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El drama de la impunidad

JORGE FONTEVECCHIA

En palabras de Weber: “Nadie puede prescribir si se debe operar conforme a la ética de la responsabilidad o a la ética de la convicciones, o cuándo hay que hacerlo conforme a una y cuándo, conforme a la otra. Ambas éticas son complementarias que han de concurrir para crear al ser humano que puede tener vocación política”.

Apelar a Max Weber es más que oportuno en la convulsionada Argentina de hoy, y vale también para las causas que asechan a Macri. El célebre texto de “La política como vocación” (hay traducciones que lo hacen “como profesión”), surge de una conferencia que Max Weber pronunció en la convulsionada Alemania tras su derrota en la Primera Guerra en 1919 y ante una asociación de estudiantes en un clima donde se debatía elegir el camino revolucionario o el reformista.

En otro texto, “El sentido de la neutralidad axiológica de las ciencias sociales y económicas”, Max Weber abordó también el dilema, condenando la realpolitik maquiaveliana al aceptar que la política es el arte de lo posible pero que esas limitaciones no deben ser el único determinante: “Por nada del mundo quisiera que la nación se apartase del reconocimiento de que los actos no solo tienen ‘valor por su éxito’ (o resultados), sino que también son valiosos por la convicción que encarnan”.

Este conflicto que derrama de la política a la Justicia encuentra en el paso del tiempo la medicina sanadora: la biología o el cambio de humor social terminan por hacer abstracto el conflicto. En Argentina Menem murió sin tener que llegar a cumplir su condena gracias a la dilación de los procesos judiciales y la falta de confirmación de la sentencia por la Corte Suprema de Justicia. Y en Brasil la misma Corte Suprema, su Supremo Tribunal, revocó el propio juicio que había avalado años antes, cuando lo políticamente correcto se había desplazado hacia la utilidad social de alguna forma de reivindicación a Lula.

Que el juicio oral de la causa Hotesur y Los Sauces no esté comenzando le ahorra por ahora a Cristina Kirchner el escarnio público del que siempre hubiera salido condenada, independientemente del fallo al que llegara el tribunal. Más tarde o más temprano tendrá que enfrentarlo, pero no será lo mismo una eventual condena en alguno de sus juicios cuando ya tenga más de 70, pudiendo ser cumplida en su casa y no fuera ya vicepresidenta.

Alfredo Yabrán expresó impúdicamente que el poder era impunidad. Las reflexiones de Carl Smith sobre el soberano y el estado de excepción derivaron en vulgatas algo más elaboradas pero en el mismo sentido. Y sería ingenuo no reconocer que el poder genera formas de impunidad, mínimamente al potenciar mecanismos de defensa como los que se vieron en esta absolución en el caso de Hotesur y Los Sauces, de la misma forma que el poder de los adversarios los reduce, como lo demuestra la sola existencia de causas como las del Dólar futuro y Memorándum con Irán.

Así como no fueron posibles en Argentina “soluciones rápidas” al estilo de Uruguay con los militares y su Ley de Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado, también el capítulo de delitos de corrupción en el Estado tendrá sus idas y vueltas para que los políticos y la sociedad puedan hacer su digesto por etapas.

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2021-11-28T08:00:00.0000000Z

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