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La existencia lanzada a la escena

y curador de poesía de la Biblioteca de San Isidro– se caracteriza por un lirismo existencial que celebra el mundo al modo de los equívocos, de la fiebre o de la anamorfosis, pero también de los desplazamientos versátiles y astillamientos de un secreto irresoluble, enterrado debajo de innumerables estratos o demasiado evidente (como la carta robada de Poe) que se hace presente entre los significantes, los juegos metafóricos, la ensoñación de horizontes lejanos. Ahora bien, el desciframiento de todo esto no puede sino reclamar una hermenéutica del deseo.

De modo que si el yo lírico de Queralt reflexiona sobre sí mismo a través de un sistema de espejos no siempre confiables, lo cual genera a veces el flotamiento de significantes vacíos que se metamorfosean en diferentes significaciones (y algunas contrapuestas), insinuaciones y evasivas, a la vez trabaja en esa deriva de los signos algo como una trascendencia vacía y una inmanencia sobreabundante, reflejos inasibles, desatinos, teorías extravagantes sobre la felicidad, estrellas, whisky, melancolías, escenas de la vida cotidiana redimidas de la chatura, el amor erótico. En suma, quizá la fórmula de la lírica de Queralt, en esta está contenida en las últimas líneas de la antología, es decir, en la forma de una “existencia que se lanza a escena en ese fondo de/ torbellino interior a abrir un mundo donde surgen las cosas/ es la revelación”.

Cultura

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2022-10-02T07:00:00.0000000Z

2022-10-02T07:00:00.0000000Z

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