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Alrededor de la mesa

Autor: Género: Otras obras del autor: Editorial: GONZALO SANTOS

Lo incomible

Chaco. Odio en el Impenetrable, La paliza

Usualmente el epígrafe suele ser más signiticativo de lo que creemos, ya que entre otras cosas se trata del lugar donde el autor propone una lectura, esto es: nos dice cómo quiere que sea leído su texto, a partir de qué tradición. O a veces en contra de qué tradición.

En este caso, el libro empieza con una frase extraída del ensayo Van Gogh, el suicidado por la sociedad, donde Antonin Artaud dispara contra la psiquiatría y lo pone al pintor holandés como víctima de esta ciencia. Ahí ya hay una primera pista, que por cierto podría activar algunos prejuicios. Como primera hipótesis de lectura, o más bien de pre-lectura, uno se pregunta si no estará frente a otra novela de tesis, de esas que escriben los psicoanalistas –el autor lo es– para defender la primacía de su disciplina contra la ciencia médica. Pero no. Si bien hay, en efecto, un ataque contra la psiquiatría, Marcos Apolo no intenta aleccionarnos, ni tampoco parece haber cedido a la tentación de trabajar las motivaciones o la conducta de los personajes a partir de su formación teórica. Por supuesto, uno puede advertir esquemas psicoanalíticos en algunas escenas, pero esos esquemas no están enunciados, y eso se agradece.

En todo caso, el vínculo con el psicoanálisis –pero también con Artaud– se podría pensar de otra manera, concretamente a partir del trabajo sobre aquello que no se puede representar. En este sentido podría decirse que la novela no renuncia a la representación ni a la mimesis, pero la desborda. Digamos que la protagonista es tan gorda que hasta rebasa las fronteras del realismo. Al igual que el Teatro de la crueldad, lo que se promueve es una experiencia sensorial –violenta, por momentos–, cuyo objetivo es sacudir al lector y enfrentarlo a sus propios fantasmas. Al autor le interesa menos la realidad que lo Real. A través del signo, quiere ir hacia lo que está más allá del signo. El lenguaje es transparente, en el sentido de que llama a las cosas por su nombre, no hay eufemismos; pero al mismo tiempo está atravesado por una retórica “corporal”, por así decir, a través de la cual intenta aproximarse a lo que no puede ser dicho. Las metáforas muertas aparecen revividas. “Digerir” una angustia, “morfarse” un discurso, “dejarse tragar por la amargura”, “empacharse” de lamentos, vuelven a ser imágenes

El lenguaje es transparente, en el sentido de que llama a las cosas por su nombre, no hay eufemismos; pero al mismo tiempo está atravesado por una retórica “corporal”.

evocativas, no muertas, y configuran un campo semántico que, entre otras cosas, indica que el personaje engorda no solo por la comida. Que en el mundo hay más cosas comibles de las que creemos. De hecho en las primeras páginas no se describen grandes comilonas. La familia, que aquí vendría a ser el eje del Mal, se organiza alrededor de la mesa, es cierto, pero lo que se describe es la angustia de los hijos, entre ellos la protagonista y narradora, ante un padre que todo el tiempo está “vomitando” su bronca contra todo y que, como el Saturno de Goya, o como pasa también en varios textos de Osvaldo Lamborghini –aunque sin tanta brutalidad–, se devora a sus propios progenitados.

CULTURA/LIBROS

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2021-10-17T07:00:00.0000000Z

2021-10-17T07:00:00.0000000Z

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