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“El límite no se encuentra en el medio: es la persona”

La primera película de la artista es un paseo que cruza con los instintos primarios del cine y que celebra los instintos del medio en cuestión.

JóNAS ZABALA ADRIANA LESTIDO

Entre 2019 y 2020, Adriana Lestido salió en un búsqueda romántica, pero también completamente coherente con su visión como artista. De sur a norte, la fotografía salió “capturar” auroras, es decir, salió con su cámara a terrenos donde las auroras pueden ser vistas. Así llega en su ópera prima a Islandia, a las islas Svalbard, al norte de Noruega. Esos rincones imposibles, de fantasía, pero también vinculados a uno de los motivos primeros del cine (el explorar) son parte ahora del universo de Lestido, una mirada que entiende que el misterio todo tiene muchos rincones donde esconder.

—¿Cómo nace una película tan particular y como la conectas con tus búsquedas como artista?

—Siento que todo en mi vida es pasito a pasito. Empecé estudiando cine, que luego dejé por la fotografía, pero el cine siempre estuvo ahí latente, esperando el momento. Con Antártida negra (la última serie fotográfica que hice) sentí que había llegado a un límite con la fotografía y que necesitaba el movimiento en la imagen y el sonido. Lo primero que surgió fue la necesidad de registrar el movimiento de las auroras. Pero estando en el lugar donde se producen, alrededor del Círculo Polar Ártico: fue muy fuerte lo que sentí por la cercanía del polo magnético de la Tierra y ahí decidí hacer un viaje en soledad por esos territorios extremos durante las 4 estaciones, como forma de registrar el ciclo vital, la muerte y el renacimiento, la trasmutación, que es la base de toda vida.

— ¿Qué descubriste de las auroras en el intento de registrarlas desde la mirada del cine, de tu cine?

—Descubrí la fugacidad de su danza. Aparecen y desaparecen, son muy efímeras. Simbólicamente representan el poder de la luz sobre las tinieblas. Algo de eso se siente mirando su magia en el cielo desde la Tierra. Sólo se ven con el cielo oscuro del invierno, despejado, sin nubes ni luna. Pero pude verlas en medio de tormentas bravas, luchando con amenazantes nubes negras. Hermosas.

—¿Cómo fuiste encontrando la forma final de “Errante”?

—Con fe. Fue un arduo trabajo de un año y medio de edición con Elizabeth Wendling. Nos pusimos al servicio de las imágenes, tratamos que

fueran los mismos planos los que nos guiaran y ayudaran a encontrar el tono. Que uno llamara al otro. El montaje tenía que encadenar los planos de tal forma que permitiera vivir la experiencia una y otra vez. Eso era lo que tenía que poder transmitir.

— ¿Qué consideras que te mueve a esos rincones?

—La necesidad de llegar a mis propios confines desde mi presencia en los confines de la Tierra, atravesando lugares extremos y desconocidos en soledad, sin equipo técnico de apoyo ni compañía, libre de expectativas y de presiones, como forma de permitir la inmersión en lo hondo y poder percibir la correspondencia entre el ser de la Tierra y el

mío.

— ¿Qué sentís hay hoy, en la era de “todos tenemos forma de hacer fotos ya”, de ese vínculo primario entre cine y naturaleza?

—“Canto que ha sido valiente siempre será canción nueva” decía el gran Víctor Jara. Una idea original nunca es nueva, es tan vieja como la humanidad. El límite no es el medio, es en todo caso la persona. Lo que cuenta es la necesidad vital de hacer algo y ponerse al servicio de ese algo. En el fondo uno no es más que un servidor, se trata de entregarse y confiar, la vida después ayuda a encontrar las herramientas para expresar ese decir. La magia siempre está.

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2023-06-04T07:00:00.0000000Z

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