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“El liberalismo verdadero merece respeto; pero los neoliberales expresan ideas antiguas”

J.F.

—¿Cambiaría algo de lo que hizo cuando fue presidente? ¿Se arrepiente de algo?

—Seguramente hoy tengo otra perspectiva. Los ultraliberales, que algunos llaman neoliberales, de neo no tienen nada. La definición sería protoliberalismo, sus ideas son anteriores al liberalismo.

El liberalismo verdadero merece respeto, pero es otra discusión. Hay algo de repudio al Estado y las sociedades modernas cada vez son más complicadas. Dentro de poco habrá derecho y justicia ambiental. Existiría justicia digital y mayor control sobre esos entornos. La quimera del Estado mínimo no compagina con la complejidad del mundo moderno. La verdadera lucha es cómo mejoramos la calidad de la herramienta Estado. Hay que transformarlo en una carrera de carácter con muchos escalones de enseñanza. Es una gigantesca batalla que no dimos y que nadie se plantea. Aprendí algo de los chinos. Hay una vieja dinastía que elegía los muchachos más inteligentes, los acuartelaba, los formaba y constituía su burocracia. Trabajaban para tener los mejores trabajadores en la cosa pública que puede tener un país. Eso no se lo plantea nadie. La idea es cortar o achicar el Estado. Por ese camino lo único que hacemos es jodernos. sus propias entrañas. Está llevando al mundo a un sistema de derroche. Tiene necesidad de enmendar eso. Es probable que el pobre capitalismo a la larga instrumente la renta básica. Los robots no van a ir al supermercado a comprar. Es probable que asistamos a una época de convulsiones desde ese punto de vista.

—¿Cuál es su perspectiva sobre la relación con el trabajo, que ya no es simplemente económica?

—Una cosa es el trabajo impuesto como obligación, y otra como divertimento. El ocio creador. Puede ser un mundo maravilloso o de oprobio. Dependerá de la voluntad humana organizada. Nada de eso está elaborado en un sentido u otro. También podemos ir a dos mundos. Un mundo de los irrelevantes y otro mundo después de la Gran Muralla, que no necesariamente tiene que ser material, donde viva el otro mundo. Dependerá de la capacidad de organización y de lucha del hombre.

—Dijo que si tuviera cuarenta años menos vendría a la Argentina y lucharía por los cambios que hay que producir. ¿Cuál sería el plan detrás de esos cambios?

—No me puse a pensar en eso, pero tomaría mucho mate con los que piensan distinto. Perdería mucho tiempo conversando. Trataría de respetar e incentivar en todo lo que pudiera el mundo del trabajo y la ciencia. De acotar el despilfarro y gastar mucho más en inversión en la cabeza de la gente. Menos lujo y menos cromado. Buscaría más calificación terciaria para la gente joven. El proletariado en nuestra época era una gente que vestía más o menos de mameluco y gorra de cuero. El del futuro será gente de túnica o de escritorio, de capacitación terciaria. La verdadera batalla está en las universidades y con las universidades. Implacablemente, la sociedad que viene es la del conocimiento. El problema es para qué y para quién trabaja el conocimiento.

—¿A qué partido se afiliaría?

—El partido de la esperanza.

—Haría un partido nuevo.

—El partido esperanza. Estamos soñando, querido. Ni yo voy a ir a la Argentina ni nada por el estilo. Pero quiero a la Argentina. Por lo menos, créanme en eso, la sufro.

Reportaje

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2021-10-17T07:00:00.0000000Z

2021-10-17T07:00:00.0000000Z

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