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“EN MI OFICIO HAY QUE ESTAR ATENTO A LAS NUEVAS MIRADAS”

El intérprete protagoniza El nido, coproducción de Italia y Argentina. En un clima de encierro, surgen inquietantes similitudes con la pandemia de coronavirus.

ANALÍA MELGAR

En 2023, cuando el Covid 19 todavía resiste el esperado paso de pandemia a endemia, la película El nido, que sin embargo fue concebida en 2015 y filmada en 2021, se estrena en un contexto propicio para despertar, al menos, curiosidad. La ópera prima del italiano Mattia Temponi –en cruce latinoamericano a través de Ventana Sur– acaba de estrenarse en buen momento y también tiene méritos propios.

El film cruza el terror y la ciencia ficción, con solo dos actores que sostienen intensamente toda la película: el argentino Luciano Cáceres y la italiana Blu Yoshimi. En un planeta Tierra dentro de un futuro cercano, él es Iván, un voluntario que cuida a Sara, una muchacha de 18 años que ha sido mordida por humanos y contagiada de un virus desconocido. Los personajes deben aislarse en un refugio con todas las comodidades, hasta que el virus evolucione. En ese encierro físico y psicológico, sintiendo el asedio de la muerte, se va desarrollando un vínculo acaso más peligroso que el aislamiento y la enfermedad. El reducido lugar donde transcurre el largometraje, que apuesta al minimalismo y figuras geométricas (escenografía de Giada Calabria) tiene un dramático trabajo de iluminación y fotografía (Stefano Paradiso) y música del argentino Julián Vat, con notas tangueras entre lo siniestro y lo melancólico. Cáceres cuenta cómo surgió y se filmó El nido, y posibles lecturas.

—¿Qué experiencias previas tenés de este cruce, no muy frecuente, entre producciones argentinas e italianas?

—Yo hice algunas otras producciones con Italia, como la película Cenerentola y una serie que fue la versión italiana de Sin tetas no hay paraíso [Le due facce dell’amore]. El director de esa serie es el director tutor de esta película, entonces cuando se inició este proyecto Mattia hizo una lista con tres posibles actores, y tanto en la lista del casting, como en la lista del director tutor, estaba yo. Finalmente, quedé, elegido por las tres partes.

—¿Cómo se fue resignificando la propuesta de esta película, con el correr de estos años?

—En mayo de 2019, recibí este guión, que era de una película de terror y de ciencia ficción. En ese momento, los barbijos, los guantes de látex y sanitizarse me parecían de una película futurista. Cuando me toca filmar, todo el set estaba en las mismas condiciones que el decorado. Mattias, también autor del guión, había escrito esto cinco años antes. Es increíble. Si las cadenas hoteleras hubieran sabido que se venía una pandemia, quizás hubieran preparado sus habitaciones como refugio para pasar confortablemente la cuarentena. En esta historia, una cadena hotelera prepara estos refugios para cobijar, con agua, comida, entretenimiento, tratamiento, todo lo que se necesita para transitar este virus.

Si bien el virus en la película es más extremo, y linda con los zombis, es muy loco cómo se asimilaba con muchas cosas que estaban pasando.

—¿De qué manera se organizaron los ensayos y la filmación?

—En el verano, yo había estrenado Desnudos en Mar del Plata, con súper éxito, después estuve cinco meses guardado en mi casa; se cerró todo; solo veía a mi niña. Tuvimos ensayos por Zoom dos o tres veces por semana, haciendo escena a escena. En ese tiempo, se decidió hacer la película en español, por lo que Blu tuvo que estudiar toda la letra en español. De golpe me subí a un avión lleno de gente; me dio escozor. Estuve en Roma siete semanas. La primera, después de testearme, aislado ocho días en un departamento, con comida y todo: muy parecido a El nido. El día 8 a las 5 de la mañana me buscó un auto y empezamos a trabajar seis semanas agobiantes, desde las siete de la mañana hasta la noche. Una locura, una sensación asfixiante, pero el trío de Blu, Mattia y yo fue como una familia: convivíamos todo el tiempo, no nos relacionamos con otras personas. En Italia, era todo más extremo. Se usaba barbijo y máscara, salvo en el momento de actuar.

—¿Cuáles son los procedimientos para que un actor, en cine construya terror?

—Con un buen guión y trabajando el género. Uno como actor debe volverse cómplice del género. Es importante la formación para conocer los géneros y tener una caja enorme de recursos para las distintas formas de contar una historia. En el terror, aunque los dos personajes estén en el mismo lugar, tengo que ser cómplice en cosas que no tengo que ver. Va más allá de lo que mi personaje sentiría o diría en cada momento, sino que

hay que seguir a rajatabla el guión. La película se cuenta de determinada manera. No se puede contar como cine arte, sino que tiene sus tópicos, sus condimentos. El nido está muy amparada en la actuación. Como tiene solo dos actores, es muy teatral, con todos los recursos del cine.

—¿Cómo alternan las nociones de Bien y de Mal en los dos personajes, marcados por el miedo a la muerte y al contagio entre ellos?

—En las situaciones extremas, sale lo peor y lo mejor de las personas. Mi personaje tiene esa ambigüedad, va cambiando mucho. Y también aparece la miseria humana. Sin adelantar mucho, mi personaje cree que tiene algo a través de sostener una mentira. Pero los dos son personajes que están padeciendo. Pasan por el Bien y el Mal. Hay primero desconcierto, y ella tiene agresividad con él. Después, un tiempo de paz y convivencia posible. Cuando las cosas empiezan a cerrar, se vuelve a alterar todo.

—¿A quiénes reconocés como tus maestros en la actuación?

—Helena Tritek, Javier Daulte, Lito Cruz, y Alejandra Boero, mi primera maestra en el origen de lo que fue Andamio 90. Y también soy re alumno de todos los que vienen a intercambiar conmigo: un pibe o una piba que viene a hacer su primer trabajo me puede traer una impronta distinta, me aviva la llama. En este oficio, que se viene haciendo hace miles de años, hay que estar atento a las nuevas miradas, no hay que creer que la tenés atada, porque te quedás afuera.

—¿Qué sentidos le has visto a tu oficio durante y posteriormente a los momentos más críticos de la pandemia?

—En algún momento, sentí que no tenía ningún sentido, que éramos prescindibles, si bien se consumían horas y horas de ficción grabada en todas sus formas. Después revalidé mi vocación y me di cuenta de lo que tenía que hacer, que es entretener y algo más: una experiencia y dar a la reflexión. Nosotros somos eso: damos un rato de una realidad inventada o histórica, contamos un cuento, que es lo más primitivo. Un cuento te calma, te abre la cabeza, te hace crear, elegir una vocación, un oficio. Somos comunicadores y abrimos ventanas. Tengo mucha gente que empezó a estudiar porque me vio laburando o empezó a leer porque nombré un autor.

“Como actor debes volverte cómplice de terror como género.”

NOTA DE TAPA

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2023-02-04T08:00:00.0000000Z

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