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El secretario de Sherlock Holmes

GUILLERMO PIRO

Si tenemos en cuenta que aún hoy la frontera que separa la realidad de la ficción es tan imprecisa como el camino que en el agua traza un pez –actores abucheados en la calle porque a la tarde, en la televisión, encarnan a un personaje malvado–, no debería sorprendernos que haya gente que cree en la existencia de un personaje de ficción. Es que la literatura a veces es siniestra: estamos más pendientes de las tribulaciones de un personaje que no existe que de las de nuestros propios vecinos. Sherlock Holmes apareció por primera vez de la mano de Arthur Conan Doyle en 1887 en la novela Estudio en escarlata, y sucesivamente apareció en muchos cuentos que tuvieron el efecto de una pócima rejuvenecedora: Sherlock estaba cada vez más vivo. Su realidad en parte estaba promovida por el hecho de que Sherlock vivía en una dirección muy precisa de Londres: el 221b de Baker Street. De modo que los lectores –e incluso quienes nunca lo habían leído, tanto puede penetrar un personaje en las inocentes cabecitas del pueblo–, durante los últimos 70 años, mandaron incesantemente cartas a esa dirección. Y alguien las respondía.

En 1932 el Abbey National, un banco fundado en 1874, se mudó a la calle Baker Street, donde ocupó los edificios comprendidos entre los números 219 y 229. Y en vez de hacer lo que hubiera hecho cualquiera, tirar las cartas dirigidas a Sherlock a la basura o pedirle al correo que dejara de depositarlas en su buzón, decidió contratar a alguien para que las respondiera.

Una de esas personas se llama Chris Bazlinton, y hoy tiene 73 años. Trabajó para la Abbey National respondiendo las cartas dirigidas a Sherlock Holmes entre 1975 y 1982, y acaba de concederle una entrevista a la revista The Economist. Bazlinton asegura que recibió –y respondió– en aquellos años cerca de seis mil cartas, desde los lugares más alejados del mundo –“Todos los países, menos Corea del Norte”. En las cartas, como era de esperar, se requería la inteligencia de Sherlock para resolver enigmas, asesinatos, desapariciones, y hasta alguien recurrió a él con la intención de encontrarle una explicación a los fenómenos paranormales que tienen lugar en el Triángulo de las Bermudas. Cuenta Bazlinton que en una carta encontró una vez la foto de un homicidio que había tenido lugar en Michigan a fines de los años 70 acompañado de una breve esquela que decía: “La policía abandonó el caso, pero sé que puedo contar con usted para resolverlo”.

En la mayoría de los casos, Bazlinton respondía escuetamente y en calidad de secretario, un simple gracias acompañado de alguna frase de circunstancia, de las que tenía preparada una pequeña colección, pero otras veces, cuando la ocasión lo merecía y él se sentía particularmente dispuesto, se dedicaba a escribir respuestas más sofisticadas. Y a quien le pedía una foto indefectiblemente respondía: “No puedo enviarle una fotografía de Sherlock Holmes, podría crearle problemas si fuese reconocido por la calle. Dado que se trata de un detective, es mejor que permanezca anónimo”.

El papel del secretario de Sherlock Holmes desapareció en 2002, cuando el Abbey National se mudó de la Baker Street. Hoy, en el 221b funciona un museo dedicado al detective. Y como corresponde, continuaron con la tradición de responder a las cartas que siguen llegando –dejaron de hacerlo durante la pandemia, pero sin duda volverán. Lo raro es que nadie se cuestione que si se estima que Sherlock nació el 6 de enero de 1854, hoy debería tener 167 años.

CULTURA/LITERATURA

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2021-10-17T07:00:00.0000000Z

2021-10-17T07:00:00.0000000Z

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