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No se les puede decir mañana

El gobierno manipuló datos para justificar tanto el cierre como la reapertura de las escuelas. En el camino, sigue menospreciando los terribles efectos del cierre en los niños y en nuestro futuro.

Lucila Godoy Alcayaga fue una poeta y pedagoga chilena conocida por su seudónimo: Gabriela Mistral. Mistral nació en un hogar de bajos recursos y terminó siendo una de las principales impulsoras de la educación pública en América Latina durante la primera mitad del siglo XX y la primera mujer latinoamericana en recibir un premio Nobel (el de Literatura, en 1945). Alguna vez Mistral escribió: Muchas cosas pueden esperar, el niño no. Ahora mismo se forman, se crea su sangre, sus sentidos se desarrollan. A ellos no se les puede decir mañana. Su nombre es hoy . Reflexionar sobre las palabras de Mistral en contexto del cierre prolongado de escuelas durante la pandemia de covid-19 adquiere una relevancia especial. Según un comunicado conjunto de UNICEF y la Sociedad Argentina de Pediatría, publicado en abril, c|

En la Provincia de Buenos Aires, el distrito en el que la población en edad escolar asciende a más de 4 millones de alumnos, un 72% de los niños viven hoy bajo la línea de pobreza, según la última Encuesta Permanente de Hogares. Para los bonaerenses las escuelas estuvieron cerradas durante todo 2020. El ciclo lectivo presencial se reanudó en marzo de 2021 pero se vio interrumpido por decreto y de manera sorpresiva el 19 de abril pasado, para el Gran Buenos Aires y otros distritos cercanos, afectando a la mayor parte de la matrícula de alumnos de la provincia. Hasta entonces muchas escuelas habían ofrecido poca presencialidad y algunas no habían llegado a recibir a sus alumnos. En ese momento, el gobernador Axel Kicillof declaró: Estamos diciendo de volver 15 días a la virtualidad para bajar los contagios. Es una medida excepcional por tiempo limitado”. Sin embargo, la medida se terminaría extendiendo por más de ocho semanas y a otras zonas de la provincia. La discusión sobre la presencialidad se volvió un tema central en la opinión pública. Las variables de población vulnerable y tiempo que se sigue perdiendo no parecen todavía inmutar a las autoridades políticas, ni provocar un discurso mínimamente empático ante cada anuncio de nuevas disposiciones. Tampoco la evidencia de que las escuelas no son impulsoras significativas de los contagios.

Abril es el mes más cruel. Tal como ocurrió con el debate por la ley de interrupción voluntaria del embarazo, con la discusión por las clases presenciales se produce una zona de conversación sin intercambio. Si en aquella ocasión a los argumentos de salud pública de los verdes se respondía con la cuestión de la defensa de la vida de los celestes, ahora al

La pandemia parece ceder en los países que vacunan, no en los que cierran escuelas

reclamo por la apertura de escuelas, motivado por los grandes costos que implica cerrarlas, se responde o con la acusación de negar la pandemia (cuestión que no vale la pena ni refutar) o con un vínculo causal y principal entre apertura de escuelas y muertes por covid-19.

Este último argumento no se ajusta a la evidencia. Y no porque lo diga la oposición argentina. En primer lugar, porque la única intervención que ha demostrado consistentemente disminuir los muertos por covid-19 es la vacunación acelerada. La pandemia parece dejarse atrás no en los países que están cerrando escuelas sino en los que están vacunando rápida y masivamente. Esos países no esperaron a llegar a esas instancias como requisito para abrir escuelas. Por otra parte, existe ya una cantidad considerable de artículos científicos sobre el vínculo entre covid, niños y escuelas. Las agencias internacionales de salud tienen equipos que trabajan analizando periódicamente la totalidad de esa evidencia y estableciendo consensos en torno a ella. Estos equipos no conocen nuestra grieta local. Integran toda la evidencia (sí, también la carta a The Lancet o el paper de Nature que invocan desde el kirchnerismo) y hacen recomendaciones de política a partir de ella. En marzo de 2021 el CDC afirmó: Según los datos disponibles, el aprendizaje presencial en escuelas no se ha asociado con una transmisión comunitaria sustancial . En abril de 2021 la OMS consideró que las medidas de mitigación aplicadas de manera apropiada para la edad deberían permitir que las escuelas permanezcan abiertas, incluso en ciertos contextos de altos niveles de transmisión comunitaria. El cierre de escuelas debería ser el último recurso.

El gobierno argentino había tomado nota de estas recomendaciones y establecido, a través de sus ministerios de Salud y Educación, que las escuelas serían lo último en cerrar. El 14 de abril, tan solo horas después de que Carla Vizzotti y Nicolás Trotta, los ministros de ambas áreas, declararan en este sentido, el presidente decidió por DNU cerrar las escuelas en el AMBA como primera medida ante la llegada de la segunda ola. No solo incurrió en un error ético, sino que tomó una medida de mitigación que no sería eficaz, ya que implementada de manera aislada no generaría beneficios significativos. Los adultos y los chicos siguieron circulando por espacios menos seguros que la escuela y éstos últimos perdieron su derecho a la educación.

Como las primeras justificaciones presidenciales fueron del tenor de los chicos se intercambian barbijos o las madres se agolpan en la puerta del colegio , y hasta una desafortunadísima opinión sobre los chicos con discapacidad, luego llegaron explicaciones más sofisticadas, basadas en la movilidad que generan las escuelas. Sin embargo, como la Ciudad de Buenos Aires pudo continuar con clases presenciales por decisión de la Corte Suprema, el contraste con el Gran Buenos Aires ofreció datos reveladores. La politóloga Guadalupe Rojo advirtió en los gráficos de movilidad de Google que, a partir del cierre de las escuelas, no se evidenciaban grandes diferencias con CABA. El decreto presidencial sostenía que el uso del transporte público desde el regreso a las aulas había crecido un 25%. Pero los datos del propio Ministerio de Transporte de la semana del DNU mostraban que el crecimiento había sido de solo 7% en AMBA y del 3% en CABA. Según el análisis del economista Federico Filippini el uso del transporte público venía bajando abruptamente desde fines de marzo. En GBA

las clases comenzaron el 1º de marzo. Si se compara contra la semana previa a la suspensión de clases, el uso de transporte público aumentó en el GBA solo un 3%, un porcentaje similar a CABA. El gobierno nacional tampoco tuvo en cuenta que la mayoría de los chicos va caminando a la escuela, ni pensó soluciones para quienes utilizan transporte público.

Ante el contraste entre las jurisdicciones lindantes, el gobernador de la provincia presentó en sus redes sociales un informe elaborado por un grupo de científicos para justificar su decisión. La conclusión de que el cierre de escuelas había sido exitoso para frenar contagios precedió al análisis. Según el politólogo Federico

Tiberti la comparación del informe entre CABA y GBA no respeta el principio de tendencias paralelas, es decir tendencias similares, en nivel de contagios antes del momento de la suspensión de clases. El informe además mide casos confirmados cuando las estrategias de testeo son diferentes en los dos distritos. El mismo documento refiere evidencia empírica de una manera escasa, sesgada y de la que muchas veces se derivan conclusiones que no reflejan lo que sostienen los estudios, como detalló el análisis de cada uno de los artículos citados que hizo el investigador de CONICET y especialista en virología, Carlos Bueno en un encuentro organizado por la Fundación Alem.

Un mes después del cierre de escuelas los contagios habían subido en provincia con las escuelas cerradas y se habían mantenido estables en CABA, con las escuelas abiertas. Desde el oficialismo se quiso instalar entonces la suposición de que la política de CABA derramaba contagios sobre la provincia. Con datos más recientes el

periodista Pablo Sigal

INVESTIGACION Y ANALISIS

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2021-06-20T07:00:00.0000000Z

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