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El arte de la reproducción seriada

LAURA ISOLA

La fotocopiadora como el socavón de la urbe. Un trabajo seriado, rutinario y hasta un poco marginal.

Los locales en los que se trabaja con ellas vuelven a presentar la misma lógica: reproducción infinita, grisura y tarea insalubre. Una máquina endemoniada que reproduce, literal y simbólicamente hasta el hartazgo, toda nuestra cultura. Al espejo y la cópula, los infernales de Borges que nos lanzaban al infinito de nosotros mismos, le añadiremos la fotocopiadora. Una versión electromecánica y degradada de la era industrial.

Parecía exenta para el arte, hasta que Hudinilson Urbano Jr. la puso a funcionar sobre su propio cuerpo. El artista brasileño que nació en San Pablo en 1957 y murió en 2013 la rescató y se enamoró de ella. Cuando en 1977 terminó sus estudios en la academia de arte, empezó con la experimentación en distintas disciplinas, como graffiti, perfomance, grabados y dibujos, con el cuerpo masculino en el centro de sus preocupaciones artísticas.

En 1982, realizó una serie que llamó Exercicios de Me Ver, fotografías suyas en poses amatorias con una máquina de fotocopiado. A partir de ese momento, inauguraba su etapa Xerox –uno de los pioneros de este estilo en Brasil–, para pasar por el registro de copia distintas partes de su propia anatomía. La fantasía infantil hecha realidad. Dibujar el contorno de una mano, del pie y de cualquier otra extremidad o subirse a la máquina, montarla, para volverse objeto de copiado. Deslizar las partes por la superficie iluminada y esperar la transición que hace que la carne y los huesos se vuelvan papel y tinta.

CULTURA

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2021-06-20T07:00:00.0000000Z

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