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Aprendiendo a vivir

Vivir con nuestros muertos

GABRIEL BELLOMO Una pena en observación.

Apartarse de la muerte. Rehuir lo inefable. Propósito frustrado desde su mera enunciación ¿Aunque quién de nosotros no ha vislumbrado en alguna ocasión la espectral compañía de la muerte?

Autora: Delphine Horvilleur

Género: novela

Otras obras de la autora: Reflexiones sobre la cuestión antisemita

Editorial: Libros del Asteroide, $ 5.350 Traducción: Regina López Muñoz

Una de las tres rabinas francesas, Delphine Horvilleur, escritora, filósofa, periodista y experta en el Talmud, escribe en este libro no sólo y quizá no tanto sobre los muertos, sino, más ajustadamente, sobre lo que significa la muerte para quienes sobreviven.

Una sesgada autobiografía a través de aquellos a quienes asiste: con sacramentos, ritos, liturgias, palabras de consolación, presencia sacramental ante lápidas que conservarán, a cal y canto, un sedimento geológico, estrato de huesos o cenizas, un testimonio casi mineral. Nada impresiona más en esta obra que el humor de la autora. Tras cada servicio, al salir del cementerio camino a casa, se detiene en un café, en una tienda, prueba un croissant o se compra un vestido. Una lavativa, una purga antes de abrazarse a la familia que la espera en casa. Afirma, con acierto: cada vez menos gente muere en casa, como para proteger a los vivos…Y luego: los judíos se toman muy en serio un versículo de la Torá formulado en el libro del Deuteronomio bajo la forma de un mandato divino: “Te pongo delante vida o muerte, bendición o maldición –dice el Eterno–. Escoge la vida”.

Apartarse de la muerte. Rehuir lo inefable. Propósito frustrado desde su mera enunciación ¿Aunque quién de nosotros no ha vislumbrado en alguna ocasión la espectral compañía de la muerte? En esa pugna desigual entre vida y muerte, hay una guerra perdida de antemano. Dios se entrevera con Moisés, recuerda Horvilleur: Moisés, ¿acaso tú no mataste a un egipcio?, y Moisés responde: Y tú, Eterno, ¿qué hiciste con los primogénitos de Egipto?

Esta joven y erudita rabina, hace lo que debe hacer, lo que todos debemos hacer ante un muerto, y lo dice simplemente, cumplir con el deber de acompañar a quienes lo lloran. Aunque como afirma el filósofo Vladimir Jankélévitch en su libro Pensar la muerte: ¿Se puede pensar lo impensable? Habría que agregar: ¿se debe? Creemos que sí. Lo demuestran no sólo Jankélévitch, sino también Roland Barthes en Diario de duelo, o C.S. Lewis en

Lazos de sangre, pactos de lealtad, comunión, amor: a la vida del muerto sigue la memoria de esa persona ausente. Lo sostiene Philippe Ariès en El hombre ante la muerte.

El texto de Horvilleur, no obstante, ilumina pensamientos que nos negamos. Se torna así el libro en un álbum de fotos de familia. Después que unos sabios proclamaron lo mismo –anota Horvilleur–, Jacques Prévert escribió en el siglo XX: “Padre nuestro que estás en los cielos, quédate ahí, que nosotros nos quedaremos en la tierra, tan hermosa a veces”.

La paradoja es saber que moriremos y pensar en la inmortalidad. Gabriel Marcel, apunta Jankélévitch, distinguía problema de misterio: el problema está fuera de mí; el misterio dentro de mí. Y agrega: “El hombre es llevado por su miedo fundamental a su destino fundamental”.

Aprendamos a vivir, entonces, como sugiere Horvilleur, ácida, sabiamente, con nuestros muertos.

10 - Cultura / Libros

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2023-06-04T07:00:00.0000000Z

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