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Un sentido homenaje a una zona de Nueva York y a sus ritmos

JUAN MANUEL DOMÍNGUEZ

EN EL BARRIO

Título original: In The Heights Dirección: Jon M. Chu Guión: Quiara Alegría Hudes y Lin-manuel Miranda Intérpretes: Anthony Ramos, Corey Hawkins, Leslie Grace, Corey Hawkins, Olga Merediz, Stephanie Beatriz y Jimmy Smits Origen: Estados Unidos (2021) Duración: 143’

Será extraño ver En el barrio. Básicamente lo será porque establece una alegría que todavía cuesta vivir como tal: el acto de ir al cine. De recorrer para llegar a la sala. Hoy, mientras la política mediocre genera tuits mediocres, y mientras nuestros días son grises, mientras todos gritan (porque hacen listas, porque están en ellas, por tal vacuna, por la ausencia de tal otra), cuesta recordar los espacios donde, valga la figura, respirábamos juntos. El cine, por supuesto, es uno de esos sitios. Donde todos, en algún momento, decidíamos caminar, correr, subir o bajar para entrar a una función de cine. Y si bien hoy vuelve, lo que muestra una película como

En el barrio es todo el poder del cine cuando es resplandenciente, cuando es más que nuestro encierro o nuestra viveza criolla posteada para hablar con los amiguitos online.

En el barrio resplandece, aunque eso no la hace perfecta. Primero lo primero: es un musical. Y es uno de un barrio de Nueva York, lleno de inmigrantes, en su mayoría puertorriqueños. Está basada en el musical de Lin-manuel Miranda, padre del suceso conocido como Hamilton.

En un momento donde las series han decidido ser Corín Tellado, un relato trivial sobre Luis Miguel (o Maradona) o estupideces que en cable apenas hubieran estornudado, En el barrio confía en el cine con un descaro radiactivo. Sus musicales, seguro, llegan en un momento a saturar, gracias a apretarse demasiado entre sí, pero eso no quita su radical confianza en lo humano, en las diferentes formas y géneros de lo humano, como usina de un momento que ilumina. Porque, precisamente, la belleza de En el

barrio radica en sus ganas de pisar la calle, de salir al sol, de entender cómo el cine, como identidad y barrio, tiene sus espacios y cómo hay que recorrerlos antes que retuitearlos.

El otro nervio puntual, filoso, es por supuesto Lin-manuel Miranda, que alguna vez protagonizó el original. Su forma de generar ritmo obedece a una especie mágica de creación, que le debe tanto a una canción de Disney como a una de Public Enemy: entiende de cadencias y espacios, de momentos y golpes, de la magia de lo cotidiano usada para reconfigurar lo extraordinario. Todo aquí resplandece, y cuando agobia, cuando directamente ciega, lo hace por su fe en lo que genera y no por su falta de ritmo. Pocas películas definen tan bien todo aquello que el mundo ha decidido dejar de ser: feliz, libre, soleado. Un barrio. No es la fantasía de

Plaza Sésamo: es el juego de la identidad que deja en nosotros nuestra calle preferida: el cine cuando cuenta la vida que necesita bailar, o llorar, al sol.

CRITICA / CINE

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2021-06-19T07:00:00.0000000Z

2021-06-19T07:00:00.0000000Z

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