláusula que impedía que se venda la vacuna Pfizer en Argentina. Daban un golpe letal al capitalismo. No importaba que para eso mueran unos miles de argentinos. Total, también hubo muertos en el Palacio de Invierno.

Aunque parecía difícil, asomó un país más revolucionario. Haití es una de las naciones más pobres y también la única del hemisferio que no ha vacunado a ninguno de sus habitantes. Vive una emergencia sanitaria final.

El problema no fue la falta de dinero, sino los principios incorruptibles de sus gobernantes. Les hicieron varias ofertas de donación de vacunas, especialmente por parte del Covax, pero las rechazaron porque según el gobierno el 80% y el 90% del pueblo no quería vacunarse con la vacuna que les donaban, que era AstraZeneca.

Este sí es un gobierno soberano: si no le regalan la vacuna que les gusta a sus políticos, es mejor que la gente muera defendiendo una bandera. Puede explicarse por una actitud ideológica heroica o simplemente por un grado enorme de tontería e ignorancia de sus dirigentes.

El bloque internacional aliado de Argentina, principal adversario de los Estados Unidos, integrado por Venezuela, Nicaragua, Cuba y Haití, no reporta la situación del COVID. Médicos independientes dicen que se oculta un genocidio.

Pero Haití puede estar tranquilo.

En la medida en que se identifique más con la tontería, puede aspirar a que Rosario Murillo le envíe amatistas, Maduro pajaritos de plástico como les que usó en su la campaña electoral. Tal vez Alberto puede enviar unas imágenes de San Gauchito. ¿Para qué las tonterías científicas si la magia funciona en el país de Duvalier?

Política / Ideas

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2021-06-20T07:00:00.0000000Z

2021-06-20T07:00:00.0000000Z

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