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El elector fantasma

TOMáS ABRAHAM*

el país pero que no haya reducción de gasto público; instalar el control de cambios y el cepo y generar confianza para que se invierta en la producción de bienes y servicios; que se emita para solventar gastos pero que la moneda no se deprecie; que haya ahorro y depósitos en los bancos pero con tasas negativas para abaratar el crédito; distribuir lo que queda con más impuestos y confiscaciones a la vez que crear más incentivos para que se produzcan más riquezas; ser keynesiano con un estado quebrado; publicitar que se compre nacional y denigrar a los industriales; apoyar a las pymes y mantener las leyes laborales que las funden. Esto es lo que le ofrecen al elector fantasma que zumba de un candidato a otro, y de una decepción a otra.

Los de Juntos cambiaron. Mandaron a Macri a la segunda fila y lavaron su pasado con una interna que los favoreció. Vidal, Santilli, Larreta, Manes, Lousteau, y los radicales, se presentaron en sociedad y sedujeron al elector fantasma que podía olvidarse de su desengaño del 2019. El Frente de Todos rechazó la interna para mostrarse sin fisuras frente al demonio macrista. El argumento que justificaba las dificultades por los daños de este año y medio de pandemia y por la herencia neoliberal no sedujo al elector fantasma. Como tampoco la figura negativa de Cristina le bastó a Macri para evitar su derrota en el 2019.

La única verdad no es la realidad. Los electores fantasmas no ceden sus ilusiones, por eso tampoco pueden evitar decepciones. Que se convierten en frustraciones y su secuela de resentimientos. De estos últimos se nutre Javier Milei. Le dice al elector fantasma que no tiene responsabilidad alguna en elegir candidatos fantasmas - porque también hay postulantes que aparecen, desaparecen y cambia de lugar como espectros - , sino que ha sido estafado y merece vengarse. Su cobertura en F. Hayek y L. von Mises, u algún otro economista de hace casi un siglo, no es sólo anacrónica en un mundo en el que el poder dominante globalizado viene del extremo oriente y en el que los bancos centrales de Occidente emiten moneda y deuda a rabiar para mantener las tasas bajas y estimular el consumo, sino que su macartismo es demasiado ingenuo y grotesco al incluir a Carrió y Cobos, por ejemplo, en la izquierda internacional. Pero funciona porque el elector fantasma necesita no sólo ilusionarse sino divertirse.

¿Y Massa? Es el nuevo Alberto, sin bigotes. Opera con todos y trata de flotar. Los humedales de Nordelta y su pie en Aysa le permiten hacerlo, agua no le falta. El elector fantasma ya se puso un salvavidas, por si acaso.

IDEAS

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2021-09-19T07:00:00.0000000Z

2021-09-19T07:00:00.0000000Z

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