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La memoria nos hará vivir

MARIANO OROPEZA

Empieza Baudoin con el viaje al velorio, pasa por el mantel de los recuerdos y finaliza con la caída. De Nico. Pero entremedio, en el baile de graduación de Filis, los padres y hermanos viven su redención

Solo vuelo en tu caída

Autora: Magela Baudoin Género: novela

Otras obras de la autora: Vendrá la muerte y tendrá tus ojos; La composición de la sal; El sonido de la H; Editorial: Odelia, $ 3.000

Nico no duerme. Sueña con hadas mientras cae del noveno piso. Y en el vuelo fatal, reimaginado por el Don de la Memoria, la familia encuentra una redención amarga y necesaria. Cada uno en su propio carretel. La periodista y escritora boliviana-venezolana Magela Baudoin presenta esta nouvelle que se va revelando en la oscuridad del cuarto del hermano fotógrafo. Entre los silencios de la hermana que estuvo cerca, cuarto de por medio, al fin cuerpo estrellado, para callar. Brillando en los trastos de un padre acumulador y una madre modélica. Solo vuelo en tu caída propone en menos de cien páginas pararse en el filo de la ventana. Y batallar juntos contra la vulgar realidad.

“Las estrellas ya no hacen falta; apagadlas todas. Guardad la luna y desmontad el sol,/ vaciad el océano y barred los bosques;/ porque ya nada puede servir para nada” marchaba lúgubre W. H. Auden en el Blues funerario. Diferentes voces en La Paz de cambio de milenio despliega Baudoin ante la misma pérdida irreparable del ser querido. Y zurce esos tajos a cada capítulo con respuestas posibles al cómo ser buenos padres, buenos hermanos y buenos amigos, algo que nunca perece. “Todos los relojes estaban detenidos… entonces, papá colocó cuidadosamente al niño sobre una consola de mármol rosado y, como ejecutando un acto de magia, chasqueó los dedos en un movimiento corto y seco con los que despertaron todos los corazones de cuerda, al unísono. También el de su hijo, alucinado con el tic tac como si tuviera de nuevo todo el tiempo del mundo por delante”. Chasqueo de memorias compartidas y maleables que entibian las noches azules, vencen las nevadas cumbres del Illimani y endulzan el sabor a muerte de las nueces negras.

En La composición de sal (2015), editada por Libros del Zorzal, ya aparecían los múltiples puntos de vista y variopintos personajes, en escenas cotidianas que hundían el escalpelo de Baudoin en las deudas familiares, la muerte, la memoria, la resiliencia y la resistencia. Pe ro la aparente polifonía se deshacía con el vector que su r caba aquellos c uentos como en la narración ed i t ad a ahora por Ode l ia . Uno que cor re el velo de la no r ma - l idad . Y ab re a l in s tan - te donde todo se cae y se rompe. Las ilustraciones de Alejandra Alarcón potencian esta escritura de la incertidumbre y la fragilidad. En Baudoin se bifurcan senderos de una fina complejidad emocional, “la figura no es borrosa y, sin embargo, se siente –no se ve, se siente– su desplazamiento”, y que bien podrían salir de la letra perspicaz de Hebe Uhart.

Empieza Baudoin con el viaje al velorio, pasa por el mantel de los recuerdos familiares y finaliza con la caída. De Nico. Pero entremedio, en el baile de graduación de Filis, en un hotel cinco estrellas similar a las Torres Gemelas, tres años después de la tragedia familiar, los padres y hermanos viven su redención. La mamá, que segundos antes recibía a los amigos del hijo muerto, sin dejar de pensar en la altura que podría tener Nico, saluda a la hija, que estuvo sola aquella tarde mortal, en el departamento, con Nico. Como nunca antes en esos tres años. Solo se trata de vivir. ■

CULTURA / LIBROS

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2023-03-26T07:00:00.0000000Z

2023-03-26T07:00:00.0000000Z

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