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La dolorosa partida del artista Palo Pandolfo

Ensayar la despedida abrupta de un artista joven, brillante y promisorio es una tarea ardua para cualquier cronista musical. Como una maldición de esta época siniestra, con varias pérdida de músicos jóvenes, de golpe, se esfumó la vida de Roberto ‘Palo' Pandolfo, artista fundamental de las últimas cuatro décadas de historia del rock nacional, desde la primavera democrática de los años ‘80. Con solo 56 años, fue hallado sin vida en la vía pública, en el porteño barrio de Caballito, el jueves pasado.

Desde que apareció en la escena rocker argentina, Palo Pandolfo fue siempre un tipo distinto, por su calidad artística, por sus letras, por su compromiso político e ideológico

de su primigenia banda Sempiterno (1979/1983), la aparición de Palo Pandolfo al frente de Don Cornelio y la Zona, en 1984, fue un cross a la mandíbula del rock nacional, con una poderosa mezcla de rock, pop, funk, new wave y hasta de eso que luego se dio en llamar postpunk. El debut discográfico en 1987 atrajo a muchos con hits de alto impacto, calientes, poderosos y bailables como ‘Ella vendrá', ‘Rosario en el muro' y ‘Tazas de té chino'. El disco, que mostraba en Pandolfo a un letrista inspirado además de ser un gran compositor de canciones, fue producido por Andrés Calamaro, que también participó en coros y teclados.

Luego, en 1988, vendría el oscuro ‘Patria o muerte', como involuntario pero no menos creativo cierre de un grupo que se convertiría en símbolo de las bandas de culto de los ‘80, con seguridad, la más importante de despachó con otro combo excitante de canciones pop que, una vez más, coqueteaban sensuales y rockeras con ritmos diversos: Los Visitantes. Tras el magnífico debut con ‘Salud Universal', vendrían cinco discos más de notable factura, hasta la disolución en 1999.

Hubo registros multifacéticos como Maderita (1996) y Desequilibrio (1998), conteniendo un crossover de rock, pop, tango, música rioplatense y hasta aires cumbieros. Desde su creatividad infinita y su voz cascada, Palo Pandolfo mostraba que podía bajar los decibeles sin resignar nunca la intensidad ni la creatividad, en letras y música. Por esa época, Palo también desbordaba poesía en otro combo artístico: Los Verbonautas, junto a Vicente Luy y Gabo Ferro, entre otros. Tras Los Visitantes, vendría su etapa solista.

Desde su debut con Don Cornelio y la Zona en el Chateau Rock de 1988, Palo Pandolfo construyó una relación de amor con Córdoba. Trasegó bares, pubs, patios, clubes, teatros y estadios como pocos. Como buen artista de culto, no siempre fue para gran número de gente. Otro hito memorable fue la actuación en el primer festival Nuevo Rock Argentino, un muestrario del rock emergente de principios de los años ‘90. Con Los Visitantes, Palo Pandolfo fue parte central de esa movida, cerrando una de las noches de una grilla impresionante de bandas, para solamente 200 personas, en el actual Polideportivo General Paz.

Por estos días, Pandolfo estaba a punto de lanzar y presentar su nuevo disco junto a su banda La Hermandad. De hecho, ya había lanzado dos cortes de difusión, una de ellos registrado junto a Santiago motorizado de ‘El mató a un policía motorizado'. Ese tema se llama ‘Tu amor'. De alguna forma increíblemente premonitoria, el propio Pandolfo había dicho del tema: “Tu Amor es una transmigración, un cambio de estado del alma. Representa la muerte de algo y el renacimiento, un viaje hacia otro estadío”.

En ese estadío flotan su alma y su creatividad inconmensurable. A nosotros solo nos queda el dolor y seguir escuchando sus canciones.

Y había tantos que hasta en la zona del Delta, en Buenos Aires, en donde este animal abundaba hasta comienzos del Siglo 20, terminó llamándose tigre.

Brochero era un cura de sombrero, poncho y rebenque. Asentado en Traslasierra creó escuelas, levantó iglesias y cuando hacía falta abrir un camino se bajaba de su mula

Malacara, agarraba un pico y una pala y en 20 días de trabajo lo terminaba haciendo él.

Se hizo muy conocido. Era amigo de Juárez Celman, el cordobés que llegó a Presidente. Y por eso, le fue a pedir que el ferrocarril llegara a su pueblo.

Brochero no pidió audiencia. Viajó a Buenos Aires y “Mire, vaya entonces y dígale a Miguel que el Cura Brochero lo quiso ver. Y que le deja este queso casero que le manda una paisana, para que lo pruebe. Con la condición de que no le dé a usted, de él, ni una pizca, por ser tan, pero tan pelotudo...”

Y dándose media vuelta, el cura que se haría leyenda desde las Altas Cumbres hasta el mismo Vaticano, tomó hacia la Plaza de Mayo y caminando despacio se fue.

El Cura Gaucho, como todos lo llamaban, era, a veces, malhablado. Sobre todo, con

quienes se lo merecían...

Opinión

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2021-07-25T07:00:00.0000000Z

2021-07-25T07:00:00.0000000Z

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