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“Argentina está frente a una oportunidad; la cuestión es si sus líderes y partidos políticos están abiertos c

JORGE FONTEVECCHIA

Es uno de los mayores especialistas del mundo en globalización y equidad. También es quien mejor estudió, desde los Estados Unidos, el desarrollo económico de Argentina. ¿Por qué nuestro país no tuvo la evolución de su país, Canadá o Australia? Presidente del Departamento de Historia durante cuatro años, fundador del Consejo para la Enseñanza y la Investigación Internacional y, en la actualidad, profesor de Historia en Henry Charles Lea, es el director del Laboratorio de Historia Global de la Universidad de Princeton. —La primera pregunta es para satisfacer nuestro narcisismo patrio. ¿Por qué Argentina?

—Fue en parte por accidente, en parte por una razón. El accidente fue que en la Universidad de Toronto, donde me licencié, tenía profesores argentinos que estaban exiliados en Canadá. Fue a fines de la década del 70, a principios de los 80 Me influyeron mucho. En realidad, muchos argentinos exiliados allá influyeron a toda una generación de pensadores en las ciencias sociales. Por otro lado, siempre tuve gran interés por las cuestiones relacionadas con el desarrollo económico, el canadiense y latinoamericano. De ahí surgió la preocupación por la historia argentina: era la más comparable con la de mi propio país de origen.

—Hay un gran economista argentino especialista en economía, Pablo Gerchunoff. Uno de sus libros es “¿Por qué Argentina no fue Australia?», otro de los países con los que nos comparamos, por la extensión de su territorio y también por ser un pueblo joven. ¿Por qué Argentina no fue Canadá?

—Empecé mi gran proyecto con esa pregunta. Pero habría que cualificarla. Es una buena y una mala pregunta. Se podría preguntar por qué Canadá no fue Argentina. En varios aspectos muy importantes, el experimento argentino fue exitoso. Es importante comprender esa lección. A partir de los años gloriosos de fines del siglo XIX y principios del XX los senderos canadienses y australianos y el experimento argentino apartaron los caminos. A mi juicio, tiene mucho que ver con la distribución de la tierra. El sistema agrario canadiense y australiano y el de Nueva Zelanda era más igualitario. Eso generó beneficios en el largo plazo, algo que no necesariamente se había previsto: fue el crecimiento de una especie de clase media propietaria en el campo. Eso no sucedió en la extensión tan profunda del caso argentino. Eso generó un costo ecológico. El famoso farmer canadiense americano trabajó su tierra en una concentración de cultivo de granos para exportación hasta que la destruyó. Una larga crisis del sector agrario norteamericano se debió al uso no ecológico de la tierra. Un costo que en el caso argentino no lo tuvieron que pagar. Son temas que deben discutirse. Pero el caso argentino contiene su propio nivel de complejidad.

—¿Por qué no se dio ese costo ecológico en Argentina y por qué sí se dio en Canadá?

—Porque la escala de las unidades productivas en el campo argentino, especialmente en la zona pampeana, permitió una rotación del uso de tierra. Espacios dedicados a la ganadería, al cultivo de maíz, de trigo y de otros granos. Hubo una diversidad de usos que no sucedió con los

farmers pequeños canadienses que debieron concentrarse en un solo producto. Y a lo largo de un tiempo, en realidad en una generación, empezaron a agotar las tierras canadiense y estadounidense. En las famosas imágenes en la época de la Gran Depresión de los años 30 es común ver los pueblos de la zona agraria vacíos, con una capa de tierra. Se convirtió la tierra en polvo, con grandes consecuencias ecológicas, lo que agudizó la crisis de los años 30. En ese momento, la gran depresión argentina no fue tan profunda como la canadiense. Es el resultado de ese modelo económico de la época previa.

—¿Las parcelas más pequeñas generaron ventajas y

“El desarrollo del campo argentino fue un fracaso social y un éxito ecológico.”

“La polarización de los Estados Unidos de hoy es comparable a la de Argentina de la década del 50.”

“En los 70, en la Argentina se desató una crisis que se anunciaba con la polarización previa.”

desventajas? ¿En Australia y en Canadá se creó una clase media antes que en la Argentina, pero al mismo tiempo, al hacer producciones pequeñas, los obligaba a un uso tan intensivo que finalmente se consumieron el capital?

—Gastaron la propia tierra de la que vivían. No sucedió en el caso argentino.

—Parecería que desde el punto de vista del capital natural, Argentina tiene un capital natural agrícola mayor respecto de países competidores

—Sí. Lo sigue teniendo. En el largo plazo, que la sociedad argentina tuviera acceso a ese recurso natural y la organización social que se desprende de ello dio posibilidades de un modelo de crecimiento con consecuencias sociales y económicas que en el largo plazo produjeron perversidades sociales pero no ecológicas. Vivimos los resultados de esa suerte de compromiso imprevisto del siglo XIX.

—Desde el punto de vista ecológico, Argentina hoy mantiene un capital natural que perdieron Australia y Canadá e incluso el centro de Estados Unidos. Pero, desde el punto de vista social, ¿incentivó a una menor construcción de clase media y luego a un modelo que no permitió o no promovió el desarrollo de otras fuentes de recursos que no sean las primarias?

—Claro. Esa es la bondad natural del campo. Hablo básicamente de la zona pampeana. Otras zonas ecológicas tuvieron su propia experiencia ecológica. Al mismo tiempo inhibió una transición hacia otro modelo económico y social. Te diría que el propio éxito argentino inhibió la transición posterior.

—Se da aquella idea un poco metafísica de que los males vienen de los bienes.

—Por eso mi explicación reside más que en las consecuencias del siglo XIX, en las consecuencias imprevistas del modelo elegido. En ese momento era algo muy difícil de predecir por las cuestiones tecnológicas y los límites del saber de entonces.

—Dijiste textualmente: “En la época dorada se sembraron problemas que se desarrollaron más adelante. El primero fue la desigualdad en la distribución de los principales recursos de esa época y el segundo fueron las instituciones públicas. El Estado no fue tan inclusivo

como el canadiense y como el australiano”. ¿Se trata de una actitud cultural, además de la política, que puede relacionarse con la diferencia entre el sur de Europa y el norte de Europa?

—No sé si se explica tanto por lo geográfico, sino que es una cuestión vinculada a las relaciones entre sectores y clases sociales. Lo que Argentina había creado y cuyas raíces se podían encontrar en la crisis abierta de los años 60, y antes en los años 50 con la polarización. Es una polarización que podemos ver ahora abriéndose actualmente en los Estados Unidos. Esa polarización es la incapacidad de instituciones políticas de mantener la integración de todos los sectores nacionales en un modelo de toma de decisión común, a través básicamente de sistemas representativos. Ese sistema se manifestó en una crisis dramática a fines de los años 70, con raíces sembradas en los años anteriores. Pero solo se ven las consecuencias cuando ya es imposible salir de lo que el gran historiador argentino Tulio Halperin Donghi llamó “el callejón sin salida”. Ya a fines de la década 60 era muy difícil salir de esa trampa.

—Suele considerarse que Argentina tuvo su punto de inflexión en 1975. Teníamos 4% de pobres y hoy el porcentaje llega a 40%. ¿Es la emergencia de un síntoma de una enfermedad que se había generado antes?

—Las raíces vienen de antes. El problema se manifiesta a fines del 50 y primeros años de los 60. En ese momento, el formato institucional de toma de decisiones colectivas está cada vez más roto. Se tornó incapaz justamente de salir de este callejón que se percibió cuando las consecuencias de esa crisis eran tan manifiestas.

—Según ese enfoque, en Australia y en Canadá se tomaron decisiones colectivas porque se repartió la tierra de una manera más democrática desde el comienzo. Al mismo tiempo, la Argentina tuvo éxito hasta 1920 o 1930. Las decisiones de la generación del 80 no se tomaron de manera conjunta entre toda la sociedad, sino simplemente entre la parte que era la elite que tenía el poder. De hecho, no había voto universal por entonces. ¿Cómo se explica ese mecanismo que puede parecer contradictorio?

—Es un tema de reflexión cómo incorporar la cuestión democrática. La gran desigualdad en la distribución de la tierra, la forma agraria que constituyó la base económica de un modelo, inhibió la formación de clases medias domésticas, a diferencia de Canadá o Australia. Por eso vuelvo a la cuestión de la temporalidad. Las consecuencias de esa falta no se manifestaron hasta después, con la formación de partidos políticos que establecieron un desacuerdo cada vez más básico sobre el propio modelo. Por más que hubo un partido laborista en Australia o Canadá, los partidos políticos nunca pelearon por las cuestiones de la base económica de su país. Discutieron otras cosas, pero eso no. En el caso argentino el modelo fue causa de polarización.

—La causa de la causa sería que dado que en la Argentina se repartió la tierra de una manera que hizo que solamente decidiera una parte de la sociedad, luego hubo una reacción de la parte que no estaba convocada a las decisiones y generó la polarización. Mientras que en Australia, Canadá y en otra medida en Estados Unidos, como hubo un reparto originario de la tierra eso no generó una reacción de resentimiento. El origen no estaría en el surgimiento del peronismo, sino antes. El peronismo sería un síntoma, no una consecuencia.

—Exactamente. Pero en cada etapa de esta historia, las consecuencias no son tan fatales como hasta al llegar a fines de los años 60. Es una historia en una secuencia de toma de decisiones y de conflictos sociales que derivó en ese final. Señalaste el año 1975 como el año de una ruptura brutal. Lo fue. Esta historia que estamos explorando ahora es desde un momento

Reportaje

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2021-11-28T08:00:00.0000000Z

2021-11-28T08:00:00.0000000Z

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