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Ver un privilegio

RAFAEL SPREGELBURD

Paso un día entero esposado. En este policial en el que actúo me detienen por un crimen que no sé si cometí y doy una larga declaración. Son mil páginas y las memorizo con esfuerzo. Las escenas se demoran, los minutos pasan y como las esposas son reales y la llave la tiene alguien de arte que está por ahí haciendo alguna otra cosa útil, voy cambiando de estado. La cosa no pasa de la broma, esa broma regalada a los actores, que vivimos vidas robadas, buenas o malas, de un peso existencial fabuloso. Pero empiezo a necesitar ayuda para pasar las páginas, para abrir un agua mineral, para ir al baño. Las esposas son un invento diabólico, porque para que no duelan hay que cerrar los codos, pegados al cuerpo y poner las manos para arriba como esperando lluvia. Desde mi humillación (que le presto al personaje) envidio el movimiento de mis compañeros de escena, envidio a casi cualquiera que esté libre.

Son gente razonable y me ofrecen abrir y cerrar las esposas cada cinco minutos, pero yo también soy razonable y les digo que no hace falta y que sigamos filmando, que ya bastante difícil es cumplir con los tiempos de un rodaje en épocas de covid.

Estar libre es un privilegio del que solo te das cuenta al perderlo. Como todos los demás privilegios, como ser blanco, varón, CIS, tener agua potable o tiempo para pensar en estas cosas. Deduzco que los actores somos filósofos mezquinos: acumulamos una información emocional bestial, conocemos de oído el dolor ajeno, olemos la necesidad de a ratos, pero después hacemos poco y nada con ello. A lo sumo, una ficción decente.

ESCRITURAS

es-ar

2021-11-27T08:00:00.0000000Z

2021-11-27T08:00:00.0000000Z

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