Kiosco Perfil

De una madre

ELLAS Y ELLOS.

en el que él no se siente menoscabado y ella tampoco se siente mal. Es una forma de compartir responsabilidades. En otros países, como Finlandia, están más acostumbrados a estos arreglos que en los países de América Latina, donde todavía el cuidado se concentra en la madre”, finaliza la doctora.

Bianco pide trabajar la educación que varones y mujeres reciben en casa

La antropóloga Sabina Frederic fue ministra de Seguridad entre 2019 y 2021. Durante su gestión, encabezó la 12a Reunión de la Mesa Federal de Seguridad, Género y Diversidad y opina desde su materia de conocimiento: “Desde el punto de vista antropológico no existe el instinto materno. Desde el punto de vista psicoanalítico tampoco. Ningún estudio social, cultural o científico afirmaría algo así. Los roles se intercambian; en algunas culturas los hombres tienen un papel más sentimental que normativo. Hay mujeres que no desean ser madres y lo ven como una imposición. Y varones en parejas homosexuales que crían niños. Familias en las que cumple la función maternal alguien que no es la madre biológica. Niños criados por los abuelos. El instinto materno no existe, es un invento del patriarcado para esclavizar a las mujeres”.

Sin embargo, a pesar de su afirmación, profundiza en los roles de padres y madres: “El niño necesita que alguien cumpla la función materna. Pero la función materna la puede cumplir otra persona. En mi caso, mi bisabuela fue entregada en Casa Cuna en 1900 y fue amamantada por una madre de leche y la crio una mujer que no fue su madre biológica. Hay muchas historias así. Ni hablar de las mujeres que adoptan. Normalmente son mujeres las que adoptan ese rol, pero no necesariamente por un instinto biológico. Para Freud o Lacan, la función materna tiene más que ver con el cuidado, la afectividad, la intimidad, la nutrición. La sociabilidad temprana. La función paterna tiene que ver con lo normativo, la protección. Las madres pueden cumplir los dos roles, y estas funciones son biológicas y culturales. La psiquis humana, para su desarrollo, necesita esas funciones básicas: desde el lado no biológico, sino simbólico. No tiene su origen en reacciones químicas, sino en el lenguaje y la palabra”.

“En general –agrega Frederic–, las mujeres toman ese lugar no solo por deseo, sino también porque hay un aprendizaje de la función. Las madres no son víctimas. Son constructoras de ese lugar que las demanda. Se convierten en necesarias. Son habilidades que desarrollan y que los varones van entregando, con costos. La división del trabajo de crianza

El frío invernal se siente duramente en las calles céntricas de Roma el 24 de enero pasado. Alrededor de las 10 de la mañana el viento agita las palmeras de la gran Piazza Cavour, donde nadie circula entre el monumental “palazzaccio”, sede de la Corte Suprema de Casación, por un lado, el antiguo Teatro Adriano ahora convertido en multisala de cine, por otro y, lateralmente, la Iglesia Valdense inspirada en basílicas paleocristianas.

Las puertas del templo permanecen cerradas cuando llega una mujer anciana, ciega, ayudada por una acompañante que, solícita, empuja la silla de ruedas. Esperan unos instantes y se abre una pequeña puerta al costado de la iglesia. Las dos mujeres entran.

En la columna de un farol callejero, un afiche anuncia en italiano “Las palabras de la Memoria, las dos historias de Vera Vigevani Jarach, de las leyes raciales a la dictadura argentina”. Una foto de Vera, madre de Plaza de Mayo Línea Fundadora, sobre fondo rojo ocupa la izquierda del cartel. Por supuesto, es ella la persona que ingresó al edificio poco antes.

Algo después llegan dos grupos de estudiantes secundarios, rumorosos, sonrientes, charlando entre ellos. También los chicos y chicas entran por la puerta lateral junto a una joven que parece ser la profesora.

Varios fotógrafos, un operador televisivo y personas de distintas edades se acercan al lugar e ingresan a la sala contigua al templo que se va llenando poco a poco. A las once, hora fijada para la charla con Vera, no quedan sillas disponibles.

“Partigiana” de la memoria se define esta mujer que el 5 de marzo próximo va a cumplir 95 años. “Partigiana”, es decir luchadora, dice y aclara que prefiere esa palabra a “militante”. Así se presenta, en su silla de ruedas, vestida con sencillez, sin maquillaje alguno, con el pañuelo de las Madres que cubre sus cabellos blanquísimos, y la foto de su hija Franca Jarach en el pin prendido en su campera de abrigo.

Habla con lentitud y en voz baja durante unos minutos hasta que le acercan un micrófono. Dirigiéndose en especial a los jóvenes italianos recuerda su nacimiento en Milán en 1938, a su familia judía, y a su hija, una de los 30mil desaparecidos en Argentina a manos de la última dictadura.

“Franca fue secuestrada a los 18 años en Buenos Aires”, recuerda. “Era una estudiante brillante, defendía la justicia y la verdad yo me llamo Vera, ella se llamaba Franca Vera y Franca”, nombres que las unen e identifican una línea de pensamiento compartido.

Otro hilo conductor de esta víctima de dos genocidios es su sentido de la Justicia.

“Mi padre era abogado. Un día le pregunté qué era la Justicia y me respondió que ‘justicia es el respeto de la dignidad de los otros’”, cuenta emocionada.

“La dictadura de Mussolini sancionó leyes raciales en 1938. Ante el peligro mi familia decidió abandonar el país. Yo cumplí los 11 años a bordo de la nave Augustus que nos llevaba del puerto de Génova al de Buenos Aires. Al iniciar la travesía yo era una niña, pero cuando llegué a la Argentina ya no lo era” espiritualmente.

“Mi abuelo materno no quiso irse de Italia en el ‘39. Era un italiano honesto, trabajador y patriota. No comprendió el peligro de quedarse bajo la dictadura nazifascista. Y cuando decidió partir ya era tarde. Fue deportado a Alemania en 1943, al campo de exterminio de Auschwitz, donde lo asesinaron”, relata.

Vera tuvo una infancia serena hasta 1938, igual que su hija, que nació en 1957 y que en junio de 1976 fue secuestrada.

“Mi historia y la de mi familia la pueden leer en internet. Me importa escuchar ahora sus preguntas. Yo no los veo, pero quien quiera hacer una pregunta que venga y se siente a mi lado, cerca, para poder darnos la mano”, invita.

Con timidez algunas chicas alzan la mano y comienzan las preguntas sobre el miedo, el abatimiento, la resistencia.

“Pero todas las que preguntan son chicas. ¿Y los chicos no preguntan?”, azuza Vera. Se hace un silencio y un adolescente se sienta junto a ella.

“Cómo te llamas?”. “Sebastián”. “¿Sos español?”. “No, soy argentino”, responde el muchacho y Vera ríe. Pero fue el único varón que se animó

INVESTIGACIÓN Y ANÁLISIS

es-ar

2023-02-05T08:00:00.0000000Z

2023-02-05T08:00:00.0000000Z

https://kioscoperfil.pressreader.com/article/283678303822208

Editorial Perfil