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Las obsesiones de poder de una dinastía de la moda universal

JUAN CARLOS FONTANA

Ecléctico en la elección de sus guiones, Ridley Scott (Blade Runner,

Gladiador) en 2017 decidió contar el trágico episodio vivido por el nieto del millonario Jean Paul Getty en el film Todo el dinero del mundo. Ahora vuelve con otra dinastía familiar: los Gucci. Con ellos va desmenuzando una historia –el guión está basado en el libro de 2001, de Sara Gay Forden The House of Gucci, A Sensational Story of Murder, Madness,

Glamour and Greed- que deja al desnudo la traición, la venganza y la tilinguería de algunos de sus miembros y el destino de sus guerras familiares.

El film comienza en 1978, cuando Maurizio (nieto del fundador de la dinastía), un bohemio que se mueve en bicicleta y estudia derecho, se enamora de la empleada de una empresa de camiones, Patrizia Reggiani, a la que conoce en una disco de moda, estilo Studio 54. Cuando Reggiani (Lady Gaga) escucha el apellido del joven (Adam Driver), imagina que su futuro puede convertirse en un arco iris. Siempre y cuando el muchacho le responda. Pero el empecinamiento de ella y su fingida fogosidad para tener sexo cautivan al heredero. Aunque quién desconfía de la mujer, es el excéntrico Rodolfo (un sofisticado Jeremy Irons), padre del Maurizio. La seductora Patrizia teje su telaraña y conquista al tío Aldo (Al Pacino), pieza clave del negocio familiar. El ingreso de la proletaria Reggiani al grupo, significará el principio de nuevas guerras: venganzas, celos, intrigas y más.

No sabemos que llevó a Ridley Scott a realizar este film, que es un híbrido entre la vieja comedia italiana mal realizada (al estilo de Sordi, o Tognazzi) y el melodrama kitsch. Sus diálogos son tan elementales que no se sabe si en verdad los Gucci hablaban así, o la adaptación del libro ha sido errada. Lo concreto es que a la película le sobran 45 minutos (dura 157’). Si bien repunta en la segunda parte, cuando se deja de lado la tontería edulcorada del romance fingido entre Maurizio y Patrizia, el relato suma escenas que aportan demasiado poco. Lady Gaga tiene un único instante interesante al comienzo, cuando su cautivante figura recuerda a la Gina Lollobrigida de Pan, amor y fantasía

(1953), el resto es una suma de sobreactuaciones. Se rescata la banda sonora y las interpretaciones de Pacino y Adam Driver. Lamentable es la imitación de la editora de Vogue, Anna Wintour y la pitonisa que hace Salma Hayek.

CINE

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2021-11-27T08:00:00.0000000Z

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