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“En terapia intensiva sentís cuál es el sentido de la vida”

—Te vemos con bastón, ¿cómo estás, qué te pasó? —Yo estoy bien. Arranqué con un mal enero, tuve un all inclusive en un sanatorio, tenía planificado irme en un vuelo y finalmente el día anterior desistí y a los dos días estuve internado. Pasé momentos difíciles, pasé un enero en Buenos Aires bastante complicado, pero la verdad me atendieron maravillosamente, tengo unos médicos espectaculares. Yo hago lo que me diga el doctor Asato, si él me dice: “Hacé periodismo, mucho”, y estoy bien.

—Y él te dice que sigas haciendo mucho periodismo. —Hago mi vida normal. Hay algunas cosas que ya no puedo hacer como antes, porque tengo que hacerme un tratamiento, pero estoy muy bien, con mucho sentido del humor, con muchas ganas de laburar.

—¿Te cambió algo el sentido de la vida?

—Sí, es un tema literario ya. Es que pasaron muchas cosas en los últimos cuatro meses en mi vida. En noviembre muere la madre de mis hijos, con la cual yo estuve casado treinta años. Mis hijos, uno en Bruselas, otra en Pipa, Brasil, otro vive en Córdoba, otro viviendo en La Plata y me tuve que hacer cargo, casi de todo. Y cuando empieza a trascender es como si yo me hubiera quedado viudo y estuviera viviendo con ella hasta el último minuto, y hacía veintidós años que estaba separado.

—El pasado volvió al presente.

—El pasado, estar en una casa donde estaban todas mis cosas, que yo no había pisado más, que vienen todos mis hijos de afuera. Pobrecita, muere sola y hay que hacer casi una investigación, como si fuera la señora García Belsunce. Cosa muy dolorosa que como yo cuento, y por eso digo que la idea es literaria, la muerte de Mirta, compañera durante treinta años, me hizo casi como anticipar mi propia muerte, y esto es una idea ya para fondear en literatura. Y al mismo tiempo, yo venía con análisis por cuestiones mías desde hacía siete años.

—Pero se precipitó justo ahí. ¿Hubo algún componente psicosomático, emocional?

—No sé si fue eso, algún amigo dice que pudo haber sido la influencia también de un estrés emocional. Lo que es cierto es que unos cuantos valores que venían controlados, se me dispararon y terminé en terapia intensiva, que a partir de ahí podés sentir más profundamente

cuál es el sentido de la vida.

—¿Qué te cambió?

—Cuando sentís que te tienen que limpiar la cola, que te meten una sondita en el pito, que no sabés qué cable te están tocando, que te toman esto, que te toman lo otro, un marco de ruidos y cosas, y demás. Felizmente salí, y salí de día bien. Cuando paso de la terapia intensiva a la habitación digo: “uy, estoy en París es una maravilla esto”, y hubo una constatación, de ésta no me llevan. Pasó una semana y dije: “se acabó el enfermo”, en una semana volví a mi escritorio, a mi oficina, haciendo una vida absolutamente normal, bien, cuidándome, por supuesto, y porque en un mes cumplo 77 años.

—Se te ve muy bien, por mucho más Oberdan Rocamora, y muchos más libros. Así te seguimos disfrutando en la lectura.

—Recuerdo el tiempo en que participábamos juntos de la reunión de redacción de la revista Libre y vos eras un muchacho, eras el jefe, pero eras un jovencito, a este periodista enciclopédico que sos hoy, un pensador como yo te llamo… Para los dos pasó mucho tiempo y también es tema para literatura.

Reportaje - 35

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2023-02-05T08:00:00.0000000Z

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