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Mundo patas arriba

Estamos al borde del fin del mundo de la segunda revolución industrial. Como anticipó la Universidad de Oxford, los robots y la inteligencia artificial reemplazarán a los seres humanos en el 70% de las ocupaciones actuales. Los niños que van a la escuela

IRRUPCIÓN.

La mayoría de la gente está furiosa con los dirigentes, los medios de comunicación, la Justicia, los gobiernos, las oposiciones, los políticos, los partidos, la economía, la inflación, la inseguridad, la derecha, la izquierda, con todo. Dice que quiere un cambio. Hacia cualquier lado, pero cambio.

Pasa lo mismo en los países que están mejor y en los que están peor. Se derrumba la popularidad de presidentes recién elegidos como Biden, Boric, Castillo, Lasso. En general, los que dejan el poder y los que lo detentan desde hace años tienen los peores índices de aceptación de la historia de sus países.

En el seminario de primavera de la George Washington University se reunieron decenas de analistas y políticos de América Latina, en un contexto internacional que enriqueció el intercambio de experiencias y permitió compartir conclusiones. Patricia Ramos, de la CNN, cerró el encuentro resumiendo la tónica de las reuniones formales e informales: el mundo pospandemia está patas arriba, vivimos en una nueva realidad.

Estamos al borde del fin del mundo de la segunda revolución industrial. Como anticipó la Universidad de Oxford, los robots y la inteligencia artificial reemplazarán a los seres humanos en el 70% de las ocupaciones actuales. Los niños que van a la escuela no tendrán coches privados ni licencia de conducir, trabajarán en ocupaciones que no podemos imaginar.

Las ciencias del comportamiento humano avanzaron en estos años más que en toda la historia, confirmando que muchos mitos en los que creíamos no tienen sentido, pero muchos políticos no lo entienden.

Las actitudes de la mayoría de los electores son impredecibles para quienes siguen escribiendo folletos para que se repartan en los locales de la campaña. Las máquinas de escribir y los ceniceros comunican con electores que no fuman, navegan, no juegan naipes, están en YouTube, no leen folletos, buscan memes.

Los apoyos de los “ex” suelen hacer daño. Si en las elecciones peruanas y chilenas algunos ex presidentes y personalidades respaldaban a Castillo o a Boric, los hundían. En Perú, Veronika Mendoza, candidata de izquierda preparada, pudo apoyar a Castillo. En la concertación chilena militaban Bachelet, Lagos, Frei y otros líderes con trayectoria, que pudieron respaldar a Boric. Felizmente para los triunfadores no lo hicieron. La gente votó por ellos porque no se parecían a los políticos del pasado.

En las elecciones colombianas parecía asegurado el triunfo de Gustavo Petro. Apareció Fico Gutiérrez, como una alternativa distinta, nueva, al margen de las discusiones ideológicas. Creció de manera sostenida hasta que la gente percibió que ex presidentes y líderes del pasado lo apoyaban. La suma restó, y es posible que lo haya destruido. Para ganar, Fico necesita una estrategia que comunique su independencia frente al pasado. Está a tiempo: los candidatos distintos solo tienen éxito cuando se presentan a última hora, antes de que se vuelva obsoleta su novedad.

Hay datos evidentes que pocos saben usar: la mayoría de los colombianos rechaza a los líderes tradicionales. Elegirá, por primera vez en 150 años a un presidente no liberal ni conservador. ¿Por qué habría de ayudar a un candidato nuevo el apoyo de los dirigentes tradicionales?

Hemos experimentado este fenómeno y pedido a varios candidatos que no acumulen rechazos. Es posible orientarse con una simple pregunta: “Si tal dirigente o partido apoya al candidato que le gusta, ¿usted estaría más dispuesto a votar por él o dejaría de hacerlo?”. Hace pocos días lo preguntamos en Argentina y el resultado inquietaría a la mayoría de los candidatos.

En 2009 sugerimos a De Narváez que no se exhiba con un candidato peronista que ahuyentaba a los votantes, lo que ayudaba a Néstor Kirchner. En 2014, cuando ex presidentes y personalidades quisieron apoyar a Mauricio Rodas para la alcaldía de Quito, le pedimos que no acepte el respaldo. Felizmente ambos nos escucharon y les fue bien.

En la segunda vuelta electoral de las elecciones ecuatorianas de 2021 sugerimos a Guillermo Lasso que desaparecieran los membretes de los partidos que lo patrocinaban, incluido el de su propio movimiento. Fue un consejo útil.

Esto no tiene que ver con que los partidos y dirigentes mencionados hayan sido malos, es solo una respuesta a una actitud que se ha generalizado: los electores rechazan al pasado, no quieren elegir a quienes gobernaron, rinden culto al cambio por el cambio.

La única excepción del momento es Lula, gran comunicador político, fortalecido por una persecución injusta. Revisamos en Washington su nueva campaña con el lema “sin miedo de ser feliz”, un torbellino de optimismo frente a la candidatura previsible y chata de Bolsonaro.

La gente desconfía de los políticos, perdona solo a los que han demostrado en la práctica ser buenos alcaldes: Fico y Petro en Colombia fueron intendentes de Medellín y Bogotá, en México el presidente AMLO, y los dos candidatos más fuertes para sucederlo, Marcelo Ebrard y Claudia Sheinbaum, han sido jefes de Gobierno de la capital.

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2022-05-15T07:00:00.0000000Z

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