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De la historia al mito

dejar otra herencia que un par de hombres de negocios de altísima gama, un ex vicepresidente retirado y un nieto.

Hoy el partido radical y el partido justicialista son espectros. Su realidad fantasmal permite que se vistan con cualquier ropaje y evoquen su pasado mítico. El radicalismo que de acuerdo a Leandro N. Alem no se doblaba, aunque pudiera romperse, efectivamente se rompió, y sus fragmentos son recogidos por Facundo Manes y Martín Lousteau, como antes fueron rescatados por Mauricio Macri, Rodolfo Lavagna, Francisco de Narváez, y el mismo Néstor Kirchner.

Tampoco se trata de peronismo, figura mítica abusada que puede dar para un tango, un bolero o un reggaetón, pero ya no para una marcha. Hoy los mitos son débiles respecto de la historia. Y la historia se llama kirchnerismo.

2. El kirchnerismo nuevamente apeló al montonerismo. Inventó a La Cámpora, habló de la maravillosa juventud, se apropió con exclusividad de la denuncia de los crímenes del terrorismo de Estado, sepultó a Raúl Alfonsín y a su épico juicio a las Juntas, degradó a su Nunca Más con un nunca menos, menospreció a Carlos Menem quien lograra el fin del poder militar golpista por su inteligente estrategia divisionista que debilitó al sector carapintada y gracias, al talento de Néstor Kirchner, pudo financiarse con bonos provinciales y obras públicas. Le dirán frepasismo tardío, bolivarianismo rioplatense, o lo que sea: hablamos de un movimiento político que nace de las cenizas del 2001 y de la debacle final de los partidos políticos tradicionales.

Gobierna hace dieciocho años, los cuatro de Macri fueron el fruto de una derrota autoinfligida de Cristina Fernández de Kirchner. La triple alianza entre Carlos Zannini, Daniel Scioli y Aníbal Fernández, un síntoma de la megalomanía de la hoy vicepresidenta, pretendió continuarla hoy con otra triple alianza entre Alberto Fernández, Máximo Kirchner y Axel Kicilloff.

El kirchnerismo es uno de los movimientos políticos más importantes de nuestra historia. Tiene la misma importancia que el roquismo, el yrigoyenismo y el peronismo. Se nutre de la crisis que crea la pobreza en la Argentina, la masa de gente sin trabajo, o con trabajos esporádicos, y millones de personas con ayuda estatal.

Hasta el 2011 fue policlasista, logró la adhesión de las capas medias gracias a los precios en ascenso de las materias primas. Desde ese momento cambia su base electoral. Hoy, en 2021, es posible que haya un desgaste de un movimiento que desde 2003 determina nuestra política, provoca odios, tiene a sus adoradores, y complementa con

3. No debemos olvidar que el mundo vive un momento histórico. Es posible que nada permanezca igual de ahora en más. Ni la geopolítica, ni la economía, ni el mundo mismo. Hubo y hay pandemia (y recordemos que la hay, a pesar de la irresponsabilidad de algunos dirigentes locales), y en nuestro país tuvo características particulares. El cierre de las escuelas y la foto del presidente deterioraron la imagen del primer mandatario, y es posible que ni Kicilloff ni Tolosa Paz hayan tenido el carisma que sus jefes pretendían para compensar gruesos errores. Hoy los intendentes, muchos de ellos vitalicios, intentarán recuperar terreno y achicar diferencias o incluso dar vuelta el resultado.

Dicen que Argentina es tierra de “caudilles”, vaya uno a saber.

Cristina Fernández parece

El kirchnerismo nace de las cenizas del 2001 y la debacla de los partidos

El Observador

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2021-10-17T07:00:00.0000000Z

2021-10-17T07:00:00.0000000Z

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