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El gran teatro del mundo

FERNANDO MURAT

Desvelos de verano

Autor: Martín Kohan Género: cuentos

Otras obras del autor: Dos veces junio; El país de la guerra; Ciencias morales; Confesión Editorial: Random House, $ 1.299

Hay algo que estamos aprendiendo y es que Martín Kohan es una de las formas en que imaginamos la literatura. En parte es así porque está donde estamos, pero parece trabajar en otra temporalidad, y en ese salto la literatura es su territorio y el vector con el que explora lo que lo interpela: la política, el bolero, el tango, la vanguardia, Borges, Saer, Walsh o el teléfono, todo aquello que absorbe y que desde ese momento pertenece a su economía. Es probable que buena parte de lo que leemos lo estemos haciendo en ese efecto, un efecto Kohan, que es un modo de leer y por eso un modo de escribir.

¿De qué están hechos entonces los cuentos de Desvelos de verano? En principio, menos del insomnio o el desvelo que de la posibilidad de leer el corrimiento del velo para percibir qué es aquello que enraízan los textos de Kohan. Vamos a leer no un mecanismo, sino un campo de fuerzas y materiales de exploración, un vector que ingresa a la realidad para tomar formas simbólicas, políticas, creencias, modos de la omisión o el exceso, horadar su irresolución y entonces narrar. Y narrar aquí es una operación que permite desmontar el teatro del mundo para presentar la naturaleza de esa teatralidad.

Los cuentos son escenas, recortes quirúrgicos de ese teatro, en una frecuencia donde las palabras que leemos entran al territorio de donde provienen: la literatura. El libro abre allí, en una escena que se recorta y desde esa inmovilidad una perturbación produce el movimiento, la salida de alguien que miraba a una mujer, esa mujer, llamada Ema, y se transforma en un espía y un perseguidor. Las cartas de la adivina del segundo cuento son aquí las cartas de la literatura, y el que quiere mirar y luego saber algo que es de naturaleza sexual y moral se mueve desde esas palabras leídas y ahora transformadas.

Se trata, en definitiva, de una administración de saberes y de un tema, el crimen, pero en un tiempo que nunca se desentiende de su razón política, y por eso los relatos se producen en el efecto o el encadenamiento de una omisión. La omisión no es necesariamente algo que no sabe el lector o no saben los personajes, sino que es la condición del relato, lo que se posiciona en el revés de aquello que acontece. Es la forma con que se construye aquí el relato de los hechos. Confesión, su última novela, tributa en el mismo procedimiento.

La confesión y la omisión son dos tensores que regulan los desajustes del sujeto y la verdad, y el modo en que hacen juego o juegan sus cartas resuelve la complejidad con que Kohan hace trabajar la temporalidad política en el destello entre lo que se sabe y no se sabe, entre lo que se ve y no se ve. Parece que se trata de cartas, porque en Confesión la resolución es un juego de truco y en Desvelos leemos una confrontación entre creencias donde un sacerdote juega su truco y hace cumplir el vaticinio en el cuerpo de la que ve el futuro en las cartas y la mata, y entonces vuelve a mezclar, como suele suceder en Kohan, las formas y los sentidos del duelo. Y volver a mezclar, en estos textos, es devolver todo a su matriz política, el terreno escarpado donde la literatura encuentra su razón y su desvelo.

Se trata de una administración de saberes y de un tema, el crimen, pero en un tiempo que nunca se desentiende de su razón política

LIBROS

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2021-11-28T08:00:00.0000000Z

2021-11-28T08:00:00.0000000Z

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