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Cómo prepararse para los desafíos de altura.

Llegar en vehículo a los exigentes paisajes de altura de nuestra geografía no solo exige preparación del motor, sino también de nuestro cuerpo.

Marcelo Lusianzoff. Por

Llegar en vehículo a los exigentes paisajes de altura de nuestra geografía no solo requiere de la preparación del motor, sino también de nuestro cuerpo.

Mientras en algunas regiones del mundo superar los 2.000 msnm es ya algo de mención, por estos lares es completamente normal, basta pensar en los 3.000 m o más de la región de la Puna. Así, algunos de los pasos de carretera normales y abiertos a todo público y vehículos, superan los 4.500 msnm, como el Abra del Acay. Ni hablar si nos aventuramos un poco más allá, como la Corona del Inca o a la ruta de los Seismiles. Esto, parafraseando la antigua publicidad (que delata mi edad): “...en Europa no se consigue”. Ahora, la aparente facilidad con que en nuestra geografía sudamericana podemos llegar a estas alturas no está para nada relacionada con que nuestro cuerpo pueda soportarlo si no tomamos las precauciones necesarias.

En cuanto a nuestros vehículos, cómo se ven afectados y cómo menguar los efectos, ya lo tratamos en varias notas a lo largo de estos años. Los equipos atléticos o montañistas se aclimatan con días de antelación al desafío físico: recordemos las concentraciones previas de la Selección de fútbol antes de jugar en las alturas de La Paz o el caso de los escaladores. Con ello tratan de facilitar que su cuerpo se prepare para hacer frente a la escasez de oxígeno, proceso que se conoce como aclimatación.

Uno de los mecanismos que naturalmente se activa es el aumento de la producción de glóbulos rojos en sangre. Ellos transportan el oxígeno de los pulmones a las células, que lo necesitan para fabricar energía en las mitocondrias. Teniendo en cuenta esto, en el caso de las travesías off road, tenemos pros y contras: difícilmente sea posible realizar una aclimatación con anterioridad (salvo quizás quienes intentan récords de altura). Por otro lado, lo que nos beneficia es que generalmente no se pernocta o se permanece durante mucho tiempo en la altura, sino que casi siempre se desciende para el descanso. Salvo, por ejemplo, que andemos por Bolivia y decidamos dormir en la bella Potosí. Asímismo, generalmente haremos noche previa ya en la altura –a más de 3.000 msnm– y no la enfrentaremos directamente desde el nivel del mar, lo cual ya es una ayuda.

Algunas consideraciones

Para poder disfrutar de una salida 4x4 que se desarrollará en la altura es necesario tomar precauciones. En primer lugar es primordial y obligatorio consultar a nuestro médico para un chequeo. La ingesta de cualquier medicamento “que nos hayan comentado” puede afectar algu

na patología preexistente o ser contraproducente en el propio organismo. No obstante, hay una serie de precauciones que se pueden tomar preventivamente para evitar o hacer más llevadero el mal de altura, MAM (Mal Agudo de Montaña) o soroche, como se lo conoce en las regiones puneñas.

Primero debemos entender qué es lo que pasa en la altura. Muchos suponen que la concentración de oxígeno en el aire disminuye a medida que aumenta la altitud. Sin embargo, esto no es así.

La composición del aire –78 % de nitrógeno, 21 % de oxígeno y 1 % de dióxido de carbono–, es invariable, independientemente de la altura.

Lo que varía con la altura es exclusivamente la presión atmosférica o sea, la presión del oxígeno, esencial para que este vital gas entre en nuestros pulmones. Debemos tener en cuenta que, por ejemplo, a 5.000 m. de altura su presión se ha reducido a la mitad que a nivel del mar. Para clarificar, un ejemplo: en el caso de los vehículos a motor, los de aspiración normal o con carburador, se ven muy a afectados por la altura ya que el aire entra en menor medida por esa falta de presión. En cambio, los provistos de turbo no son tan afectados, pues justamente esa pieza suple parcialmente la falta de presión general: toma aire y lo inyecta en las cámaras de combustión. Pero los humanos no poseemos esta mejora, salvo aquellos que se han aclimatado a la altura, que no es más que generar mayor cantidad de glóbulos rojos, lo que aumenta la capacidad de tomar el oxígeno para una misma cantidad de litros de aire aspirados.

Cada persona es un mundo

Hay individuos que naturalmente se adaptan a la altura y otras que la sufren en demasía. Nada puede decirnos de antemano cuál será nuestra reacción, porque depende de las características genéticas individuales. Hay personas sedentarias y fumadoras que toleran perfectamente la altura y deportistas que la sufren. Para el caso de eventuales ascensos, hay una forma simple de inyectar un poco más de oxígeno en nuestro cuerpo: nuestro turbo podrá ser un tubo de oxígeno. Recordemos que lo más importante es prevenir y enfrentar a tiempo el problema. En ese sentido, antes de emprender camino es importante no cargar el estómago, es decir, comer liviano y, en especial no incorporarle azúcares, féculas ni alcohol. Esto permitirá que el sistema digestivo no trabaje en demasía y que nuestro cuerpo se pueda concentrar en oxigenar la sangre. No correr y hacer todos los movimientos con lentitud y

calma. Tratar de no agacharse e hidratarse continuamente, al menos 3 o 4 litros al día.

Síntomas

Ante la falta de oxígeno, el cuerpo intenta regularlo según la importancia de sus funciones. Privilegiará su uso a los órganos que son vitales y que primero se resienten ante su falta, como cerebro, corazón y riñón; recién luego lo llevaría a la musculatura, el sistema genitourinario y, por último, el digestivo. Para poder hacerlo eleva el ritmo cardíaco y acelera la respiración, provocando sensación de fatiga e insomnio. Generalmente, las consecuencias no revisten gravedad, pero en casos severos pueden provocar un edema cerebral de altitud y/o edema agudo de pulmón. Por ello, cuando aparecen los primeros síntomas, la mejor terapia para ambos trastornos es el descenso y la oxigenoterapia.

La experiencia me dice que todos somos reacios a aceptar que la altura nos afecta. Las personas, en la mayoría de los casos, prefieren ignorar los síntomas, minimizarlos, hasta que es tarde. O confundirlos con malestar estomacal por la ingesta de un alimento en particular. ¡No! Cuando vamos a la altura hay que estar pendiente de las cefaleas, náuseas, malestar estomacal. La somnolencia es natural por la falta de oxígeno y puede complicar el manejo, por lo que debemos prestar más atención y tomar las precauciones del caso.

Medir para saber

Hoy, y más aún luego de la infeliz pandemia que hemos sufrido, es muy fácil saber si el malestar se debe al MAM o a alguna otra patología. Ya es común el uso de un aparatito generalizado y de bajo costo: un medidor de saturación de oxígeno que indicará la cantidad de este gas en la sangre. Son baratos, pequeños y su uso nos dará certeza del porcentaje en el torrente sanguíneo (lo normal es entre 95 y 99 %), con lo cual se descartará que la razón del malestar sea otra. Incluso hoy hay teléfonos inteligentes que, por medio de una app de salud, también pueden hacer esta medición. Ante la aparición de los síntomas, nos quedan dos caminos: descender o tratar de minimizarlos. Si no podemos descender o nos llevará un tiempo, se debe recurrir a la oxigenoterapia, que en la mayoría de los casos resuelve rápidamente la situación. La administración de oxígeno debe ser de 4-6 l/min en intervalos de 15 minutos y midiendo la oxigenación hasta que llegue a niveles normales.

Hoy fácilmente se puede alquilar un tubo de oxígeno. Los de última tecnología son livianos y maniobrables; casi no molestarán en nuestro vehículo. La otra es recurrir a envases descartables, de los que generalmente llevan los andinistas en su mochila. Por último, no podemos dejar de mencionar ni menoscabar la eficacia de las infusiones naturales, que los propios lugareños aplican desde hace generaciones y recomiendan, como la pupusa o el té de coca. Prevenir es la mejor opción.

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2022-01-07T08:00:00.0000000Z

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