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“Cada creación empieza desde el dolor”

La bailarina, actriz y coreógrafa, radicada en Europa, está en Buenos Aires presentando sus dos obras: Fuck me y Love me. Explica sus obsesiones, procesos artísticos y vínculo con los objetos simbólicos en el escenario.

BANALíA MELGAR rutal, descarnada y minuciosamente estética es la obra de Marina Otero. La bailarina, actriz, directora y dramaturga argentina viene sosteniendo un proyecto constante, coherente y en permanente crecimiento. Primero, desde la gestión independiente y en teatros pequeños, hasta que progresivamente ha sido vista, reconocida y requerida por festivales: inicialmente, en el FIBA y en varios ámbitos de América Latina; luego en los últimos años, en Europa. De hecho, Otero se ha instalado en Madrid desde 2022, y gira por España, Italia, Francia, Suiza, Bélgica, etc.

Hasta el 12 de febrero, está en Buenos Aires haciendo funciones de sus dos recientes obras, que pueden leerse de manera complementaria: Fuck me y Love me, en el Teatro 25 de Mayo (Triunvirato 4444). En la primera, un elenco de siete intérpretes (incluida la propia Otero) vuelven a hacer frenéticas escenas de obras que ella fue creando en su trayectoria, pero que ya no puede volver a bailar con la misma exigencia física, por haber atravesado una complicada operación de columna.

En la segunda, ella habita sola y en quietud el escenario, junto a la proyección de textos creados junto al también dramaturgo y director Martín Flores Cárdenas.

—Tus obras giran en torno a vos misma. ¿Por qué esa insistencia en recurrir al yo?

—Básicamente, por imposibilidad. Hay personas que pueden imaginar personajes, salir a observar el mundo y las personas. A mí me cuesta mucho trabajo estar afuera, quizás por una extrema inseguridad y dificultad conmigo misma. La manera de sobrellevar eso fue poniendo el foco en la escucha, la cual se volvió tan insoportable, que tuve que convertirla en ficción. El yo como material surge como posibilidad para salir de ese yo narcisista. Puedo salir a identificarme en el mundo, con otras personas, a través

“El yo como material surge como posibilidad para salir de ese yo

narcicista.”

de ese yo.

—¿Quién ese ese “vos” al que le hacés ese pedido o das esa orden de “fuck me” o de “love me”?

—Y Kill me será la próxima obra. Es un vos abstracto, simbólico. Es un pedido desesperado de amor, puesto en el afuera, porque hay una autodevaluación de mi propio yo. Como digo en Fuck me, en realidad quiero que me quieran porque yo no me quiero.

También es un chiste, es un juego: un pedido de amor, de sexo, de un gesto, de cualquier cosa. Siento que les pasa a muchas personas: siempre pedimos afuera lo que no podemos conseguir adentro. Ese vos es una manera de evidenciar esa falta, que es la de pedir en vez de dar. No soy héroe, no me pongo en un lugar de víctima, sino en el de alguien que hace daño. Tanto en Fuck me como en Love me, presento un costado maldito, esos aspectos infantiles de pedidos desesperados.

—¿Qué relación experimentás entre crear y vivir o sobrevivir?

—Cada creación empieza desde el dolor, desde el vacío; es una necesidad no muy sana. Me gustaría dejar de crear desde la desesperación, pero todavía no lo logré. La creación, la uno con la idea de sobrevivir. La vida viene después. Una vez que sobrevivo, puede aparecer la vida, que es cuando la obra ya está creada y ya se vuelve representación de lo acontecido, de ese trauma que se volvió trama.

“Me pregunto que es el mundo de la danza. Siempre me

sentí un poco afuera.”

—Siendo obras que tratan sobre vos misma, ¿cómo impacta el cambio de lugar de residencia?

—Sí, en Love me trato el tema de la migración: no es emigrar, que es irse, ni inmigrar, que es llegar. Es emigrar, que es estar yéndose. Todavía no siento que me fui de ningún lugar ni llegué a ningún lugar. Necesitaba dar un vuelco a mi vida, me sentía un poco ensimismada en ciertos mecanismos. Algo del contexto ayuda a cambiar. Se me estaban abriendo puertas en Europa. Acá siempre hay un público al que le interesa mi trabajo, pero la cuestión económica repercute en el arte, en la manera de producir en estos contextos muy precarizados. En la Argentina y en otros países latinoamericanos, creamos sin dinero; nos juntamos a trabajar y después aparece la poca plata. Circula el trabajo sin dinero; hay mucha potencia en el trabajo. En Europa cuesta ese deseo, ese impulso; entonces hay algo más aplastado, aburrido. De la Argentina, extraño cierta urgencia, de la cual aparece una fuerza creativa menos racional, más del orden del cuerpo, de la intuición. La precarización genera potencia, pero no quiero romantizar la precarización porque termina siendo contraproducente.

—En tus obras, es muy importante el vínculo con objetos y con vestuario. ¿Cómo llegás a ellos?

—Algunos de los objetos que uso son: pelucas, una bombacha amarilla, botas rojas, megáfono, cigarrillos, ropa militar, banquitos. Todo tiene un sentido. Por ejemplo, una de las pelucas que uso en Fuck me recuerda cómo yo tenía el pelo cuando me hicieron la operación. Las pelucas de los chicos en Fuck me representan momentos que yo hacía pero ya no puedo hacer. Ellos toman mi lugar y me representan. El megáfono es el mismo que usaba yo en la obra Andrea estrenada en 2012. Son objetos que uso desde las primeras obras: me obsesiona que estén siempre los mismos, ver cómo resisten al paso del tiempo o se rompen. La ropa militar tiene que ver con la historia de mi abuelo militar, que cuento en Fuck me, que él usó en la Dictadura mientras trabajaba en el Servicio de Inteligencia: uso el mismo elemento, pero le doy otro sentido. Revisito el pasado a través de los elementos.

—¿Cómo te ubicás dentro del mundo de la danza? ¿Te sentís parte de él?

—Me pregunto qué es el mundo de la danza. Siempre me sentí un poco afuera del mundo de la danza y un poco parte de él. Me siento adentro, porque siempre pensé el cuerpo en relación al movimiento y eso para mí es la danza: pensar el cuerpo desde el movimiento o que la quietud puede ser movimiento interno. La danza fue parte de mi vida desde que tengo uso de razón o desde que tengo un cuerpo. Pero siempre me sentí afuera de los mundos de los rótulos o de las etiquetas. Mi trabajo siempre tuvo que ver con las palabras, o sea relacionado con el teatro, por eso está en un lugar más hibrido.

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2023-02-05T08:00:00.0000000Z

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