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Alexander Dugin, entre la mitología y la geopolítica

Lo llaman “el filósofo más peligroso del mundo”, y es que Alexander Dugin, además de proponer una teoría de dominación mundial, es una especie de Rasputín de Vladimir Putin. Sin embargo, basta analizar los acontecimientos de la última década para sorprenderse un poco. En su libro de 1997 “Fundamentos de geopolítica”, entre otras predicciones habla de la destrucción de Ucrania, la desarticulación de la Unión Europea y la llamada imperial a promover el separatismo y la inestabilidad en los Estados Unidos.

Se dice que el filósofo ruso Alexander Dugin, conocido además por proponer una peligrosa teoría de dominación mundial, es una especie de Rasputín de Vladimir Putin; aunque esto, claro está, no es fácil de comprobar. No obstante, cuando uno analiza los acontecimientos de la última década, como por ejemplo la anexión de Crimea, la guerra del Donbás o la reciente invasión a Ucrania, no puede menos que sorprenderse. En su libro de 1997 Fundamentos

de geopolítica, entre otras predicciones está la destrucción de Ucrania, la desarticulación de la Unión Europea y la llamada imperial a promover el separatismo y la inestabilidad en los Estados Unidos.

Los enunciados que esboza Dugin, frecuentemente mezclados con alocadas teorías ocultistas teñidas de tradicionalismo o “filosofía perenne”, no son otra cosa más que intentos por tratar de disfrazar la magia antigua y la teosofía de un aparente academicismo. En sus obras encontramos además referencias a autores como René Guénon (con oscuros acercamientos con la masonería), Julius Évola (quien fue simpatizante del fascismo italiano y con contactos con el alto mando del Tercer Reich) y Alí Shariatí (señalado como el principal intelectual de la revolución iraní de 1979). No hay que olvidar que fue en los sótanos del tradicionalismo donde a menudo crecieron ideologías de extrema derecha con fuertes vínculos pseudorreligiosos que mancharon de sangre el pasado siglo.

La escuela de “filosofía perenne” cree ciegamente que detrás de todas las religiones hay una sabiduría universal proveniente de civilizaciones perdidas (Hiperbórea, Lemuria y Atlántida), de la que evolucionó finalmente una casta superior: la raza aria; por tanto, su mensaje dice ser transmitido por “maestros ascendidos” a unos pocos iniciados desde una ciudad subterránea llamada Agartha, dado que la tradición se coloca como la única poseedora de la verdad universal. En otras palabras, los une un férreo enemigo: los valores de la modernidad, el pensamiento crítico, el sistema republicano, la democracia y los ideales de la libertad. Nunca hay que minimizar que la búsqueda de llevar los mitos a un proyecto real no solo atrajo a intelectuales de la estatura de Martin Heidegger, Mircea Eliade, Carl Schmitt o Carl Jung, sino que dio vida a lo que fue el horror del nacionalsocialismo: una aspiración político-espiritualista que proponía establecer un régimen milenario piramidal para promover el desarrollo del único ser que según ellos tenía derecho a existir: el ario.

Hoy, los simpatizantes de estos movimientos todavía están ahí, latentes “bajo la tierra”, esperando el momento propicio para brotar, sosteniendo el discurso de que el liberalismo ilustrado, ateo y democrático es la encarnación del mal, motivo por el cual proclaman extirpar esta metástasis a través de una estructura política superadora que conduzca a los pueblos hacia su salvación última.

Es aquí donde la tenebrosa tesis de Dugin encaja. En su libro La cuarta teoría política, publicado en 2009, dice que hay tres líneas que han fracasado: el marxismo, el fascismo y el liberalismo, pero fue este último el que salió triunfante después de la caída del Muro de Berlín. Afirma que se necesita, pues, un “cuarto camino”, vale decir, una nueva teoría política que reúna a un “populismo integral” o un socialismo libre del materialismo marxista anclado ahora en las tradiciones ancestrales sagradas, dando vida a un bloque dictatorial similar al imaginado por George Orwell en su novela 1984: Eurasia.

Como se puede observar, todo el ataque de Dugin se centra en el mundo libre, defendiendo que aún hay un tipo de sujeto egoísta que lo mantiene. A ese sujeto pensante, es decir, al cogito cartesiano, hay que desvirtuar en función del Dasein acuñado por Heidegger como el “ser ahí”. Recordemos que el pensador de la Selva Negra lo entendía como una existencia individual arrojada a un horizonte de temporalidad para la muerte y, a partir de allí, habría que darle un sentido al ente que justifique de suyo una existencia auténtica.

Sin embargo, este uso heideggeriano que hace el pensador ruso consiste en asumir al ser no como individuo sino como “pueblo”, precipitado a un modo de estar colectivo posindividual en el cual se intente encontrar una nueva orientación nacional bolchevique como “voluntad de poder” y como “aumento del espacio vital”.

Es obvio que este planteo tiene sentido solo en el contexto ruso y en la nostalgia de recuperar los territorios perdidos de la ex Unión Soviética, ya que Dugin es un intelectual orgánico a su gobierno y parece que escribe solo para él.

A pesar de que sus propuestas son improcedentes e inaplicables, el peligro no radica solamente en esta disparatada especulación de ultraderecha donde abundan las referencias a lo sobrenatural, sino que la misma sea tenida en cuenta como una posibilidad, aun dentro de círculos académicos y militares.

La consigna está presente y parece que nos deja en una disyuntiva: o construimos una nueva Ilustración con los pedazos que nos quedan o corremos el riesgo de caer en manos de ideologías absolutistas con tintes místicos.

Hay que estar atentos a aquellas posibilidades oscuras que se gestan entre bambalinas ante el vacío que padece nuestro mundo, asimismo revisar las ideas de la modernidad: a pesar de sus dificultades y de sus merecidas críticas, el legado cartesiano de la “duda metódica” y la riqueza de pensar por uno mismo siguen siendo una protección contra las amenazas totalitarias.

Por delante queda entonces la tarea de edificar una filosofía apropiada que recobre la razón sobre la irracionalidad imperante, respetando de igual manera las libertades conseguidas con el propósito de armonizar al hombre a través de la genuina relación entre el individuo y la sociedad y entre esa sociedad y el cuidado de la naturaleza.

Los enunciados que esboza Dugin solo intentan disfrazar la magia antigua y la teosofía

Todo el ataque de Dugin se centra en el mundo libre, defendiendo que aún hay un sujeto que lo mantiene

CULTURA / ENSAYO

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2022-08-07T07:00:00.0000000Z

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