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Nacido para iluminar

RODOLFO EDWARDS

Como Macedonio, fue admirado hasta el plagio, la sordera no le impidió escuchar la música de las cosas. Su legado permanece y se reproduce

El flaco. Un retrato de Ricardo Zelarayán

Autora: Inés Busquets Género: biografía Otras obras de la autora: Quién cerrará mis ojos; El baile invisible Editorial: Entre Ríos Ediciones, $ 1.000

Ricardo Zelarayán pertenece a una estirpe de escritores en extinción, aquellos insumisos a cualquier forma de etiquetamiento o anclaje generacional y que permanecen orbitando en un orgulloso margen, haciendo de la misantropía un estilo, una forma extrema de alejarse de la hoguera de las vanidades. Desviarse de las normas literarias y sociales era el modus operandi de Zelarayán. Escribir por escribir, no utilizar la escritura como moneda de cambio en el mercado de la figuración, hicieron de este hombre de ningún lugar una auténtica serendipia en el sistema literario argentino. Salteño, entrerriano, porteño, camaleónico, sus palabras son arrastradas por un impulso aleatorio, donde retumba la gramática de la tribu. Una oralidad construida a partir del “cartoneo” de voces callejeras es la piedra de toque de toda su literatura. En medio del torbellino social, Zelarayán supo armar un jardín donde cultivó novelas, relatos, poemas, que siguen girando en una mezcladora de cemento sin consolidarse jamás, en inasible y perpetuo desorden. El Flaco. Un retrato de Ricardo Zelarayán, de la periodista y escritora Inés Busquets, se propone bucear en “el misterio Zelarayán”, en su fama de hosco, en sus clásicos desplantes, buscando en su entorno amistoso, literario y familiar alguna clave para armar un retrato posible de este hombre de naturaleza chúcara, imprevisible para el sentido común.

“Intentar establecer un orden cronológico, estereotiparlo o ponerle una categoría a su obra o a su persona es como pretender sistematizar el caos o la impermanencia. Imposible:”, comenta Busquets en el prefacio, consciente de las dificultades que representa el abordaje de un personaje tan peculiar, al que se lo suele comparar con Macedonio Fernández, por su errancia y la propensión de sus contemporáneos a transformarlo en un mito.

En el transcurso de su investigación, Busquets recurrió a todo tipo de fuentes: archivos familiares, fotos, entrevistas, testimonios de escritores de distintas generaciones, la película La juntidad espeluznante (donde se lo ve muy divertido en un viejo bar de la calle Corrientes, La Giralda) y el valioso aporte de su hija, Margarita.

Zelarayán tuvo el privilegio de deslumbrar, con su vida y obra, a distintas camadas de escritores. Escritores más cercanos generacionalmente como Darío Cantón o Luis Gusmán, o poetas de los 90 como Fabián Casas o Daniel Durand, se sintieron imantados por Zelarayán, cayeron bajo su influjo, seducidos por el ensamble caprichoso de sus palabras y por sus maneras de filósofo cínico. “Creo que Macedonio fue para Borges, Girondo, Marechal y los jóvenes de los 30, lo que Zelarayán fue para Casas, Cucurto, Durand y los jóvenes de los 90”, afirma Busquets. Cabe acotar con la ópera prima de Washington Cucurto se tituló Zelarayán.

El humor de Zelarayán era imbatible: “pequeña borgesía” solía llamar al colectivo de escritores. Como Macedonio, fue admirado hasta el plagio, la sordera no le impidió escuchar la música de las cosas. Su legado permanece y se reproduce en un presente de lenguas confusas y atolondradas. ■

LIBROS

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2021-07-25T07:00:00.0000000Z

2021-07-25T07:00:00.0000000Z

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