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Cierto tipo de desorden

Los acomodamientos fueron sucesivos, y cada mudanza trajo una nueva metodología, un talante distinto. Hubo un período obsesivo inicial, alfabético y luego, en la medida de lo posible, alfabético/cronológico. Quienes adoptamos como cachorros o mascotas bibliotecas, porque no las heredamos, lo hacemos con el criterio de no discriminación que estos tiempos dictan, de modo que los tamaños de los libros determinan

Llegué a Buenos Aires con 17 años y ningún libro a cuestas. Mis adorados volúmenes de la colección Robin Hood, los seis tomos de la Gran Enciclopedia de los Pequeños, las novelas de la colección Grandes Novelistas de Emecé y las de la colección Obras Maestras de la Literatura Contemporánea de Seix Barral, que vaya a saber por qué llegaban asiduamente a la Patagonia de finales de los 70, principios de los 80, todo eso quedó en el Sur, en mi casa familiar, como parte de una vida que yo había decidido dejar atrás. Cambiar de casa, de amigos, de carrera, de amantes, de números de teléfono, de cortes de pelo, de perspectivas, cambiar de nombre, esos eran mis planes. Las personas y las cosas llegaban a mí y seguían su curso en un tipo de alquimia móvil que se explica muy bien mirado desde las mitologías de provincias. Pero no es momento de hablar de eso ahora. A lo que voy es a que en esa etapa inicial de mi nueva vida prevaleció la fascinación por el despojo y por el descarte. Con una sola excepción, porque fue nomás poner un pie en Buenos Aires y quedar capturada por las librerías de usados en las que inevitablemente recalaba en mis deambulaciones por la ciudad de los años 80. Compraba según el pulso de mi curiosidad, de mis ganas, no tenía ningún otro sistema. Incluso aplicaba esa lógica a la lista de libros que me obligaban a leer en la facultad, en la cual afortunadamente había muchos títulos que me intrigaban. Casi sin que me diera cuenta, con cada una de las nuevas mudanzas de aquellos tiempos, que fueron tantas y no siempre deseadas, no siempre felices, empezó a crecer el número de canastos de libros. Así, casi sin darme cuenta, empecé a armar mi biblioteca propia.

Me gusta que en el inicio esté ese deambular, esa curiosidad, ese movimiento. Y creo que lo que a veces rechazo,

La paternidad, por supuesto, lo cambió todo. Estábamos a mediados de 2015. El piso alquilado de la calle Ausiàs March, donde había construido una biblioteca con vistas al primer patio interior de la historia cuadricular de Barcelona, no tenía ascensor y hacía muy

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2023-02-05T08:00:00.0000000Z

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