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El melodrama pop como perfecto exceso del diseño sentido

JUAN MANUEL DOMíNGUEZ

Hay una veta de los superhéroes que ha logrado avanzar en el universo de las series gracias a The Umbrella Academy, la creación en el papel de Gerad Way y Gabriel Bà: no se trata del superhéroe corporativo, que cada vez más deja ver la urgencia de su agenda y su dependencia ya narcótica con otras creaciones del mismo universo de personajes, o del superhéroe hereje, aquel que The Boys dignifica con la gracia de su violencia y de su lucidez. La veta restante es el superhéroe absurdo, aquel que abraza su condición de relato sin sentido, pero se despega de la idea de status quo para abrazar, sí, el fin del mundo y, por supuesto, momentos y personajes más cercanos al surrealismo que a otra cosa. Por supuesto puede decirse que eso ha definido desde siempre al superhéroe: ser la imagen imposible que debe verse accesible, pero hoy es su armazón corporativa la que dice más sobre su naturaleza.

The Umbrella Academy representa esta tercera veta como ningún otro título: no reniega del melodrama, no reniega del vínculo entre personajes, tampoco del absurdo; pero los muta hacía un rincón más punk que pop, más fuera de sí que otra cosa. Es una serie que reconoce el impacto primero de los superhéroes: sorprender por ideas imposibles. Hace más de 80 años era un hombre levantando un auto con manos y una S en el pecho, hoy es una familia no sanguínea de destacados que tienen poderes casi dadaístas: hablar con muertos, un manejo impecable de las armas blancas, cuerpo de gorila, y así la lista. De aspecto gótico post-Tim Burton, esta adaptación puede pecar de juvenil, pero en esencia eso son los superhéroes (claro que pueden dar saltos, enormes, a otros rincones, a otros oídos). Pero la gran variante que suma The Umbrella Academy es el factor que condena al cine: aquello que es cool por un segundo, deja de serlo al otro. Un universo visual gráfico, dibujo, no hipnotiza como uno generado por 30 computadoras. Eso es un hecho: por eso, su epicentro esta en entender sus dinámicas interpersonales, el que hay que perder en ese fin del mundo.

Así avanza a paso firme Umbrella Academy, se pierde en lujos visuales, a veces los hace coherente en su trama, a veces es mero despliegue. Pero ese es su sistema nervioso y no sus desvíos. Es inmensa, y quiere serlo, y se anima a juegos visuales que ninguna otra serie logra. Es una pieza orfebre de entusiasmo por un género del que se habla mucho y que gracias a ideas como esta serie puede realmente representar su mejor formA: un grito adolescente de rebeldía que quiere bailar, enamorarse y sentirse en casa, incluso al ladito del fin del mundo. Ahí está su grandeza: no quiere ser infinita, no quiere depende de su marca, solo quiero jugar con el universo que le han regalado y convertirlo en algo más que un mero producto más en calzas.

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2022-07-03T07:00:00.0000000Z

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