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5 lugares insólitos para dormir.

En tierras bonaerenses, días de campo en una casa ecológica, una microcasa container, un puesto de campo en la cima de un cerro, una casa indonesia de madera y dos vagones centenarios. Relax en un contexto de naturaleza silenciosa.

Por Julián Varsavsky.

En tierras bonaerenses, días de campo en una casa ecológica, una microcasa container, un puesto de campo en la cima de un cerro, una casa indonesia de madera y dos vagones centenarios. Relax en un contexto de naturaleza silenciosa.

Muy cerca de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Weekend visitó cinco opciones bonaerenses para dormir saliéndose de la norma: nada de estancias, cabañas, camping u hoteles. La idea es vivenciar diseños y reciclajes originales, lugares donde acaso nunca habíamos imaginado que dormiríamos alguna vez en contextos de tur ismo r ura l, por sobre todas las cosas muy silenciosos y rodeados de naturaleza con su fauna.

1-Microcasa container (Escobar)

Tomamos la Panamericana desde Buenos Aires –45 kilómetros– para bajar en Escobar entre granjas con ovejas, vacas y caballos, hasta la microcasa Tequila, un conteiner remodelado. Nos recibe su dueña, Mariana Pahor, y le comento mi sorpresa ante un contexto tan campestre y silencioso a cinco minutos de la autopista. Me lo explica con una metáfora magistral: “Es una zona de hippies con OSDE que vienen 1 2 a buscar un tipo de vida distinto y mandan a sus chicos a escuelas Waldorf de la zona”. Pasa por la calle de tierra un hombre a caballo con boina y la sensación es habernos sumergido en el microambiente de una zona muy verde, levemente urbanizada. Mariana nos entrega las llaves del portón y nos deja solos en los 600 m2 cercados con piscina privada. Entro por el gran ventanal-puerta que cubre casi toda una pared y descubro un espacio confortable, bien decorado y moderno, equipado con hornalla, horno eléctrico, freezer, heladera, barra de cedro azul con dos bancos, mesada con bacha, buena ducha con tres chorros escoceses, cama doble y sillón cama, pantalla de plasma, equipo musical, aire acondicionado frío-calor, piso de madera pulida, lamparitas marroquíes, vajilla, especias, aceite, sal, vinagre, café, té, galletitas de las buenas, tostadora, botellón de agua mineral y un chulengo portátil para el asado en el jardín. El container tiene Durlock y aislación en madera. El respaldar de la cama da a otro ventanal creando cierto aire de caja de cristal con cortinados: elegimos dejar entrar los rayos de luna.

El nombre Tequila es por los murales de flores y cactus mexicanos de Florencia Barchuk en el frente y contrafrente. En la mañana vemos colibríes en las salvias rodeando la casa, que no es tan micro: 12 m de largo por 2,40 de ancho más la galería techada con deck y mesa para comer al aire libre (Tequila es pet friendly). Durante el día paseamos en bicicleta por las chacras –incluidas en el servicio– y por las noches hacemos salidas a cenar al Paseo Mendoza, un sofisticado polo gastronómico de cocina internacional. El alquiler desde viernes a la tarde a domingo a la noche –caben tres personas– cuesta $ 25.000. En día de semana vale $ 6.500 por noche (mínimo dos noches; $ 40.000 la semana).

Informes: www.escapate.net.ar IG: escapateafincas Tel.: +54 9 1160977995.

2-Los Dos Vagones (Bavio)

Tomamos la autopista Buenos Aires-La Plata y la RP 2 hasta el pueblito Roberto Payró con su estación de tren abandonada: llegamos por una ruta de conchilla –restos del Río de la Plata– para un asado de antología con empanadas, bajo una arboleda en la Pulpería de Payró, de 1875,

con su gran mostrador de madera y objetos de campo. Luego seguimos 15 minutos por un camino vecinal entre campos productivos –100 km desde casa nos marca el Waze– atravesando dos tranqueras hasta Los Dos Vagones. Nos recibe la hospitalaria Miriam Gattari, quien compró este campo de 21 hectáreas en 2002 para instalarse a vivir y ofrecer turismo rural con dos vagones ingleses centenarios de madera. Nos recostamos en reposeras junto a la piscina, a bajar la comida mirando pastar a un centenar de ovejas.

Al caer el sol exploramos el vagón: piso de lapacho pulido, ventana con vista a la planicie sin fin con vacas, galería con sillones al aire libre, baño cómodo con ducha, parrilla exterior, heladera, microondas, vajilla, tostadora, cafetera, dos televisores con DirectTV –tiene habitación comedor y living con dos sillones-cama–, refinada decoración campestre y dos aires acondicionados frío-calor. Aquí solo se vende muy buen fiambre, pan y bebidas: uno debe traer su comida (están incluidos desayuno y merienda con cereales, jugo, frutos secos, manteca, miel, infusiones, dulce de leche, licores, budines y leche). Y hay muchos habitantes: seis perros, tres yeguas, ocho gatos y 50 gallinas (la política es pet friendly).

Al atardecer caminamos hasta la aguada para remar con un bote y nos sentamos en el muelle. Después de cenar encendemos el fogón en un bosque de nogales, naranjos, nísperos, higueras, pera les y une ucaliptusbi centenario. Vamos a dormir con el arrullo de teros, sapitos, mugidos, grillos y el toc toc de un pájaro carpintero. Además en el casco antiguo hay un loft para ocho personas con dos baños (y un tercer minivagón para dos sin baño 3 que parece una casita de muñecas). En el salón de usos múltiples hay metegol, billar, mesa de ping-pong y cómodos sillones. La capacidad máxima es 35 personas, ideal para grupos de yoga por la extrema tranquilidad. El vagón con cama doble cuesta $ 8.000 por noche (mínimo dos). El minivagón para dos vale $ 5.000. Por una sola noche –y dos días– el valor es de $ 12.000 el vagón doble y de $ 8.000 el minivagón.

Informes: www.losdosvagones.com. ar | www.pulperiadepayro.negocio.site/

3-La casa ecológica (Tandil)

Llegamos a Tandil y en las afuera nos internamos por un camino de tierra que nace en la ruta, una suave pendiente hacia la montaña entre arboledas: cruzamos la tranquera de La Osera, una casa ecológica casi excavada en la ladera, basada en el modelo de Michael Reynolds, pionero en bioarquitectura. Nos reciben Florencia Casano y Gonzalo Homps (arquitecto). La pareja y un equipo de estudiantes de este método constructivo levantaron con sus manos la singular casa (los anfitriones viven 20 metros más arriba). Se trata de una “nave tierra”, un modelo de edificio autosuficiente explicado por el arquitecto: “Afuera tenemos 1 °C y adentro 18 °C; con el frente vidriado aprovechamos el sol y, como en lugar de ladrillos pusimos cubiertas de auto llenas de barro más un aislamiento térmico, el calor se mantiene constante. Si hace falta, aumentás la temperatura con un radiador eléctrico y si un día no hubo sol, hay una red eléctrica clásica que casi no usamos. En verano la casa también está a 18°C. La Osera es espaciosa, confortable y bien decorada con paredes revocadas en adobe y un vivero interior de 4 m de largo que mete a la naturaleza en la casa. El agua es de pozo y desde la ducha y el baño pasa por un filtro regando las plantas del invernadero y los frutales en el exterior, sin desperdiciar una gota. Florencia cuenta que usaron 550 cubiertas de auto y 3.000 botellas insertas en la pared para aumentar la luminosidad.

Nos entregamos al ocio: mates en el porche junto a un almendro violáceo en f lor y lectura en la mesa junto al invernadero puertas adentro, observando el valle que se hunde a mis pies con hileras de aromos en f lor amarilla. Bajamos cada tanto a Tandil a saborear platos criollos y traemos fiambres

con pan de masa madre (hay vajilla completa y horno eléctrico). La cama es king-size y la casa es tan agradable, que a la larga, nos cuesta despegarnos de ella: salimos a caminar no muy lejos para volver a su cobijo: lo único que queremos es descansar. El precio es $ 6.500 por noche.

Informes: Instagram: laoseratandil, Tel.: +54 9 2494 00-1322

4-En la cima del cerro (Escobar)

Cien metros más arriba de La Osera llegamos al glamping Sierra Calaguala, una casilla de las que usaban peones de campo de la zona, reciclada para darle confort con un bañito y agua caliente en la cima de un cerro con vista a las sierras de Tandil. Dejamos el auto más abajo por lo empinado del camino y nos viene a buscar el dueño en su camioneta. Estacionamos frente a la casa de piedra de los propietarios y caminamos 50 m hasta nuestro alojamiento junto a un tanque australiano como piscina y un deck para observar la inmensidad, casi en 360°: la sensación de aislamiento en la cima es total. La definición más exacta quizá sea un refugio de montaña con pared frontal de vidrio, equipado con heladera, tostadora, agua caliente, luz eléctrica, radiador –hay doble techo y aislación–, vajilla, dos camas singles y un sillón para un tercero (hay que llevar sábanas).

La idea es usarlo de base para salir a caminar por la montaña en distintos circuitos, a veces acompañados por la perra labradora Mora y el caballo Fidel, que vive suelto en las 4 hectáreas de esta familia. La comida hay que traerla y cocinarla a leña, pero estamos a 15 minutos del centro de la ciudad (está contemplado que uno corte alguna verdura de la quinta). A veces se ven ciervos, liebres, perdices, zorros, halconcitos y colibríes libando el almendro f lorido del otro lado del ventanal.

Un mate en la entrada de La Osera, frente a los aromos en flor. Sierra Calaguala es un confortable refugio en la cima de un cerro. La Indonesia fue traída en barco y está hecha con encastres de madera.

Tarifa: $ 5.000 por día. Informes: Instagran: glamping_sierracalaguala, Tel.: +54 9 249 4494236.

5-Una casa indonesia (Escobar)

Navegamos 25 minutos desde la Estación Fluvial de Tigre a una isla rodeada por los arroyos Angostura, Espera y Esperita en un rincón semioculto de este submundo que fluye. En el muelle nos espera Pedro Galuzzi para instalarnos en una refinada e insólita casa de madera de teka traída desarmada en barco desde Indonesia, en el 2000. Pedro es arquitecto y es consciente de la inusitada pieza de diseño que tiene para alquilar: “Cuando la compré hace cinco años supe que debieron traer carpinteros desde Indonesia para armarla… y fijate los detalles de las barandas talladas a mano por virtuosos artesanos”.

Subimos las escaleras y dejamos los bolsos para explorar el primer nivel de esta casa elevada sobre pilotes de tres metros: tiene una amplia galería al aire libre, living-comedor, baño completo, cocina y cuarto matrimonial con gran balcón semicubierto y vista al arroyo y a un parque sin vecinos. En el segundo piso hay otro baño y más camas: caben hasta 7 personas en total (hay vajilla completa, horno eléctrico y heladera-freezer). Pongo a fuego lento un matambrito en el chulengo sobre el pasto y me siento a contemplar el paisaje selvático: pasan camalotes en deriva nómada y a veces salta un pez dejando una aureola concéntrica en el agua. La soledad y el silencio atraen a una fauna que le escapa al bullicio del transitado Delta. El alquiler de La Indonesia por semana cuesta $ 140.000 para Navidad ($ 120.000 enero y febrero).

Informes: www.madreselvadelta.com

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