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De YouTube a récord mundial.

Dos argentinos ascendieron hasta los 5.984 m de altura del cerro Bonete Chico que, si se homologa, establecería una nueva marca mundial en moto big trail bicilíndrica.

Por Jorge Benítez.

Dos argentinos ascendieron hasta los 5.984 m de altura del cerro Bonete Chico que, si se homologa, establecería una nueva marcamundialenmotobigtrailbicilíndrica.

Todo comenzó en un año atípico como el 2020. Una noche como cualquier otra estaba viendo por YouTube un video que mostraba cómo el piloto chileno Fabio Mossini lograba batir en marzo del 2017 el récord mundial de altura en moto Big Trail. Con su Honda Africa Twin había trepado el cordillerano volcán Ojos del Salado: 5.965 msnm.

En ese momento se despertó en mí un interés muy fuerte, ya que mi hermano Nelson Benìtez había logrado una hazaña similar en 2014 con una camioneta 4x4, aunque había subido 159 m más que el chileno: hasta los 6.124. El proyecto que fantaseé en esos minutos estaba más cerca de una utopía que de una posible realidad. Y me dejé llevar... No me considero muy viejo, pero tengo 53 años, varios achaques acumulados a través del tiempo y siempre fui un apasionado por las motos. A los 16 tuve la primera, sin permiso de mis padres por supuesto. La compré toda desarmada con el pretexto de aprender algo de mecánica… Mi papá me cargaba porque nunca la pude hacer andar, y hasta me decía que yo ya llevaba más kilómetros empujándola que arriba de ella.

Después de un tiempo, y al ver mi pasión por las motos, mi viejo decidió ayudarme y así logré comprar la primera que funcionaba: una Honda XL 125. Desde ahí no paré más: comencé a competir en las carreras emblemáticas de enduro en Córdoba: en el Gran Premio de La Montaña, en la Doble de San Clemente y en otras tantas competencias. Debo confesar que nunca salí primero, pero tampoco estaba entre los últimos... Eso sí, los años me dieron la experiencia y los golpes. Y a medida que uno aprende va más rápido y los golpes son más fuertes. En 1990 tuve un accidente que me provocó apertura de pelvis, dos semanas de internación y cuatro meses sin caminar. Fue un alto en mi vida de motociclista.

▮ Preparación y el entrenamiento

Luego de varios años pude retomar la actividad, la pasión nunca se pierde… ¿Por qué comento estos detalles? Porque juntando todo lo vivido, la experiencia medio oxidada y teniendo el vehículo, la utopía podía dejar de ser tal para convertirse en realidad. El desafío estaba planteado, faltaba un solo detalle: el estado físico, que no era un ítem a desatender.

Apenas planteé la idea, en el grupo de amigos y colaboradores no hubo mucho entusiasmo: “Mmmhhh”, “aaahhh”, “está bueno, pero...”. Se ve que soy un buen entusiasta porque igual los convencí, por lo menos íbamos a capitalizar lo del entrenamiento y el buen estado físico, más allá de que no lográramos el objetivo final. Mi amigo Hugo Pedrozo es del clan de los Runing y ofreció una cardióloga especialista en deportología: la doctora Andrea Saldíbar, y lo primero que surgió fue un “muchachos, están con sobrepeso”. Por lo que el miércoles 11 de marzo del 2020 comenzamos con un entrenamiento serio y muy progresivo: 30 % aeróbico, el resto musculación y caminata suave, nada exigido. A esto se le sumaba una dieta que suprimía toda ingesta que contuviera harinas y azúcares. La verdad es que al principio costó mucho adaptarse, pero lo fuimos incorporando. Para mediados de abril de 2021 corríamos 8 km y podíamos entrenar dos horas todos los días. Yo en particular había bajado 15 kilos y me sentía bárbaro.

Por otro lado, teníamos armado un check list de todo lo que debíamos llevar y conseguir. De la logística se hicieron cargo César y Claudio Pereyra (los check man), si hay personas que pueden hacer varias cosas a la vez y no se olvidan de ninguna, son estos dos hermanos. Todos habíamos capitalizado algo de experiencia con el récord de mi hermano, a lo que se sumaban muchos años míos organizando travesías 4x4, casi que fui unos de los pioneros en la actividad –era conocido como Tracklow, nombre que les puede sonar a algunos

veteranos en la actividad off road–.

Por todo lo expuesto, teníamos muchos elementos indispensables para afrontar esta aventura: elementos de rescate, malacate, planchas, equipo de comunicación VHF, eslingas, un generador eléctrico, compresor de aire, kit de herramientas bien completo...

▮ El guía, una pieza fundamental

Marcos Gabriel Morenos fue la persona elegida como guía. Uno, entre tantos antecedentes, lo marcaba como el ideal: hasta la fecha es la única persona que ingreso al cráter Corona del Inca en moto y pudo salir en solitario. Como será así que su empresa de turismo se llama Salir del Cráter. Sin él no se hubiese logrado nada: es guía profesional, corredor de motocross, endurero y excelente persona. Fue quien nos asesoró en qué lugar debíamos hacer el intento, por dónde, qué día y a qué hora.

▮ Día del ascenso

Desde el comienzo teníamos en claro que había que pernoctar lo más cerca posible del objetivo. Marcos sugirió la localidad de Alto Jagüé, en La Rioja, ubicada a 2.000 msnm, un pueblito hermoso de 300 habitantes y punto estratégico del turismo ya que es la base para llegar a lugares como Laguna Brava, Corona del Inca o cerro Bonete, lugares de belleza indescriptible. Precisamente, es el cerro Bonete o Bonete Chico la sexta cumbre más alta de Sudamérica, que con sus 6.759 msnm elegimos para efectuar el ascenso.

El sábado 17 de abril del 2021 partimos desde Alto Jagüé a las 8:45 hacia laguna Brava. Una hora y media después estábamos en las orillas de este espectacular ámbito, a 4.230 m de altura, donde paramos a hacer fotos antes de continuar camino para llegar a la cara norte de la laguna, lugar donde bajamos las motos: una GS 1200 R (big trail bicilíndrica de más de 200 kg) y una enduro YZR 450 de Marcos, más un cuatriciclo CF 800 como apoyo rápido.

En este punto es donde comienza la verdadera aventura, ya que a través de arenales se ingresa por una huella que lleva al Bonete Chico, la que no seguimos hasta el final. Aproximadamente a unos 15 km salimos de ella con rumbo noreste por una senda de tosca con arena superficial. Luego llegaría el infierno: escoriales de piedra negra volcánica y filosa como una navaja. Era un punto de no retorno. Nos miramos con Marcos. Le comento que no tengo más brazos: la arena y las piedras ya habían agotado mis antebrazos. “Ok –me dice– cambiamos de moto”… Y esa fue la estrategia de ahí en más. Apenas uno se cansaba cambiábamos de montura y así fuimos progresando ágilmente por tramos… hasta que llegamos al pie de la cara sudoeste del cerro, a 5.200 m según los datos del GPS. Y lo imposible estaba al frente.

Teníamos que superar una inclinación del 30 % para luego encarar el último tramo. No lo podíamos creer, la cumbre estaba ahí, al alcance de la mano, pero esos 784 m parecían kilómetros. Cada bocanada de aire era inútil, la sensación de mareo empezó a ganar nuestras cabezas y los movimientos se tornaron muy lentos. Todos los acarreos anteriores nos habían dado la técnica justa: encarar con decisión el trazado elegido a medio acelerador y con las cubiertas con poca presión. Esta estrategia, más el año de entrenamiento, nos ayudó a cumplir nuestro cometido: alcanzar los 5.984 msnm en moto big trail. Ya no podíamos seguir trepando: un manchón de nieve y paredes que superaban los 60 grados de inclinación no nos dejaban avanzar…

Emocionados nos abrazamos casi al borde de las lágrimas. Luego de recuperar el aire y tomar varias fotos sacamos la celeste y blanca para documentar que un nuevo récord mundial a homologar en breve se había logrado en la Argentina por argentinos.

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