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Una elección que no fortalecerá la democracia

CLARISA DEMATTEI*

Estamos frente a una de las elecciones más trascendentales de los últimos tiempos en la región. Con 148 millones de personas habilitadas para votar, Brasil es la segunda democracia más importante de Occidente en términos de la cantidad de sufragantes. Sin embargo, este gigante latinoamericano se enfrenta a una votación completamente protagonizada por la violencia, la polarización y las ansias de revancha que, lejos de mejorar la calidad democrática, la debilita aún más.

Las acusaciones cruzadas, los discursos hostiles que agitan el terror, las amenazas con desconocer el resultado electoral, los boicots a la prensa, los actos masivos con presencia de francotiradores, chalecos antibalas y hasta el asesinato de un militante del izquierdista Partido de los Trabajadores en manos de un fanático de Bolsonaro, es el saldo que deja el final de la campaña de una de las elecciones más radicalizadas de las últimas décadas en Brasil.

Y si bien hay más de diez candidatos que compiten por la Presidencia, todos los ojos están puestos en los dos que encabezan todas las encuestas: el actual mandatario Jair Bolsonaro y Lula Da Silva, quien gobernó dicho país entre 2003 y 2011. Sin embargo, el resultado entre ambos está aún por verse. Como si fuera un reflejo del caos político que reina en Brasil, los sondeos muestran resultados muy dispares entre sí: algunos dan cuenta de un posible acercamiento de

Jair Bolsonaro a Lula Da Silva en la intención de voto, mientras que otros analistas vaticinan una posible victoria del candidato del Partido de los Trabajadores directamente en primera vuelta.

Pero más allá de quién se alce con la Presidencia, estas elecciones paradójicamente no fortalecerán la democracia. En primer lugar, porque desde el Poder Ejecutivo se está sembrando un manto de dudas sobre la transparencia de los comicios que originan un debilitamiento de una institución clave como lo es el Tribunal Electoral.

Sin ir más lejos, el presidente actual Jair Bolsonario, quien debería otorgar certezas acerca del proceso electoral, amenazó con desconocer los resultados en el caso de que la votación no le sea favorable. Y desde la oposición, Lula Da Silva cargó múltiples veces contra el Poder Judicial por considerarlo uno de los responsables políticos e ideológicos del juicio que sufrió en su contra y que lo llevó a la cárcel durante más de un año y medio por el escándalo del Lava Jato.

Y esto no es indiferente en la ciudadanía. Una encuesta publicada por la consultora Datafolha muestra que la confianza en la democracia cayó 7 puntos en el año 2020 y el año pasado el 45% de los brasileños creía que su país podría convertirse en una dictadura.

Y si bien la realidad demuestra que es altamente improbable que esto suceda, sí podemos dar cuenta que la calidad democrática está en descenso, llevando a esta nación sudamericana a ser considerada por The Economist como una “democracia defectuosa” según el “Índice de Democracia Global”, en base a ciertas variables consideradas fundamentales para el buen desarrollo democrático.

En el caso brasileño preocupa, especialmente, la poca capacidad del gobierno para ofrecer soluciones a las demandas de la ciudadanía dentro de las instituciones políticas tradicionales y las posibilidades de desempeñar los derechos políticos dentro de un marco de paz, libertad y competencia justa.

La violencia ejercida durante la campaña entre los candidatos, pero también entre los militantes de uno y otro partido demuestran que las instituciones no están generando ámbitos cívicos propicios para una participación política sin amenazas.

Los ataques constantes a los defensores de los Derechos Humanos y a los medios de comunicación opositores a cada candidato también demuestran esta realidad. Jair Bolsonaro llama constantemente a ejercer un boicot sobre el diario Folha de Sao Paulo y Lula Da Silva ha dicho frases similares contra el multimedio O Globo, amplificando la preocupación sobre la libertad de expresión que tendrán los periodistas independientemente de quién gane la contienda electoral.

De hecho, un informe publicado hace dos semanas por la organización Reporteros Sin Fronteras demostró que la prensa brasileña recibió casi tres millones de ataques por redes sociales durante el último mes de campaña.

En suma, las elecciones del domingo serán una de las más trascendentales de los últimos años para la región. Brasil no solamente mantiene el PBI más alto de América Latina sino también es considerada como la séptima economía del mundo.

Incluso, quien sea electo presidente podría determinar el curso de la izquierda o la derecha en el subcontinente. Sin embargo, estas elecciones pasarán a la historia por ser una de las más violentas y polarizadas de las últimas décadas. ■

*Licenciada en Ciencias Políticas (UCA), investigadora del Centro de Estudios Internacionales (CEI-UCA) y profesora de América Latina en la Política Internacional y Cultura Latinoamericana, entre otras.

Es la segunda democracia de Occidente en término de cantidad de votantes Tiene el PBI más grande de América Latina y es la séptima economía del mundo

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2022-10-01T07:00:00.0000000Z

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