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Territorio fértil

POR EUGENIA ALMEIDA

editoriales en general vamos muy atrás de lo que se produce, y lo que vemos en las estanterías de las librerías tiene que ver más con una historia de la lectura contemporánea que de la escritura.

—¿Hay más mujeres ensayistas, notás un cambio en ese sentido? —Creo que el cambio es social. Es la sociedad que empieza a ver a las mujeres. No creo que las mujeres que escriben tengan mejores condiciones o que haya más escritura de ensayos

Inundación no existiría si no fuera por Gabriela Halac. Hay libros que pueden aparecer en una editorial o en otra. No es este el caso. Inundación surgió a partir de la invitación a formar parte de la colección Escribir. Eso ya dibujaba un paisaje. Publicar en el marco de una colección implica conversar, de algún modo, con los otros libros que están allí. Y es algo que siempre propone Ediciones DocumentA/Escénicas: la charla, el encuentro, los cruces.

Yo venía trabajando en un proyecto que quería darle a Gabriela. Un libro con formato de diccionario donde aparecían algunas palabras importantes para mí. Cuando esta invitación llegó decidí seguir, en paralelo, con el antiguo proyecto. Pero hubo un momento en que descubrí que esos dos manuscritos eran uno solo. Junté todo y seguí trabajando bajo esa hermosa estructura del alfabeto.

Antes de Inundación me llamaban la atención las constricciones al estilo OuLiPo. Ciertas consignas a seguir antes de empezar la escritura. Me parecía raro marcar límites justamente en un territorio que permite la libertad absoluta. Pero cuando empecé a hacerlo me di cuenta de que hay un placer ahí. Una paradoja: esas constricciones me permitieron una libertad que no esperaba.

Traté de no pensar en el género de ensayo al escribir. Creo que de haber pensado en eso posiblemente me hubiera quedado en blanco. Lo que hice fue retomar otro sentido de ensayo: un de mujeres. Quizás el mercado está dándose cuenta de que hay allí un tesoro escondido y que por miopía y necesidad de mantener la estructura de “patria, familia y propiedad” no podía avanzar en leer eso que ya estaba allí. Vuelvo otra vez sobre lo mismo, son categorías y formas de leer que no tienen que ver con la escritura, sino con lo que somos capaces de ver en ella en cada momento. sentido más teatral, de prueba, de boceto, de algo que se forma mientras se hace. Esa errancia, ese vagabundeo, ese andar sin rumbo era lo que me interesaba como ejercicio. Merodear en torno de una pasión: la de la escritura. Y sentir que nada de lo que escribía –y nada de lo que dice ahora el libro– es definitivo. Que se trata, más bien, de una invitación a ser testigos de los movimientos que hice tratando de decir. Lo que quise compartir es algo que está entre líneas, un cierto ritmo, una notación musical escondida.

Dije “pasión” y enseguida pensé que eso es lo que está en el hueso de la escritura: un afecto. Una afectación que hace el mundo sobre nosotros. Cuando escribo es casi como si estuviera barajando esas cartas, murmurando, dándole vueltas. No sé. Como si tuviera una piedra dentro de la boca y fuera moviéndola. Es un juego, sí. Pero es mucho más que eso.

Cuando se habla de las emociones ligadas a la escritura siempre me pregunto: ¿de qué otro modo podría ser? En todo lo que hacemos entra en juego una emoción. No estoy hablando de sentimentalismo sino de una fuerza que nos empuja a hacer las cosas. ¿Por qué levantarse a la mañana? Ahí, en ese gesto, hay emoción. Puede ser fastidio, aburrimiento, odio. ¿Cómo podríamos “recortar” eso a la hora de escribir? Si no hay emoción, no hay ningún motivo para ponerse a hacer signos sobre un papel.

CULTURA

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2022-11-27T08:00:00.0000000Z

2022-11-27T08:00:00.0000000Z

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