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Por qué los senegaleses vienen a la Argentina

SABRINA LOPARDO CHEMEN*

Segunda parte de una investigación sobre las razones de esta sostenida migración a nuestro país de una comunidad visible en las calles, donde se dedica a la venta ambulante, bajo la forma tradicionalmente conocida como “manteros”. Las leyes que regulan su presencia, las causas que los llevaron a dejar sus comunidades, las razones por las que hay muy pocas mujeres y cómo preservan su cultura tan lejos de su tierra.

La cantidad de senegaleses en Argentina tuvo dos grandes saltos: uno en 2004 y otro en 2013. Ninguno de ellos fue aleatorio. En el año 2013 la llegada de senegaleses al país se multiplicó: en 2012 solo había, oficialmente, 53 senegaleses. Para 2013, se registraron más de 1.600: ¿qué cambió en ese año para que el número se triplicara?

Lo que en 2013 parece ser, en apariencia, un incremento de la presencia senegalesa en Argentina es, en realidad, un reconocimiento de la verdadera cantidad de migrantes de Senegal en el país. Ese año, el Ministerio del Interior publicó un decreto que regularizó la documentación de los residentes senegaleses. El documento asume que la mayoría de ellos no cuenta con la documentación nece“ley saria e impone un procedimiento sencillo para obtener el DNI, además de prohibir su expulsión. La medida se tomó por la cantidad creciente de inmigrantes sin papeles. Ocho años pasaron desde ese decreto y la situación migratoria de los senegaleses no parece haber cambiado demasiado.

El otro gran salto en la cantidad de inmigrantes senegaleses en Argentina se había producido en

2004, con la promulgación de la Ley de Migraciones (N° 25.871), aún vigente. La legislación necesitaba una modificación: la anterior fue sancionada en plena dictadura, en 1981, y se la conocía como Videla”. Obligaba a los empleados públicos a denunciar a los migrantes no autorizados, diferente a la actual, que proclama: “No podrá negárseles el acceso al derecho a la salud, la asistencia social o atención sanitaria (y educativa) a todos los extranjeros que lo requieran, cualquiera sea su situación migratoria”.

Los no representados .

En Buenos Aires hay consulados de Sri Lanka, de Samoa Occidental, de Qatar, de Barbados y de varias otras naciones cuya cantidad de inmigrantes en Argentina es casi nula. Sin embargo, no hay embajada, ni ninguna otra oficina que funcione a modo de representación diplomática, para los senegaleses, una forma de ignorar la presencia de la comunidad en Argentina y una condena a vivir como si aquí no estuvieran.

Quienes necesitan de la diplomacia en Argentina deben recurrir al consulado senegalés en Brasil, en una articulación entre los dos países del Mercosur. Articulación que parece absurda, ya que cruzar la frontera con una situación migratoria irregular no parece buena idea. La falta de embajada no implica que no haya intercambios entre las dos naciones: las exportaciones argentinas a Senegal son de unos 85 millones de dólares cada año.

Tras la crisis de 2001, durante el gobierno de Eduardo Duhalde, la Cancillería argentina dispuso el cierre de 21 embajadas y 15 consulados para enfrentar la recesión. Entre ellas, cerró la embajada argentina en Senegal, que luego reabrió en 2015.

Frente a la necesidad y la invisibilidad de sus compatriotas, Moustafá Sené formó parte del grupo de senegaleses que trabaja por la representación de su comunidad. Cuando llegó a Argentina, hace 14 años, se dedicó a la misma actividad que la mayoría: el comercio ambulante. Luego ejerció en restaurantes y en hoteles, mientras continuaba los estudios universitarios que había comenzado en Senegal. Hoy participa activamente en su comunidad, una que autogestiona su propia representación ante la falta de una autoridad formal: “Desde el primer día vi la necesidad de un consulado”.

Fuera de control.

El sociólogo Michel Foucault teorizó que “el poder, lejos de estorbar al saber, lo produce”. En sus trabajos explica que los poderosos nunca son ajenos a las ideas que se difunden, y por el contrario, son ellos mismos los creadores de esas ideas difundidas. En las informaciones oficiales de Argentina se

hace caso omiso a los pasos inhabilitados, pero ignorar lo que ocurre no tapa la verdad: estas fronteras se transitan.

Que se puede ingresar a la Argentina por el paso no autorizado de Eldorado, Misiones, frontera por la que entran los senegaleses al país (entre otros migrantes), es un secreto a voces. Una información que se va difundiendo en el “boca a boca”. Información que no es difícil de obtener: cualquiera que investigue vagamente sobre el tema se enterará, rápidamente, del paso de Eldorado. Este dato se ha difundido en numerosas publicaciones periodísticas de los diarios de mayor tirada. De hecho, es información conocida por personas que vienen de otros países, e incluso de otros continentes, como es el caso de los senegaleses.

Entonces, ¿cómo puede ser que personas que están en África conocen del paso no habilitado de Misiones, pero los funcionarios de Argentina parecen desconocer de su existencia?

De acuerdo con la Ley de Ministerios (22.520), el tema de las fronteras es uno que compete a varios ministerios, en un trabajo en conjunto. Involucra al del Interior, al de Seguridad, y al de Defensa. “Intervenir en la elaboración de las políticas para el desarrollo integral de las áreas y zonas de frontera, y entender en su ejecución en el área de su competencia”, especifica el Artículo 17°.

Que haya varios organismos a cargo de las fronteras crea un problema. “Nadie se hace cargo. Y por más que pongan intención, no sé qué tipo de sistema podría ser eficiente teniendo en cuenta cómo son las fronteras. Se necesitaría un gendarme cada 500 metros. Es imposible custodiar todo el límite. Siempre fue así”, explica el periodista de Misiones Gastón Daza, quien trató este tema en varias ocasiones.

Frontera custodiada.

“Acá por la frontera se pasa de todo. Drogas, alimentos, bebidas, personas. La lista es muy larga. Las zonas de contrabando son de difícil acceso: montes, barrancos, mucha vegetación, y del otro lado es lo mismo. De ahí quedan a un par de kilómetros para llegar a una ruta o a alguna ciudad. Montan la mercadería en las canoas y la pasan. Es subir a un bote, remar 15 minutitos y estar en otro país. Es un negocio. Hay gente que cobra para pasar, tanto para venir a Argentina como para cruzar al otro lado. Algo de 3 mil pesos, aunque probablemente haya aumentado la tarifa”, cuenta Daza.

Eldorado es uno de los pasos no habilitados principales, incluso a pesar de que esta ciudad está a una hora de distancia de una de las Áreas de Control Integrado (ACI), en este caso, la de Iguazú. Las ACI son zonas fronterizas que tienen como objetivo maximizar la vigilancia de la entrada y salida de migrantes y de mercadería. Surgieron a partir del Acuerdo de Recife, concretado en 1993 por los países del Mercosur. Estos puestos son de trabajo en conjunto entre los dos países intervinientes para la gestión coordinada de fronteras y un doble control. ¿De quién es, entonces, la responsabilidad del trabajo en la frontera?

La cuestión cada vez se diluye más. No solamente en Argentina la competencia sobre este tema queda a cargo de varios ministerios a la vez, sino que la duda crece aun más al entrar en escena el Mercosur. En una suerte de “aguas internacionales”, la comisión del delito queda confusa y ninguna de las naciones se hace cargo, a pesar del abultado presupuesto que se dedica a estos puestos de control.

Son numerosos los documentos, incluso de la Auditoría General de la Nación, organismo constitucional encargado de verificar la eficacia del funcionamiento del Estado, que denuncian que las ACI con Brasil no funcionan. Que no se hacen los informes por la autoridad aduanera y que se trata de un “doble trámite” de cruce. Y mientras tanto, los migrantes que pasan sin hacer los controles no aparecen en ningún informe. Burocráticamente, es como si hubiesen desaparecido en la mitad del viaje, como si no estuvieran.

Por el mundo.

Son aproximadamente 600 mil los senegaleses en la diáspora; lo que

significa el 3,94% de la población. En comparación con el resto de los países, el porcentaje de migrantes está en un término medio. Sus principales destinos son Gambia, que limita con Senegal; luego Francia, el ex colonizador, y en tercer lugar Italia. Siguen España y Estados Unidos. La ola migratoria de senegaleses a Argentina no es un caso particular, sino que es uno de los tantos países a los que van a buscar una vida mejor. Si se toman en cuenta las aproximaciones informales (que suponen que hay senegaleses

indocumentados en el país), Argentina se encuentra, más o menos, en el puesto número 10 de destino de los migrantes.

Un crecimiento constante del 6% anual y ningún golpe de Estado en la historia de Senegal son parte de los aspectos positivos del país, pero en el Índice de Desarrollo Humano, elaborado por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Senegal ocupa el puesto 164 de 189 (189 es el más vulnerable), pese a haber mejorado en los últimos años.

El relato de los que ya han viajado, y pudieron tener un mejor futuro, influye a la hora de tomar una decisión. Población joven que no logra acceder al trabajo (este dato coincide con que la mayoría de los senegaleses en Argentina son menores de 40 años) y profesionales con salarios por debajo del promedio mundial son algunos de los principales motivos por los que deciden abandonar su país.

¿Dónde están ellas?

En el paisaje senegalés en Argentina hay algo que falta: mujeres. Por Once, o Avellaneda, o los diferentes mercados, solo se ven hombres, hombres y hombres. En Argentina, el 98% de los senegaleses son varones. Solo queda un 2% para las mujeres, los registros indican que no superan las 130. De aquí la pregunta: ¿dónde están las mujeres?

Las mujeres senegalesas no son parte de esta ola de inmigración hacia Argentina, son más bien casos aislados, pero de a poco esta situación comienza a cambiar. A pesar de que hay pruebas de la existencia de población africana en Argentina desde, al menos, 1580, en el territorio actual de ocho provincias la presencia senegalesa continúa exotizada, invisibilizada y aislada.

Los hombres senegaleses que llegan al país tienen un plan diferente según su estado civil. Los solteros están abiertos a quedarse en Argentina y formar su futura familia aquí. Más de la mitad de los que viven aquí son solteros de entre 29 y 35 años. Los casados, en cambio, tienen la aspiración de volver, junto a la responsabilidad de enviar todos los meses dinero a su familia en Senegal, razón principal por la cual emigraron.

Las mujeres senegalesas, sin embargo, no tienen lugar en la inmigración hacia Argentina en ninguno de los dos estados civiles: para las casadas, la tradición indica que deben quedarse en la casa cuidando a sus hijos; y para las solteras, emigrar siendo mujer está fuera de consideración. Las senegalesas que migran (38% del total de senegaleses en el exterior) lo hacen a otros países.

Menos de la mitad de las mujeres senegalesas saben leer, frente al 68% de los hombres, alfabetizados. Las mujeres de Senegal tienen un promedio de cinco hijos y el 31% de ellas son consideradas “cabezas de familia”. Ante la Constitución senegalesa, tanto hombres como mujeres son iguales.

El marido migrante aparece como un prototipo cultural. Del otro lado están las esposas de los migrantes: su vida queda alrededor de una espera eterna por el retorno de sus maridos, y del cuidado de sus hijos con padres ausentes. Las senegalesas se casan por primera vez a los 20 años aproximadamente. Para los 30 a 34 años, solo el 10% de las mujeres son solteras, de acuerdo al censo nacional. Un 4% de las mujeres están divorciadas. El hombre cumple el papel de proveedor del hogar y la mujer realiza, mayormente, “migración de acompañamiento”.

Aunque de a poco cada vez más mujeres senegalesas deciden migrar solas, de acuerdo a la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) y a la Agencia Estatal de la Estadística y la Demografía senegalesa (ANSD en sus siglas en francés). El porcentaje con respecto a los hombres no gana lugar y de hecho lo pierde por pocas centésimas, ya que a pesar de que cada vez son más las migrantes, también aumenta la cantidad de hombres que toman la misma decisión.

Lo que sí va evolucionando son los motivos de las migrantes para decidir cambiar su vida. Mientras que antes lo hacían, casi exclusivamente, mediante la reagrupación familiar, de a poco comienzan a viajar solas en busca de independencia.

“En Senegal, sin contactos, y aunque tengas estudios superiores, es difícil encontrar un trabajo. Los padres de las estudiantes senegalesas tienen que ser adinerados para poder abordar las universidades”, cuenta la senegalesa Oumou Kalsoumm, de 24 años, que decidió viajar al exterior y dejar su país detrás. “Los hombres, en general, tienen que hacerse cargo de todos los gastos en sus casas. Por eso se van a otro país a hacer dinero”, comenta. ■

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