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Los raros ESCRITORES ÚNICOS

Paralela a la historia de los autores prolíficos, corren de manera subterránea los casos de escritores a los que les bastó con publicar apenas un libro –o incluso ninguno– para consagrarse. Especímenes únicos que parecen hacerse eco de la categórica sente

LOSVALDO AGUIRRE a publicación de un libro suele estar rodeada de expectativas alrededor del reconocimiento en el oficio. Con la era digital, la crítica literaria parece una especie en extinción, mientras las posibilidades de darse a conocer se multiplican: los escritores se vuelven prolíficos y las dimensiones de los textos realimentan el circuito editorial y agregan otro motivo de posible admiración. Sin embargo, la literatura argentina ofrece un modelo antagónico: los escritores desinteresados de la difusión, los autores sin obra, a los que les alcanzó con publicar apenas un libro o incluso ninguno para consagrarse. Se trata de escritores que se vuelven únicos a partir de libros rigurosamente extraordinarios. Su reconocimiento suele ser tardío o póstumo, está a cargo de otros autores o de grupos y se convierten entonces tanto en señal de identidad en el campo literario, como en prueba de las injusticias del ambiente editorial y de la crítica: Santiago Dabove reconocido por Borges, Bernardo Jobson reivindicado por Abelardo Castillo y Norberto Soares reeditado por Ricardo Piglia son ejemplos paradigmáticos.

Dabove (Morón, 1889-1951) publicó en vida el cuento “Ser polvo”, todavía su texto más conocido. Su inclusión en la Antología de la literatura fantástica (1940), de Borges, Adolfo Bioy

Casares y Silvina Ocampo, lo adscribió a ese género. Pero los relatos, poemas y fragmentos en prosa compilados en su único libro, La muerte y su traje (1961), rechazan cualquier clasificación fuera de alguna influencia de Edgar Allan Poe.

Cada escritor tiene su leyenda. Dabove se reunía a filosofar con su hermano Julio César y con Macedonio Fernández, en Morón y en la confitería La Perla, de Once; según Borges, leyó al azar y escribió sin expectativas, obsesionado por la muerte. “Ser polvo” patentiza esa preocupación: el protagonista se hunde en la tierra después de caer de un caballo y al transformarse en una tuna encuentra “un modo de existir que tiene algo de grato” y parece superior a la existencia humana.

La muerte no es entonces una experiencia negativa para Dabove. Previo descarte de las creencias en un más allá, conduce a “una aceptación de la vida tal cual es” y afina el sentido del humor y una imaginación que lo lleva a delirar con huelgas de sepultureros, bosques embaldosados y catástrofes universales. En “Acotaciones sobre la muerte” reflexiona: “Me preguntaréis para que he escrito esto. No ayuda a vivir, su belleza es discutible. Contesto al punto: para preservar la vida. Conviene considerar dónde la ponemos, dónde la plantamos y en qué medida, entre tanta crueldad”.

Alfredo Novelli (Buenos Aires, 1931-2014) también estuvo vinculado periféricamente a escritores de la revista Sur y apenas publicó cuatro cuentos. La escritura fue una ocupación persistente, pero relegada a un segundo plano por su trayecto

6 - Cultura / Nota De Tapa

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2023-06-04T07:00:00.0000000Z

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