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La “Reconquista”: una breve guía para perplejos

Discutir sobre si en la Edad Media hubo o no una Reconquista es lo mismo que darle vueltas a la existencia del átomo. Si nos ceñimos al significado de la palabra, el “átomo” no existe, pues la palabra en griego quiere decir “indivisible”, y la Física ha d

Con la Reconquista ocurre algo similar. El término es inexacto, pues está demostrado que en sus orígenes se trató de una resistencia frente a los conquistadores árabes por parte de poblaciones locales en las zonas montañosas del norte, reacias a ser gobernadas por poderes externos con independencia de su religión. Tampoco tiene sentido hablar de una lucha continua entre Islam y cristianismo durante ocho siglos, pues a lo largo de ese período hubo innumerables alianzas entre gentes y gobernantes de ambas religiones. Es incluso posible identificar casos de monarcas cristianos que se mostraban más que dispuestos a gobernar sobre musulmanes. Además, el uso del término produce paradojas tales como hablar de la “reconquista de Granada”, cuando esa ciudad no existía en el momento de la conquista árabe, pues se trata de una fundación musulmana.

Sin embargo, y a pesar de lo desafortunado del término, también sabemos que los cristianos legitimaron su expansión militar contra al-Ándalus musulmán valiéndose de una “memoria histórica” que defendía recuperar lo que sus correligionarios habían perdido como consecuencia de la conquista árabe en el año 711. Un ejemplo es la carta que, en 1489, la reina Isabel la Católica envió al sultán mameluco de Egipto, en la que declaraba su intención de comenzar la guerra contra el reino de Granada porque “era notorio por todo el mundo que las Españas en los tiempos antiguos fueron poseídas por los reyes sus progenitores; y que si los moros poseían ahora en España aquella tierra del reino de Granada, aquella posesión era tiranía y no jurídica”.

Muchos historiadores serios y cualificados defienden, pues, con buenos motivos que es legítimo hablar de “Reconquista” como un término consagrado por el uso que permite entender la ideología que alimentó muchas de las complejas situaciones que se vivieron en la península ibérica en época medieval.

Otros historiadores, en cambio, arguyen, también con razón, que “Reconquista” posee una carga ideológica que alimenta un discurso nacionalista y sectario que intenta convencer a la ciudadanía de que hoy, al igual que ayer, es preciso mantener una actitud de combate y exclusión contra todo cuanto tenga que ver con el Islam.

Hay quienes, incluso, llegan al extremo de proclamar que la “Reconquista” libró a España de convertirse en un país musulmán. Este es un argumento calcado al que utilizaba la dictadura del Generalísimo cuando defendía que, sin la Guerra Civil y el franquismo, España se habría convertido en una república satélite de la Unión Soviética. Utilizar la Historia como arsenal de contrafácticos –”si no hubiera ocurrido tal o cual suceso, usted y yo no estaríamos aquí”– es una forma muy burda de encarar el pasado, pues nadie sabe, ni sabrá nunca, qué hubiera ocurrido si ese pasado se hubiera desenvuelto de una forma distinta a la que conocemos.

Esto explica por qué yo, y otros colegas, eludimos el término “Reconquista” en nuestros trabajos. Preferimos usar “conquista cristiana”, que nos permite decir lo mismo y ser mucho más precisos en la interpretación.

¿POR QUé “RECONQUISTA” ES UN TéRMINO COMPLEJO?

Con la idea de “Reconquista” en la cabeza hay muchos aspectos de la Edad Media que, simplemente, son incomprensibles. No se entiende, por ejemplo, que El Cid fuera un soldado de fortuna al servicio de soberanos musulmanes. O que el rey Alfonso VIII, vencedor de la batalla de las Navas de Tolosa en 1212, acuñara monedas en árabe con el signo de la cruz impreso en ellas y leyendas que mencionaban al “Imam de la Iglesia cristiana, el Papa de Roma la grande”.

La idea de “Reconquista” tampoco permite entender cómo es posible que, mientras los reyes cristianos ocupaban territorios de al-Ándalus, en ciudades como Ávila, que

Toledo, otras ciudades andalusíes fueron cayendo en manos cristianas. Aunque el suceso se despache en unas pocas líneas, este lapso de tiempo es enorme. Equivale, para hacernos una idea, al mismo período que separa nuestra época de la de Felipe IV. Es por ello un error mayúsculo suponer que se trató de un proceso inevitable. El propio Alfonso VI, por ejemplo, era muy consciente de que el islam estaba tan arraigado en la península que resultaba quimérico pensar que podría erradicarse, razón por la que en algunos de sus documentos se presentaba como rey de las dos religiones

Del lado andalusí, las profundas crisis políticas provocadas por el creciente expansionismo cristiano dieron lugar a experimentos políticos y militares, como los que representaron almorávides y almohades. Lejos de ser reacciones fundamentalistas y fanáticas, como generalmente se las retrata, constituyeron serios intentos de reforma religiosa, similares en su espíritu a los que en esos momentos se estaban produciendo en la cristiandad. Si hay una sociedad histórica rica, compleja y llena de vitalidad esa es la andalusí de época bajomedieval.

Las conquistas castellanas y aragonesas de los siglos bajomedievales fueron lentas y difíciles. Encontraron siempre una tenaz resistencia por parte de poblaciones y gobernantes, que intentaron defender unas formas de sociedad y de cultura amenazadas por el expansionismo cristiano. Fueron, además, conquistas con episodios de extrema violencia, que muchas veces sólo pudieron ser culminadas por medio de tratados que incluían condiciones muy favorables para los conquistados. Estas condiciones, sin embargo, fueron incumplidas a medida que el dominio cristiano se consolidaba. Tras la conquista, las principales mezquitas se convertían en iglesias y las élites políticas e intelectuales emprendían el camino del exilio. También hay casos, los menos, de algunos que se quedaron e incluso se convirtieron al cristianismo. La Iglesia, las órdenes militares y la nobleza recibieron gran número de propiedades, cimentando así el dominio patrimonial que mantuvieron durante siglos.

¿SE REPOBLó EL TERRITORIO CONQUISTADO?

Aunque fueron muchos quienes desde el norte se instalaron en los nuevos territorios, un movimiento conocido como repoblación, es muy dudoso que se produjera un completo reemplazo demográfico. Los conquistadores cristianos podían ser muchas veces violentos y fanáticos, pero no tontos. Conquistar territorios carecía de sentido si no había gentes a las que explotar para que los trabajaran en las zonas rurales.

En el valle del Ebro, el interior de Aragón y el Levante o las Baleares, un número significativo de poblaciones musulmanas permanecieron tras la conquista. Podemos suponer que, en otras zonas, una silenciosa población rural fue lentamente cambiando costumbres y religión por no tener un lugar mejor al que ir.

En todo caso, es un tema sobre el que no tenemos certezas absolutas, pues el binomio “reconquista/ repoblación”, asumido por la historiografía tradicional, ha pasado de puntillas sobre él.

Publicado originalmente en The Conversation (https://theconversation. com/la-reconquista-una-breve-guiapara-perplejos-193164).

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2022-11-27T08:00:00.0000000Z

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