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Un gran film acerca de una ruptura tan insólita como devastadora

LOS ESPIRITUS DE LA ISLA

Título original: The Banshees of Inisherin Dirección y guión: Martín McDonagh

Intérpretes: Colin Farrell, Brendan Gleeson, Kerry Condon, Barry Keoghan Origen: Irlanda / Inglaterra / Estados Unidos (2022) Duración: 114’

EJUAN CARLOS FONTANA l inglés Martín McDonagh es guionista y autor teatral. De él, la última temporada se conoció La reina de la belleza de Leenane, sobre la relación entre una madre y su hija, estupendamente dirigida por Oscar Barney Finn y magistralmente actuada por Marta Lubos. Autor feroz e imprevisible, como lo demostró en el film Tres anuncios por un crimen (2017), sobre una madre que culpa a la policía por la violación de la que fue víctima su hija, el cineasta y dramaturgo sabe escarbar en las aristas más ríspidas del ser humano. Aquellas que lo enfrentan a lo imprevisible, lo inesperado con lo que suele sorprender la vida a personajes, a veces, bastante indefensos, como sucede en esta historia inesperada. En ella, McDonagh vuelve a reunir a Colin Farrell y Brendan Gleeson, como lo había hecho en su primer film Escondidos en Brujas (2008).

Filmada en Inishmore y Achill frente, a la costa oeste de Irlanda, cerca de la casa de los padres del cineasta, el relato no deja de despertar cierto estupor por su supuesta trivialidad temática. Aunque esto es tan sólo una apariencia, porque a medida que se interna en lo que les sucede a algunos de los que viven en esa isla, en la que se escuchan los disparos de una guerra que se libra a lo lejos –la acción transcurre en 1923-, el espectador va siendo partícipe de los variados estados emocionales por los que atraviesan algunos de los isleños.

Lo curioso acá es observar cómo la ruptura de una amistad entre dos hombres, amigos de toda la vida, parece quebrar el ecosistema humano de la isla. McDonagh ha dicho un poco en serio y también con humor, que una amistad, en este caso entre dos hombres, puede asemejarse a la ruptura de una pareja.

Uno es músico, el otro es un trabajador de la zona que cuida un burro, el que parece seguirlo a todas partes. El primero es mayor, el segundo es más joven y también más ingenuo y al que parece afectarlo más cualquier situación que altere su cotidianidad.

Las primeras imágenes muestran a Pádraic (Colin Farrrell, en meritoria actuación), sonriente que transita por esos caminos sinuosos de la isla, saluda a unos y a otros. Se topa con la imagen de una virgen y al bajar una colina, cerca del mar, golpea la puerta de la casa de Colm, al que ve que está adentro, pero no le abre. Como lo hace todos los días, va a buscar a su amigo para tomarse unas copas en la cantina del lugar. Finalmente cuando logra hablar con Colm, éste le dice que su amistad se terminó. No dice por qué. Como un niño triste, Pádraic insistirá y hasta implorará al amigo que necesita de sus palabras, pero éste se mantiene firme. Necesita su tiempo para crear, toca el violín. Colm sabe que tiene que apurar sus años, es mayor que Pádraic y la música es un refugio para su soledad.

El film se inscribe en una actitud existencialista, en la que no importan tanto, o quizás sí, los tiempos de cada uno, sino lo que les sucede, las emociones que intentan digerir. Y es en esos sentimientos atrapados en un contexto de soledad intensa, donde cada uno encontrará una salida viable, o tal vez trágica. Como sucede acá.

Teatro -crítica Cine

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2023-02-05T08:00:00.0000000Z

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