Ese fuego místico

El autor del libro cree que todo el campo estético (no solo el arte y la literatura) emerge de ese obstáculo de conocer el misterio del mundo y de la existencia humana

Peregrinaciones y viajes mágicos Autor: Julio César Crivelli Género: ensayo Otras obras del autor: Inexorable, La huida Editorial: Mardulce, $ 2.000

Es insoslayable: el autor de este libro es una destacada personalidad no sólo en el ámbito del arte sino en temas económicos y empresariales. Abogado especializado en obra pública e infraestructura, vicepresidente del Consejo Interamericano de Comercio y Producción, presidente de la Cámara Argentina de la Construcción, árbitro honorario en el Tribunal Arbitral de las Ingenierías, Julio César Crivelli es además profesor, conferencista, escritor, coleccionista de arte y presidente de la Asociación Amigos del Museo de Bellas Artes. De ahí posiblemente, de esa dualidad, como lo sugiere el prólogo laudatorio de Juan José Sebreli y Marcelo Gioffré, la inclinación perentoria de Crivelli de abordar la historia del arte argentino (y del arte y la literatura en general) como un doble del contexto político y económico. Por eso sorprende que buena parte de estas “notas”, que tienen origen en diversas conferencias, al contrario, lejos de tal enfoque materialista, se dejen llevar por un fuego místico.

Es que el libro de Crivelli, en realidad, se divide en dos grandes secciones que se contradicen entre sí. Por un lado, se agrupan los textos económicos-políticos que toman por referencia algunas obras del Museo Nacional de Bellas Artes, la propia colección de Crivelli o artistas latinoamericanos, que se organizan en torno de la dicotomía sarmientina de “civilización y barbarie” (oposición harto discutible) y donde se defiende la tesis del fracaso argentino a causa del rechazo cultural e ideológico de la “civilización”. Por el otro, se reúne una serie heterogénea (sobre Borges, Xul Solar, Rayuela de Cortázar, mitología, la Bauhaus, Frankenstein, psicoanálisis, etc.) cuyo ritornello insiste una y otra vez acerca de la imposibilidad de conocer, por medio de imágenes o conceptos, lo que Crivelli denomina “Misterio”. Aquí el lenguaje oscila entre el kantismo del noúmeno (la incognoscible “cosa en sí”) y cierto arrebato místico, una suerte de teología negativa que condena a la humanidad a la peregrinación incesante tras un conocimiento vedado y velado por siempre.

Aparte de que Crivelli de este modo pone en cuestión el esquema “civilización y barbarie”, aun como metáfora –incluso en varios pasajes del segmento místico alude a la “decadencia de Occidente”–, propone una tesis fuerte acerca del arte, en alguna medida auxiliado por el concepto de pathosformel de Aby Warburg. Dicho más directamente, Crivelli cree que todo el campo estético (no sólo el arte y la literatura) emerge de ese obstáculo de conocer el misterio del mundo y de la existencia humana. En este sentido, en cuanto piensa las imágenes y los conceptos como “representación”, defiende una teoría de inspiración kantiana del arte y no del todo ajena a la estética nietzscheana. Solo que, en términos ontológicos, en el libro de Crivelli –un auténtico y sensible experto en arte– falta articular su ideología política –liberal antipopulista– con esa filosofía de las formas estéticas que carcome los sueños de la razón.