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A la espera del cardumen plateado.

En una temporada que arrancó tarde, los pejerreyes van llegando a este clásico invernal que recorrimos desde el puente Zárate Brazo Largo hasta la isla La Paloma.

Por Wilmar Merino.

En una temporada que arrancó tarde, los pejerreyes van llegando al Paraná Guazú, el que recorrimos desde el puente Zárate Brazo Largo hasta la isla La Paloma.

El barro en suspensión seguía firme al momento de este relevamiento a un clásico de cada otoño-invierno: el Paraná Guazú. Con el cierre en ciernes temíamos ir derecho a un rotundo fracaso en la búsqueda de la avanzada del pejerrey, esos Gran Paraná que suelen entrar primero antes de la llegada de los cardúmenes de ejemplares chicos y medianos que hacen las delicias del pescador de muelle. La falta de frío, sin dudas, conspira quitando claridad al agua, esa que con unas heladas matutinas comienza a dejar la franja de pique (los primeros 50 cm desde la superficie) con buena visibilidad. Pero por suerte el instinto pudo más y logramos dar con los primeros pejes del remonte, festejados casi como un gol sobre la hora.

Es que –a diferencia de la lógica– los éxitos llegaron por la tarde. Pero ese, ese es el final del cuento. La cosa empezó como debe empezar una salida pejerreycera, al amanecer, partiendo de Marinas del Paraná (se accede por camino de tierra ni bien bajamos –a la derecha– del segundo puente de Zárate Brazo Largo). Gabriel Cannito y Daniel García, nuestros guías en esta ocasión, ya tenían la lancha lista y mojarras prontas, sumando un par de bolsas de isoca, una carnada que en el Guazú puede andar muy bien.

Nuestro guía nos tenía noticias frescas: en la víspera había relevado las zonas clásicas cercanas al puente (el Brasilero, el juncal de abajo del recreo Helgue, etc.), y había logrado cinco piezas, hecho que nos dio a pensar que si ahí ya estaban, buscándolas más cerca de la desembocadura del Uruguay la presencia de flechas sería mayor, ya que es sabido que este gran río marca primero el ingreso

de la especie (por la claridad de sus aguas) antes de que el turbio Guazú, donde junio es el mes clave. Por otra parte, ya se habían dado los primeros pejes en el Club Guazú, desde muelle, otro dato por demás alentador.

Ya con la lancha en marcha y el maravilloso paisaje del humo del motor que produce el aire al tocar el agua, junto a mi compañero Julio Caroni armamos cañas de 4,20 m y optamos por boyas grandes, pero con pequeñas boyas tramposas. Esto nos permitiría pescar a distancia, ya que nuestro guía nos dijo que el pique no estaba volcado sobre las orillas sino en el medio del río, donde había que dejar derivar las boyas. La pequeña tramposa le permite al pez tomar con confianza y, cuando se evidencia el pique en la boya grande, podemos clavar seguros.

El derrotero

Arrancamos pescando en el arroyo Brasilero, lindero a la isla del Dorado (que es como un pequeño brazo del Paraná Guazú). En brazoladas de 10 hasta 60 cm en las cuatro cañas, encarnamos mojarras simples o dobles, algunos anzuelos Nº 1 con isoca y otros combinando mojarras con filet. El resultado inicial solo pasó por bagres blancos y amarillos.

Fuimos gareteando hasta volver a salir al Guazú, donde se arma una suerte de corredera o aceleramiento del agua; allí hicimos otros intentos sin suerte. Desde ahí seguimos hasta la boca del Paraná Bravo. Cannito arrancó en punta con una flecha mediana. Luego Julio mostró maestría con otro peje más interesante, que orillaba los 35 cm. Fueron los únicos. Por más que remontamos para trabajar la misma zona, no volvimos a tener pique. Así es la pesca de principios de temporada, no hay cardúmenes sino pejes migrando solitarios.

Seguimos gareteando hasta la boca del arroyo Alférez Nelson Page y el Paraná Bravo, donde otra vez el guía volvió a pinchar un solo pejerrey. Y desde allí nos dirigimos al infalible punto de pesca que es la boca del río Gutiérrez y el Bravo. Fue éste el verdadero comienzo de la pesca para los que habíamos estado en cero atestiguando las capturas ajenas. Daniel y quien esto escribe rompiemos el cero al tiempo que Julio y Cannito también cantaban “peje” al clavar regias flechas que picaban muy velozmente, decididas, sin tiempo a esperas o remilgos, manoteando las mojarras en la correntada como si otro peje se las fuera a arrebatar primero.

Seguimos con la gareteada hasta la boca del arroyo El Sauce y el Paraná Bravo, a escasos 20 minutos del río Uruguay. Este, sin dudas, fue el punto más rendidor de la jornada. Cambiando líneas para

achicar tamaños de boya, ya que la pesca se daba más cerca de la embarcación, logramos que los pejes tomaran con más confianza. Curiosamente, esperábamos encontrar solo pejes grandes, los llamados Gran Paraná, pero además de los flechas de más de 40 también se dieron medianos de 25 a 30 cm. Hicimos en este punto el grueso de la pesca, ya que un último intento en isla La Paloma nos dio sólo un par de ejemplares buenos.

En conclusión, como en todo principio de temporada, a la pesca del Guazú hay que buscarla, moverse cuando no tenemos respuesta en 15 minutos y alternar zonas más cercanas a la orilla con gareteos largos en el medio del río. Las diferencias de capturas entre dos lanchas que salen en una misma jornada pueden ser notables. Pero esto se revertirá seguramente en este mes, junio, el mes clave en el Guazú, ese donde los grandes cardúmenes llegan en masa haciendo las delicias de los pescadores desde los muelles o lanchas.

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2021-06-01T07:00:00.0000000Z

2021-06-01T07:00:00.0000000Z

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