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Ese instante en que el poder vuelve al pueblo

LOURDES PUENTE*

La democracia tiene ese día único. Ese día en que todo el poder de la política se tiene que sentar (obligado) a esperar que el ciudadano le renueve la confianza. O se la otorgue. Y el ciudadano es soberano. No hay círculo rojo del votante. O lo hay por cada uno. Los propios entornos, que las encuestas intentan dilucidar. Somos tantas personas a la vez los seres humanos del siglo XXI, que se hace difícil auscultarnos. Saber qué queremos y qué vamos a hacer. Y eso que hay más herramientas que nunca. Pero ahí cada hombre y cada mujer se rebelan dando evidencia de su libertad. Y su complejidad.

El llamado de atención de la sociedad al Gobierno era algo que se percibía, aunque no se veía tan claro cuando se medía en términos de votos. ¿Como se vota para decir que no le creemos más a la clase política? ¿Como se expresa que está quebrada la confianza? ¿Cómo le pido al poder que deje de pelear su silla y se ocupe de conducirnos hacia algún lugar mejor?

En ambos lados de las coaliciones enfrentadas, e incluso en los pequeños sectores que obtuvieron representación, hay argentinos y argentinas trabajando por hacer un país mejor. Pero algo sucede que no se los ve. En todos los espacios que reúne la academia y el tercer sector, políticos, autoridades, académicos, líderes sociales se animan a debatir el futuro y hablar de acuerdos. Algo ocurre con el sistema político que esa necesaria articulación no penetra ni en la decisión política ni en la construcción del rumbo. ¡La sociedad lo está pidiendo a gritos! Por el contrario, cuando un sector se la cree, la ciudadanía con su voto llama la atención. Sagrado y bello momento en el que puede expresarse en la soledad del cuarto oscuro.

Una mención al sistema. En la era de la tecnología, la forma de votar nos atrasa demasiado. Los relatos de quienes fiscalizaron dan cuenta de las enormes dificultades de sumar boletas, de no equivocar el cuadrito, de escribir justo el número. Sumado a la imposibilidad del ciudadano de tachar un candidato que no le gusta, de priorizar sus preferencias, de elegir con más precisión. El debate sobre el sistema electoral excede esta columna, pero debiéramos encararlo urgente, para darle valor a este momento sagrado en el que el ciudadano vuelve a tener el poder.

A su vez, con todas las dificultades, parece valioso mencionar el aporte de las primarias abiertas, como nota de época. Ya que, en todos los países, los Gobiernos son por coaliciones, dada la fragmentada representatividad de las sociedades. Las coaliciones dan la posibilidad de abrir espacio a la diversidad y aceptarla como propia. Funciona para ganar elecciones, aunque hasta ahora no hemos logrado que la lógica de coalición gobierne. Siempre hay una minoría ruidosa que impone y sesga a los gobiernos. Pero es un paso demostrar que cuando abrís, podés ganar. Si revisamos resultados, ha habido estrategias exitosas.

Quisiera agregar dos notas a los muchísimos y valiosos análisis que están dando vueltas tras estas recientes elecciones. La primera es que, a pesar de la distancia que separa al sistema político de la ciudadanía, los argentinos y las argentinas, vamos a votar (la mayoría), y de esta manera, y con el ánimo por el piso, expresamos una vez más que necesitamos creer y recuperar la confianza en la política y en la democracia.

La segunda, es que cada elección es una señal. Pero hace rato que la sociedad avisa: “no te la creas”. Es mejor que tengas la humildad de recoger la confianza del que te votó y vayas por la conquista de la confianza del otro, antes que ponerte a festejar ciegamente lo que ganaste. Porque en Argentina todavía no ganó nadie. Con la mitad de la población bajo la línea de pobreza, lo que necesitamos, más que políticos ganando, es políticos conduciendo hacia un destino común las energías de todos los ciudadanos y ciudadanas que quieren poner algo para salir adelante. Y que lo hacen, donde les toque, a su manera. Que dejen de mirar en todo lo que se equivocaron las partes de esta diversidad argentina, y se animen a construir la confianza que se requiere para caminar Todos juntos. Porque esa es la paradoja, juntos y todos. Todas y Juntas. ¿Y si alguno o alguna se anima a conducir a Juntos y Todos? Sin la soberbia de imponer, con la humildad de quien sabe que la única manera es codo a codo, y que no se olvida, que hoy conduce, y mañana vuelve al llano. Porque el pueblo, ese que vota, es soberano.

*Directora de la Escuela de Política y Gobierno, UCA.

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2021-09-19T07:00:00.0000000Z

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