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Uruguay cayó preso de su lógica

PABLO COHEN AFP

Con la fuerza terca y prepotente de los hechos, la tristeza y la amargura se impusieron en el Uruguay este viernes 2 de diciembre. Es que Uruguay, un país donde el fútbol es tanto un juego como un deporte, un hecho cultural y un fenómeno sociológico, quedó eliminado del Mundial de Qatar, el último que jugaron Suárez, Muslera, Godín, Cavani y Cáceres, miembros de una generación que, con un Diego Forlán esplendoroso, llegó a su apogeo durante el Mundial de Sudáfrica y la posterior Copa América de Argentina.

Tras haber superado con ímpetu, fútbol y un enorme envión anímico la última etapa de las Eliminatorias, en las que su suerte parecía echada, Uruguay llegó al Mundial abrazado a la impronta que le había impreso su entrenador, Diego Alonso, designado por la AUF luego del despido de Óscar Tabárez, pese a los escasos méritos que acumulaba su currículum.

Pero el ciclo de Tabárez estaba terminado, el desgaste entre el entrenador y los referentes del plantel era grande, y el Maestro había incurrido en una serie de pecados relacionados a un estilo de conducción rígido y anquilosado que hacía que su continuidad se volviera imposible.

Sin embargo, la contratación de Alonso, para cuya llegada fue fundamental la intervención de Luis Suárez pero, muy especialmente, de Diego Godín, no incluía la supresión de las virtudes de Tabárez, magistral en el manejo de grupos, sino la mejoría de sus defectos.

Por eso llamó tanto la atención de los aficionados la ausencia de jugadores de primer nivel sudamericano en la lista del Mundial, como Joaquín Piquerez y David Terans, y la presencia de futbolistas que ni siquiera estaban aptos para competir en ligas locales de bajo nivel, como el propio Godín, cuyo liderazgo y cuya injerencia extradeportiva perjudicaron, esta vez, los intereses que había jurado defender.

En esa situación vidriosa llegó la Celeste a Qatar. Y así se mostró: con críticas al técnico de líderes históricos y positivos, como Josema Giménez y Edinson Cavani, con un planteo caricaturescamente conservador de Alonso, y con formaciones tácticas más propias de ligas de ascenso del Río de la Plata que de una Copa del Mundo.

Por eso fue triste, pero predecible, que Nicolás de la Cruz jugara tan poco, que Giorgian De Arrascaeta, la gran estrella del Flamengo, fuera subutilizado, que Godín ocupara un lugar que por rendimiento deportivo no le correspondía y que aparecieran fuera de puesto jugadores tan determinantes como Darwin Núñez, quien fue tanto puntero como lateral/volante, y Federico Valverde, a quien, en orden a que su talento no aflorara, solo le faltó ser líbero.

Es cierto: Uruguay mereció ganarle a Ghana, Núñez realizó un esfuerzo monumental, Suárez mostró una jerarquía y un amor propio dignos de los grandes, Bentancur volvió a exhibir una elegancia y una calidad admirables, Cavani luchó en el final y De Arrascaeta hizo bailar a la Celeste al ritmo de sus pies mágicos, aunque penosamente desaprovechados. Además, a la selección pudieron haberle cobrado, en opinión de especialistas como Javier Castrilli, al menos un penal a favor.

Pero si Uruguay era “De Arrascaeta y diez más”, como aseguró Diego Latorre, la eliminación por goles a favor con Corea era previsible por la avaricia con que Alonso revistió sus planteos y sus alineaciones, y -acaso esto sea lo más lamentable- por la influencia que actores foráneos al cuerpo técnico ejercieron, en al menos uno de los partidos del Mundial, en el armado de un plantel cuyos mejores exponentes no merecían este final.

Cuatro años después del fracaso total en la primera ronda, África cuenta de nuevo con dos equipos en octavos de final del Mundial, con Senegal y Marruecos, un despertar esperado por mucho tiempo para un continente que sueña con llegar por primera vez a semifinales.

Con dos clasificaciones para octavos, el continente igualó su actuación de 2014, donde Nigeria cayó 2-0 ante Francia y Argelia rozó la gran sorpresa frente a Alemania, a la postre vencedora, que finalmente se impuso en la prórroga (2-1).

“Tengo ganas de decirlo, llegó el momento. África ha estado con retraso respecto al resto”, explicó Philippe Troussier, que dirigió, entre otros, a Sudáfrica en Francia 98. “Los equipos africanos tienen jugadores que brillan en los grandes clubes europeos, y no es algo de ahora, deberían haber alcanzado antes este nivel”, añadió.

Claude Le Roy, que dirigió durante más de veinte años selecciones africanas, creyó desde el principio en los equipos africanos en Qatar. “Había pronosticado tres clasificados y Túnez no estuvo lejos”, dijo a la AFP.

Los malos resultados de la primera jornada fueron “un espejismo”, añadió Le Roy. “Camerún jugó mejor que Suiza a pesar de la derrota (1-0) y Senegal perdió por un detalle (una salida fallida del portero Edouard Mendy) contra Países Bajos (2-0)”.

Este éxito de los equipos africanos viene “en parte de la mejora progresiva de la organización de las selecciones y de la profesionalización del fútbol”, señaló Alain Giresse.

“Creo que hay más jugadores africanos en los grandes clubes europeos, como Kalidou Koulibaly en el Chelsea, y lamentó que Sadio (Mané) no haya podido estar”, añadió Giresse, que entrenó entre otros a Senegal y Túnez.

Senegal jugará hoy ante Inglaterra y Marruecos el martes frente a España. Los dos se clasificaron con paso firme. Los “leones del Atlas” dominaron un grupo en el que superaron a Croacia y Bélgica, segunda y tercera del pasado Mundial, y los “leones de Dakar” dieron la cara ante un equipo notable como Ecuador (2-1) en el partido decisivo.

Los países africanos que fueron eliminados cayeron con honor: Túnez lo hizo con una victoria ante Francia (10) y Camerún sorprendiendo a Brasil (1-0).

La injerencia extradeportiva de Godín perjudicó los intereses de la

Celeste

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