Kiosco Perfil

Aventura de un lector en Oriente

OMAR GENOVESE

Un crimen japonés

Autor: Daniel Guebel Género: novela Otras obras del autor: El hijo judío; El absoluto; La perla del emperador; Pornografía sentimental; Matilde; El ser querido; Mis escritores muertos Editorial: Penguin Random House, $ 1.499

Mito, leyenda y la escritura de la historia. Un oriente que es excusa y rollo de papel, papel de tiempo, rollo de cine. Un tributo a la esencia de La novela de Genji, la historia de Japón cuasi sagrada, atribuida a una mujer: Murasaki Shikibu. Su despliegue va de la muralla china al friso sin horizonte. Viaja el escriba para eludir todo tipo de anclaje y al hacer texto rompe el sentido de la reiteración, moldes del hastío.

Entonces, Un crimen japonés instala el festejo, discreto, pleno de detalles, entre diálogos de inmensidad especulativa, descripciones entomológicas, tribulaciones más allá de la lógica del investigador que también se diluye. El crimen es la excusa para una teoría del tiempo en el relato que no cesa. Lectura es trampa, seducción, olvido y un retorno al relato histórico. El pasado es eso dado, con infinitas versiones, deformándose, alterando la percepción, devaluando en su paradoja al presente.

Yutaka Tanaka es el héroe imposible en busca de venganza, hijo del jefe militar en un medioevo indeciso, el progreso de la narración de su vida está en manos de tres mujeres, o en ideogramas, versiones de otra inteligencia y sensibilidad. La madre, Dama Ashikaga, la Shoguna viuda, componen la gracia estilística que configura una sola mujer, esa Mujer. La de la pregunta que Lacan cristalizó como inexistencia, macabro chiste. Y como corresponde a un trío sagrado, lo femenino es el tiempo en sí mismo, la esencia de toda voluntad, el eje de la verdad y la desilusión ante ella.

Guebel ejerce como un buda. Cunde pero sale de escena, así deja la risa (o legado) como efecto en la afirmación de la escritura; pinceladas de referencias políticas, estéticas, filosóficas, ubican a los personajes en una tensión teórica entre sistemas precursores de la corrupción a la crítica de arte en su narcisismo comercial, entre Benjamin, Adorno y el chisme cortesano. La fusión discursiva se divide en dos partes. La primera es la antesala histórica en personajes tramados para la segunda, y allí lo imaginario vierte esa mancha de tinta a la que nadie escapa como ocurre con el pasado, o a su simbolismo hecho destino.

Del mago chino involuntario, sobrepasado (acaso el escritor), plantea el pacto de lectura que es dejarnos ir, disfrute por la letra. Las referencias concatenan el eco del doble, la copia, lo falso y lo nuevo, universales del hombre sorprendido, reducido a lo mínimo. Así como las ambiciones se trastocan en el vuelo de un precario Mazinger Z, premonitorio autómata del hoy real, alfombra tecno, las lecturas del escritor urden el velo sobre el rollo inicial: Kafka, Flaubert, Kubin, en especie de infinito que inicia y redobla, multiplica, el monólogo de Molly Bloom (Joyce) en esas tres mujeres decisivas.

El polimorfismo literario resulta tributo al generoso discurrir del exceso. Tanaka, por ejemplo, trona el escarmiento sobre un par entre Sade, Lamborghini, y el manual del samurái despiadado. Filo de katana, filo filosófico, Guebel va por toda la lectura.

LIBROS

es-ar

2021-06-20T07:00:00.0000000Z

2021-06-20T07:00:00.0000000Z

https://kioscoperfil.pressreader.com/article/283308935442203

Editorial Perfil